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Israel y la objetividad imposible... para algunos
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Israel y la objetividad imposible... para algunos

Opinar sobre los diversos acontecimientos del mundo, sobre la realidad, es cuestión saludable y necesaria. Los diversos enfoques enriquecen, permiten abordar los hechos desde diversos ángulos,

Opinar sobre los diversos acontecimientos del mundo, sobre la realidad, es cuestión saludable y necesaria. Los diversos enfoques enriquecen, permiten abordar los hechos desde diversos ángulos, y ayudan en definitiva a acercarse a la verdad. Pero hay algunos temas donde esa búsqueda, esa meta, parece estar más lejana que en otros. Es el caso de Israel, un ejemplo que merece ser estudiado, especialmente en España.

He leído en El Confidencial dos notas que me han llamado poderosamente la atención. Una, titulada Gaza y la muerte del ejercito israelí, pertenece al señor Vidal Coy; la otra -Los sangrientos renglones de la historia de Israel-, lleva la firma de Juan Carlos Escudier. No conozco a ninguno de ellos, no sé cuáles son sus ideas en otros temas, ni quiero atribuirles prejuicio alguno. Pero, como vivo en Israel desde hace 8 años, voy a permitirme desmontar sus afirmaciones.

Según Coy, "la brutalidad  de los soldados judíos" se manifiesta desde el triunfo de un Menajem Beguin que ejerció "la violencia más inmisericorde con sus enemigos", todo ello presidido más adelante por la figura de Ariel Sharon que "se llevara a la tumba" al Tzahal (Ejército israelí). Escudier, por su parte, se refiere a "la historia de Israel escrita con sangre ajena", en base a un "plan minuciosamente trazado". La batalla en Gaza es una "masacre", y en realidad no es una respuesta a los miles de misiles disparados por Hamas -faltaría más-, puesto que se podría haber "limitado a cortar el flujo de armas" entre Gaza y el Sinaí. La estrategia "invariable de Israel es calificar de terroristas a Hamás", mientras se construye el "oprobioso muro" de 700 km. que implica un "apartheid". Todo ello para "prolongar el conflicto de manera indefinida", que sería la decisión de los "dirigentes hebreos", por lo cual la historia del Medio Oriente "seguirá escribiéndose con sangre".

Y bien, estos planteamientos no tienen nada que ver con la realidad ni toman en cuenta los hechos principales. Parecen mucho más fruto de sentimientos personales que de un análisis serio de la situación. El ejercito israelí, compuesto por un núcleo profesional y por una enorme mayoría de jóvenes que realizan el servicio militar obligatorio, está muy lejos de "desaparecer". En realidad constituye para la opinión pública israelí la institución más prestigiosa del país. Y lo es con razón, porque la integran los hijos de todo el pueblo, y su eficacia ha sido y es la clave de la supervivencia nacional.

No es en absoluto un ejército sin principios, como se podría decir de tantos otros. En la recién finalizada ofensiva en Gaza se realizaron por medios técnicos 250.000 llamadas a hogares palestinos para exhortar a la gente a distanciarse de los refugios de Hamás, y se arrojaron desde el aire millones de octavillas. Si se hubiera bombardeado de forma indiscriminada -como hizo por ejemplo Hafez El Asad, padre del actual dictador sirio, cuando arrasó la ciudad de Hama en 1982- los muertos se contarían a estas horas por decenas de miles.

Pero, seamos claros: la guerra no es un juego, es siempre un infierno, y el objetivo primero es vencer al enemigo. Hamás se refugia entre civiles, dispara desde hospitales, escuelas o mezquitas, y viene atacando a las ciudades del sur israelí desde hace ocho años. No existe ninguna posibilidad de enfrentarse a una organización así sin provocar víctimas inocentes. Es lamentable, pero es la realidad. No hay conflicto en el mundo que no produzca desgracias. La clave para entenderlo, sin embargo, es identificar a sus responsables políticos. Esta debe ser siempre la cuestión básica: quién y por qué lo provocó. La desgracia de Gaza fue buscada por Hamás, que luego de haber derrocado al gobierno legitimo -asesinando a unos 700 miembros de Al Fatah- comenzó sus ataques con misiles contra las ciudades y kibutzim hebreos.

El artículo de Escudier es aún peor. Olvida o ignora hechos tan fundamentales que asombra. No recuerda el autor que Israel, en diversas oportunidades, ha ofrecido a los palestinos más del 90% de Cisjordania y la totalidad de Gaza. Bill Clinton explica en sus memorias la frustración que le produjo el rechazo de Arafat a la generosa propuesta de Ehud Barak en el 2000. Y ofertas similares se han repetido en incontables reuniones entre Olmert y Abbas. No hay entonces ningún plan para prolongar el conflicto por parte israelí, sino más bien todo lo contrario. Vale recordar que la paz entre Sadat y Beguin, en 1979, implico la devolución de todo el desierto del Sinai. Una superficie de 60.000 km2, más  del doble de la superficie actual de Israel, que se devolvió a cambio de un acuerdo. No hay un solo ejemplo en la historia -ni uno- de un estado vencedor en la guerra que haya pagado un precio tan alto por la paz.

Existen, sí, algunos hechos que ninguna nación puede tolerar. Como permitir que los misiles caigan sobre su población -el Tzahal no se escuda entre civiles-, sin reaccionar. Este punto no es una excusa: es la causa del conflicto en Gaza. La solución a esta historia "de sangre" está en manos de los árabes. Basta con que reconozcan de una vez por todas la legitimidad de Israel y su derecho a existir, para que puedan continuar las negociaciones encaminadas a un arreglo definitivo. Allí se podrán negociar las futuras fronteras de cada estado y resto de temas pendientes. Pero no se puede dialogar con quienes quieren asesinarte, y lo intentan un día sí y otro también. ¿O acaso el Gobierno Zapatero no interrumpió su diálogo con ETA cuando explotó una bomba en Barajas? Nadie puede exigirle a Israel lo que no está dispuesto a tolerar en su propia casa.

* Eduardo Zalovich, periodista uruguayo-israelí residente en Jerusalén

Opinar sobre los diversos acontecimientos del mundo, sobre la realidad, es cuestión saludable y necesaria. Los diversos enfoques enriquecen, permiten abordar los hechos desde diversos ángulos, y ayudan en definitiva a acercarse a la verdad. Pero hay algunos temas donde esa búsqueda, esa meta, parece estar más lejana que en otros. Es el caso de Israel, un ejemplo que merece ser estudiado, especialmente en España.

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