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Los huevos del Rey
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Carlos Fonseca

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Carlos Fonseca

Los huevos del Rey

Su majestad el Rey fue operado de una cadera el pasado día 23 en la clínica privada Quirón San José de Madrid, y demostró con ello

Su majestad el Rey fue operado de una cadera el pasado día 23 en la clínica privada Quirón San José de Madrid, y demostró con ello que la sanidad privada es infinitamente mejor que la pública, como defiende el Gobierno de Mariano Rajoy. Un ejemplo edificante cuando miles de médicos, enfermeras y pacientes se concentran cada día a las puertas de los hospitales, se encierran en ellos, o se manifiestan contra la privatización de un pilar básico del Estado del Bienestar.

En descargo de don Juan Carlos hay que decir que las instalaciones del centro (entren en su página web y disfruten de los vídeos) son tan maravillosas que dan ganas de que te quiten el apéndice para disfrutar de ellas. ¡Qué diferencia con los hospitales públicos, que según entras por la puerta se te suben los huevos a la garganta! 

Hablando de huevos, un detalle aparentemente insignificante como el desayuno de los enfermos es una prueba más de las ventajas de lo privado sobre lo público. Si algo me ha dejado huella de mi paso por los hospitales públicos son esos desangelados desayunos de sucedáneo de café, galletas Artiach envasadas en papel transparente, y una terrina de gelatina para facilitar el tránsito intestinal. El Rey, en cambio, desayunaba dos huevos fritos como dos soles, y estarán conmigo en que la recuperación es así mucho más rápida y la hospitalización más corta, lo que redunda en el ahorro, y supongo que también en el PIB, el IPC y la deuda soberana.

La operación del Rey ha demostrado que, además de su valor nutritivo, los huevos son una prueba diagnóstica que abarata otras mucho más caras como la resonancia magnética, y evita el mal trago de otras como la colonoscopia (la del tubo por el culo). Con dos huevos como los del monarca (los fritos que se comió) hasta el presidente Mariano Rajoy es capaz de valorar su evolución postoperatoria. El pasado domingo, tras visitar al jefe del Estado para interesarse por su salud, manifestó a la salida que don Juan Carlos evolucionaba favorablemente. “Se ha comido dos huevos –dijo- y yo creo que eso es la demostración inequívoca de que está bien”. Conclusión: la sanidad privada es mejor y más barata que la pública, y además puede ser un negocio.

El Gobierno pretende justificar el desmantelamiento de la sanidad pública, universal y gratuita con argumentos tan vulgares como que con la privada se "optimizan" los recursos, mejora la "eficiencia", se logra la "contención" del gasto y, en definitiva, se consigue su "sostenibilidad". Dicho sin rodeos: la salud puede ser un negocio. Basta con aplicar el sentido común para entender que una empresa privada tiene que rentabilizar su cuenta de resultados, si es necesario a costa de la atención de los pacientes. En una genial viñeta de El Roto en El País, un paciente postrado en la cama le pregunta al médico que le atiende: “Doctor, cual es su diagnóstico”, a lo que el galeno responde: “No rentable”. Vamos hacia una sanidad low cost.

La privatización de la sanidad la inició Eduardo Zaplana en 2002, durante su gestión al frente de la Generalitat valenciana. Su gobierno concedió la gestión del Hospital de Alzira a una UTE (Unión Temporal de Empresas) de la que formaban parte varias constructoras y dos cajas de ahorro. A cambio de la gestión económica, el señor Zaplana les pagaba una cuota fija por paciente, menor que la valoración que se hacía del coste que tenía para la Administración, pero sin tener en cuenta que ésta seguía abonando los medicamentos, las prótesis (como la del Rey), y las ambulancias, entre otros servicios. La gestión fue un fiasco, y arrastrados por las pérdidas, que amenazaban el cierre, la comunidad convocó otro concurso en mejores condiciones (más dinero) y, ¡milagro!, lo ganaron los mismos que habían quebrado el hospital.

Este es el modelo que quiere implantar el Gobierno, cuyo siguiente paso será ceder también la atención sanitaria a la empresa privada.  Los hospitales se van a parecer cada día más a la banca, que hace lo que quiere con el dinero de sus clientes, y si los negocios salen mal y quiebran, el Estado les rescata con el dinero de los contribuyentes.

Hay dos compañías privadas que acaparan el mercado de la gestión público-privada de la sanidad. La principal es Capio. Si se toman la molestia de entrar en el Registro Mercantil, descubrirán que la compañía es propiedad al 100% de Desarrollos Empresariales Piera, cuyo único accionista es Poitiers Develops (ambas tienen como objeto social las ‘actividades de organizaciones empresariales y patronales’), cuyo único accionista es, a su vez, HC Investments BV, con sede en los Países Bajos, que tiene como objeto social la intermediación en operaciones con valores y otras actividades. 

La sanidad pública es un derecho de todos los ciudadanos, y la responsabilidad de su gestión económica y sanitaria del Estado, que tiene la obligación de invertir en ella para que además de universal y gratuita sea cada día de más calidad.

Su majestad el Rey fue operado de una cadera el pasado día 23 en la clínica privada Quirón San José de Madrid, y demostró con ello que la sanidad privada es infinitamente mejor que la pública, como defiende el Gobierno de Mariano Rajoy. Un ejemplo edificante cuando miles de médicos, enfermeras y pacientes se concentran cada día a las puertas de los hospitales, se encierran en ellos, o se manifiestan contra la privatización de un pilar básico del Estado del Bienestar.

Rey Don Juan Carlos