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La legalización de Sortu y el fin de ETA
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Carlos Fonseca

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Carlos Fonseca

La legalización de Sortu y el fin de ETA

La izquierda abertzale vuelve a ser legal con Sortu nueve años después de la ilegalización de Batasuna por el Tribunal Supremo en 2003, confirmada un año

La izquierda abertzale vuelve a ser legal con Sortu nueve años después de la ilegalización de Batasuna por el Tribunal Supremo en 2003, confirmada un año después por el Tribunal Constitucional. En este tiempo ha pasado de justificar el terrorismo de ETA a la apuesta por las vías exclusivamente políticas y democráticas. Un cambio que no es consecuencia exclusivamente del debate y la reflexión interna, como pretenden sus promotores; lo es también del paulatino desgaste operativo de la banda, de la certeza de que la violencia ya no suma, sino que resta, y del hartazgo de la sociedad vasca tras 50 años de terror. 

El giro de la izquierda abertzale es fundamentalmente estratégico, para adaptarse a la nueva realidad política, pero no por ello menos importante. Se ha dado cuenta de que con el “cese definitivo” de la violencia de ETA ha ganado apoyos entre quienes compartiendo el objetivo de la independencia rechazan el recurso al terror para conseguirla. Las elecciones municipales y forales de mayo de 2011 convirtieron a Bildu en la segunda fuerza política vasca tras el PNV, y en las generales de noviembre Amaiur logró los mejores resultados de toda su historia. Dos éxitos que no habrían sido posibles si la banda terrorista hubiese continuado asesinando. Ahora tienen la oportunidad real de ganar los comicios autonómicos

Los estatutos de Sortu son los primeros en los que la izquierda abertzale rechaza explícitamente la violencia de ETA, algo impensable hace solo unos años. Lo dijo ayer su autor, el abogado Íñigo Iruin: “La exposición pública en febrero de 2011 de los estatutos constituyeron un punto de no retorno en la nueva apuesta política”. El partido iniciará en breve un proceso constituyente para dotarse de una organización similar a la de cualquier partido democrático, y hasta tendrá militantes de carnet. Un cambio enorme en un magma ideológico que hasta ahora funcionaba con simpatizantes y criterios asamblearios

Lo deseable es que Sortu no se quede solo en una marca, una copia de lo ya conocido, sino que aporte caras nuevas y un discurso político que huya del seguidismo del pasado. No será fácil, porque es previsible que algunos exdirigentes reclamen su cuota de poder en reconocimiento a sus años de cárcel y militancia clandestina. ¿Qué papel van a jugar Rufi Etxeberria, Joseba Permach o Arnaldo Otegi en esta nueva etapa? No lo sabemos, pero es seguro que no se van a marchar a casa precisamente ahora.

La renovación en las personas debe ir acompañada de un discurso político propio y sin tutelas, que sin renunciar a las señas de identidad de la izquierda abertzale (el reconocimiento del derecho a la autodeterminación y la independencia) destierre el plúmbeo y anacrónico mensaje a que nos tiene acostumbrados y aporte propuestas concretas a los problemas cotidianos.

La legalización de Sortu por el Constitucional resuelve una situación absurda, con la izquierda abertzale presente en las instituciones pero sin partido político propio. ¿Qué sentido tenía mantener fuera de la ley a quienes controlan cientos de ayuntamientos vascos y gobiernan en la Diputación de Guipúzcoa bajo otras siglas? Su regreso a las instituciones es una buena noticia que ayudará a la normalización política, acabará con el victimismo de la izquierda abertzale como estrategia, y acelerará la disolución de ETA, huérfana ya de quienes durante tanto tiempo jalearon sus crímenes.

Que la izquierda abertzale acepte las reglas democráticas y se someta al escrutinio de las urnas es una excelente noticia, salvo para quienes utilizan la política para sembrar dudas permanentes y anticipar desastres sin fin con el propósito de generar inseguridad en los ciudadanos, convencidos de que el miedo es siempre conservador y refractario a los cambios. 

Hasta el próximo fin de semana.

La izquierda abertzale vuelve a ser legal con Sortu nueve años después de la ilegalización de Batasuna por el Tribunal Supremo en 2003, confirmada un año después por el Tribunal Constitucional. En este tiempo ha pasado de justificar el terrorismo de ETA a la apuesta por las vías exclusivamente políticas y democráticas. Un cambio que no es consecuencia exclusivamente del debate y la reflexión interna, como pretenden sus promotores; lo es también del paulatino desgaste operativo de la banda, de la certeza de que la violencia ya no suma, sino que resta, y del hartazgo de la sociedad vasca tras 50 años de terror.