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La derecha quiere cargarse los sindicatos
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Carlos Fonseca

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Carlos Fonseca

La derecha quiere cargarse los sindicatos

La campaña de descrédito contra los sindicatos que tiene en marcha el Gobierno, el PP y la derecha mediática ha sobrepasado esta semana todos los límites.

La campaña de descrédito contra los sindicatos que tiene en marcha el Gobierno, el PP y la derecha mediática ha sobrepasado esta semana todos los límites. La convocatoria de manifestaciones en todo el  país este domingo, cuando se cumple el octavo aniversario de los atentados del 11M, ha sido el pretexto para arremeter de nuevo contra las organizaciones sindicales, sometidas a una campaña de acoso y derribo desde que mostraron su oposición a la reforma laboral del Gobierno, que muchos creemos dilapida los derechos de los trabajadores en beneficio de los empresarios. Campaña que, me temo, preludia un futuro recorte del derecho constitucional de manifestación y del de huelga.  

Se puede discutir y criticar la idoneidad de la fecha elegida y los argumentos dados por los organizadores (el siguiente fin de semana es “puente” y, obviamente, las movilizaciones contarían con una participación menor) pero resulta injustificable la deslegitimación que la derecha ha hecho del papel que juegan los sindicatos en una sociedad democrática.

La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11M merecen respeto, memoria, reconocimiento y reparación por el daño sufrido, pero ser víctima del terrorismo no supone tener siempre razón, ni que tus opiniones valgan más que las del resto de ciudadanos. Las presidentas de ambas organizaciones han criticado las manifestaciones y Ángeles Pedraza, de la AVT, ha acusado además a los  sindicatos de “utilizar su vocifería para tapar a las víctimas, que es lo que pretenden”.

Están en su derecho, igual que están en su derecho de discrepar y criticar quienes no comparten sus opiniones, sin que por ello tengan que ser tachados de filoterroristas. Yo, por ejemplo, discrepo y critico, porque me resulta ridículo atribuir a los sindicatos dicha pretensión. Pedraza dijo también que nunca había visto a los líderes sindicales manifestarse por las víctimas, quizá porque no recuerda que lo hicieron el 12 de marzo de 2004 junto al resto de ciudadanos, o que el año pasado, por no remontarme más tiempo, convocaron en Atocha junto a la Unión de Actores un acto en su memoria. La crítica tiene el límite de la verdad o no es crítica.

La derecha cree (o pretende que los ciudadanos crean) que la democracia se limita a votar cada cuatro años; que tener mayoría absoluta en las Cortes equivale a hacer lo que le viene en gana, y que todos sus votantes, sin excepción, comparten todas y cada una de sus decisiones políticas

El Gobierno, el PP y sus periodistas palmeros de la Brunete mediática han utilizado a estas víctimas en su campaña contra los sindicatos, e ignorado premeditadamente a las que forman parte de la Asociación 11M Afectados del Terrorismo porque no son de la misma opinión. La asociación que preside Pilar Manjón ha colgado en su página web un comunicado en el que dice que no están dispuestos a entrar “en el juego maniqueo de deslegitimar a los sindicatos”, y recuerdan que el mismo día de la masacre se mantuvieron las ferias comerciales que se celebraban en el IFEMA de Madrid mientras los cadáveres de las víctimas llegaban al pabellón 6 del recinto ferial, convertido en un improvisado tanatorio. El hoy ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que ahora acusa a los sindicatos de “insensibles”, era entonces el alcalde de la capital, y Esperanza Aguirre, entonces y ahora, la presidenta de la Comunidad de Madrid. Supongo que ambos lo recuerdan.

La derecha no reconoce a Pilar Manjón ni a la asociación que preside porque son, ella fundamentalmente, sospechosos de actuar a las órdenes del PSOE. Manjón perdió a su hijo en los atentados y es tan víctima como el resto, aunque a algunos no les gusten sus opiniones. Por ejemplo, a Esperanza Aguirre, que cuando escribo estas líneas aún no había invitado a la citada organización al acto de homenaje pospuesto al lunes 12, como si hubiera víctimas de primera y de segunda.

Asistí a la comparecencia de esta mujer en la comisión de investigación que se creó en el Congreso por los atentados del 11M, y recuerdo con nitidez sus palabras de dolor por el hijo perdido ante un nutrido grupo de diputados, que recibió un lección de dignidad cuando les reprochó utilizar la masacre como arma de confrontación política. El PP y su Gobierno han vuelto a hacerlo. Entonces para deslegitimar la victoria del PSOE en las urnas, y ahora para deslegitimar a los sindicatos.

La derecha cree (o pretende que los ciudadanos crean) que la democracia se limita a votar cada cuatro años; que tener mayoría absoluta en las Cortes equivale a hacer lo que le viene en gana, y que todos sus votantes, sin excepción, comparten todas y cada una de sus decisiones políticas. Los demás están condenados a aceptarlas si no quieren ser acusados de antidemócratas; y si además salen a la calle para protestar son violentos y provocadores, dañan la imagen de España en el exterior, fomentan el paro y empobrecen aún más al país. La violencia vivida en algunas manifestaciones no deslegitima las movilizaciones ciudadanas, y mucho menos las reivindicaciones de quienes participan en ellas.

Posdata. No me resisto a citar la portada del diario La Razón del pasado 20 de Febrero, dedicada a las manifestaciones del día anterior contra la reforma laboral. El rotativo ilustraba la información de la jornada con una foto en la que se veía a varios participantes tomando una cerveza con el título: "Mensaje sindical: Ahora, a tomar cerveza. El periódico dejaba así constancia del espíritu hedonista y escasamente reivindicativo de los manifestantes, y deslucía la protesta como un acto meramente folclórico. Aquí confieso que estuve en la manifestación y que al concluir la misma, y en buena compañía, me tomé dos cañas y una ración de boquerones en vinagre, y ¡rico, rico!

Hasta el próximo fin de semana.

La campaña de descrédito contra los sindicatos que tiene en marcha el Gobierno, el PP y la derecha mediática ha sobrepasado esta semana todos los límites. La convocatoria de manifestaciones en todo el  país este domingo, cuando se cumple el octavo aniversario de los atentados del 11M, ha sido el pretexto para arremeter de nuevo contra las organizaciones sindicales, sometidas a una campaña de acoso y derribo desde que mostraron su oposición a la reforma laboral del Gobierno, que muchos creemos dilapida los derechos de los trabajadores en beneficio de los empresarios. Campaña que, me temo, preludia un futuro recorte del derecho constitucional de manifestación y del de huelga.