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Carlos Fonseca

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Carlos Fonseca

Hacen falta muchos 15M más

“En democracia a los gobiernos que no están a la altura, se les quita”. Lo dijo el presidente Mariano Rajoy cuando aún no lo era y

“En democracia a los gobiernos que no están a la altura, se les quita”. Lo dijo el presidente Mariano Rajoy cuando aún no lo era y el Movimiento15M tomaba la calle por primera vez en mayo de 2011. Las elecciones municipales y autonómicas se celebraban en tres días y los populares pensaron que aquella espontánea y multitudinaria manifestación de protesta les llevaba en volandas a La Moncloa. Incluso pidieron el voto a los indignados porque ellos eran la solución a su indignación y a sus problemas. Ahora, al cumplirse el primer aniversario de la protesta con nuevas movilizaciones, el PP los ha convertido en un movimiento antisistema.

Hay políticos que tienen tanta insolencia que son capaces de afirmar una cosa y su contraria sin rubor, como si fuera lo más natural del mundo, como si los ciudadanos fueran bobos desmemoriados a los que se puede engañar con argumentarios que repiten como loros: que si reformas estructurales, que si el Estado de Derecho, que si Bankia es una entidad solvente... Ésta última es cojonuda, dicho en lenguaje coloquial, porque lo aseguró su presidente Rodrigo Rato antes de salir por piernas de la entidad para que la interviniera el Estado, y hasta el propio secretario de Estado de Economía, Fernando Jiménez Latorre, decía este jueves que Bankia tiene un potencial extraordinario para ser un éxito de futuro.

La propia página web del PP (lo aclaro para que ningún lector suspicaz piense que hay gato encerrado) exhibe aún hoy algunas de las manifestaciones que hicieron sus líderes solidarizándose con los que han pasado de ser ciudadanos indignados a una marabunta de gente sin oficio ni beneficio.

“Es lógico el descontento de mucha gente por los casi cinco millones de parados”, declaraba María Dolores de Cospedal, que ahora calla ante el mismo descontento y un millón de parados más. También se mostraba comprensiva con las protestas la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que decía sin despeinarse que entendía que “en un país con un 45% de paro juvenil la gente se indigne (…) entiendo la indignación frente a la inoperancia de las medidas que se han adoptado por parte del Gobierno socialista. La gente merece medidas serias, y las hará un gobierno del PP”. A la vista está que las medidas que ha adoptado el Gobierno de Rajoy o no son serias o son tan inoperantes como las que decidieron los socialistas, porque el paro sigue desbocado, y subiendo. Mejor que no saquen pecho.

Alberto Ruíz Gallardón, actual ministro de Justicia, afirmaba cuando era alcalde de Madrid: “no ha fracasado el sistema, lo que ha fracasado es el Gobierno, y no puede extender su propio fracaso al fracaso de las instituciones, sino utilizar el mecanismo que se emplea en este tipo de situaciones, es decir, convocar elecciones anticipadas para acabar con el descontento”. Ya no defiende el adelanto electoral ante el creciente descontento por el fracaso del Gobierno del que forma parte para resolver una crisis para la que aseguraban que tenían la solución.

La desenvuelta Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid y activa defensora de la Ley de Vagos y Maleantes franquista, es la política popular más coherente. Los indignados eran en 2011 “camorristas” y “pendencieros” (…) “tras los que se puede esconder un golpe de Estado” como en la Francia de 1793. La Revolución francesa tuvo su origen, entre otros motivos, en la enorme deuda del Estado y un sistema de extrema desigualdad social y altos impuestos que pagaban los pobres y no los estamentos privilegiados, como la nobleza y el clero. ¿Les suena, verdad?

Aguirre es marquesa de Murillo y grande de España, y tal vez se haya visto reflejada en aquellos acontecimientos; pero no es tonta, y como las elecciones estaban a la vuelta de la esquina no convenía exacerbar al personal, de modo que días después dijo que comprendía a los jóvenes acampados en la Puerta del Sol, que tenían “motivos muy justificados” para expresar su indignación “con lo que está pasando”. El pasado fin de semana los indignados concentrados en el mismo lugar se trasmutaron en chusma.

Les podría seguir poniendo ejemplos, pero si tengo que elegir a algún dirigente popular para concluir me quedó con Esteban González Pons, el dicharachero portavoz popular condenado hoy a galeras, que estuvo sembrado. “El 15M fue (las declaraciones son de junio de 2011) el espejo en el que los políticos vimos todo aquello que sabemos que hay que reformar y nunca encontramos tiempo para hacerlo”. Siguen sin encontrarlo.

Pons reivindicó el valor del movimiento “respetándolo y entendiendo que quieren a los políticos cerca, que son un espíritu, que quieren ser atendidos, que es mucho más que ser escuchados”. Y ante las concentraciones anunciadas para junio de ese mismo año elevaba sus plegarias para que “vuelva el espíritu del 15M, que vuelva la paz, la construcción, el espíritu de un pueblo al que le han robado los sueños”. Pura poesía de un hombre dotado para la lírica.

Entonces, como ahora, quien haya tenido interés por conocer lo heterogéneo del 15M no tenía más que pasarse por las concentraciones. En la de la Puerta del Sol había jóvenes y no tan jóvenes, padres con hijos y abuelos con nietos que dieron un ejemplo de civismo, más allá de algunos y escasos incidentes. No tenían pinta de antisistema. Hacen falta muchos 15M más. Tantos como sean necesarios hasta que los políticos atiendan las reclamaciones de una ciudadanía que no se siente representada por ellos; que reclama participación en la vida pública más allá de ir a votar cada cuatro años; que está harta de que no se actúe, ni por lo civil ni por lo criminal, contra los responsables de la crisis económica (bancos y comunidades autónomas) que han llevado al Estado a la bancarrota; que está indignada de que la excusa para justificar el desmantelamiento del Estado del bienestar sea que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, como si fuese lo mismo un constructor que un albañil.

Los diez millones de votos del PP en las elecciones del 20N le dieron una indiscutible mayoría absoluta para gobernar. Pero los votos no justifican las mentiras, ni otorgan a Rajoy la potestad de hacer lo que le venga en gana.

Hasta el próximo fin de semana.

“En democracia a los gobiernos que no están a la altura, se les quita”. Lo dijo el presidente Mariano Rajoy cuando aún no lo era y el Movimiento15M tomaba la calle por primera vez en mayo de 2011. Las elecciones municipales y autonómicas se celebraban en tres días y los populares pensaron que aquella espontánea y multitudinaria manifestación de protesta les llevaba en volandas a La Moncloa. Incluso pidieron el voto a los indignados porque ellos eran la solución a su indignación y a sus problemas. Ahora, al cumplirse el primer aniversario de la protesta con nuevas movilizaciones, el PP los ha convertido en un movimiento antisistema.