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El laberinto político vasco
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Carlos Fonseca

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Carlos Fonseca

El laberinto político vasco

El lehendakari Patxi López ha reiterado esta semana que no tiene intención de adelantar las elecciones vascas (previstas para marzo de 2013) pese a la ruptura

El lehendakari Patxi López ha reiterado esta semana que no tiene intención de adelantar las elecciones vascas (previstas para marzo de 2013) pese a la ruptura de su pacto de legislatura con el PP, pero una cosa son los deseos y otra la realidad. Con 25 de los 75 escaños de la Cámara de Vitoria, frente a los 30 del PNV, no es razonable que pretenda gobernar siendo la segunda fuerza política y ,además, sin ningún apoyo entre el resto de partidos del arco parlamentario.

López sabe que no tiene otra opción que anticipar los comicios, y estoy convencido de que lo hará, pero no va a permitir que el PP le imponga la fecha (Antonio Basagoiti ha sugerido el próximo mes de octubre), que es de su exclusiva competencia. Es probable que aguante hasta la celebración del pleno de Política General, con el que se inicia el curso parlamentario la última semana de septiembre, para hacer un repaso de su gestión, denunciar la deslealtad de su socio por intereses impuesto desde el Gobierno de Madrid, y anunciar la convocatoria electoral para noviembre o diciembre.

Para entonces a la legislatura le quedarán dos o tres meses y podría justificar que el adelanto no es tal, sino un “ajuste” para que sea el nuevo Gobierno el que elabore los presupuestos de 2013, porque ni PP ni PNV van a apoyar los suyos si reclaman un anticipo electoral.

Más allá de la fecha concreta de la convocatoria a las urnas, lo más relevante de los comicios será la presencia de la izquierda abertzale, que va a provocar un cambio radical del actual escenario político vasco. PSE y PP no tienen opciones de revalidar su mayoría, y el PNV y la izquierda abertzale dirimirán entre sí la hegemonía nacionalista, aunque solo los peneuvistas tienen posibilidades reales de formar gobierno, ya sea con el apoyo del PSE o del PP.

Si algo caracteriza la política vasca es su pluralidad, que ha impedido las mayorías absolutas y obligado a los partidos a pactar o a gobernar en minoría buscando apoyos puntuales. Los gobiernos más estables fueron los de cohabitación entre PNV y PSE, siempre con un lehendakari nacionalista. Con Ibarretxe los peneuvista gobernaron en solitario durante once años, con el respaldo puntual de los radicales para sacar adelante algunas iniciativas o evitar las mayorías parlamentarias de socialistas y populares.

Los herederos de Batasuna saben que aunque vencieran en las urnas lo harían con un escaso margen (las encuestan dan como ganador al PNV) y no tienen capacidad para llegar a acuerdos con el resto de partidos. Con el PNV porque es su “enemigo” electoral directo, y con PSE y PP por incompatibilidad política.

En este endiablado laberinto político lo previsible es que Íñigo Urkullu sea el próximo lehendakari (no será nominado candidato del PNV antes del 30 de junio). Su victoria supondría también la derrota del sector del partido proclive a un pacto con la izquierda abertzale para defender la soberanía vasca en Madrid, en beneficio  de quienes sin renunciar al Estado vasco saben que es un objetivo político inalcanzable en este momento. Lo suyo es el pragmatismo político, que tan buenos resultados le ha dado al PNV a lo largo de su historia.

Hasta el próximo fin de semana.

El lehendakari Patxi López ha reiterado esta semana que no tiene intención de adelantar las elecciones vascas (previstas para marzo de 2013) pese a la ruptura de su pacto de legislatura con el PP, pero una cosa son los deseos y otra la realidad. Con 25 de los 75 escaños de la Cámara de Vitoria, frente a los 30 del PNV, no es razonable que pretenda gobernar siendo la segunda fuerza política y ,además, sin ningún apoyo entre el resto de partidos del arco parlamentario.