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Si un alto cargo te dice ven, ¿lo dejas todo?
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Si un alto cargo te dice ven, ¿lo dejas todo?

Los recientes nombramientos como nuevo director de RTVE de un abogado del Estado perteneciente al círculo de amigos y compañeros próximo a la vicepresidenta del Gobierno,

Los recientes nombramientos como nuevo director de RTVE de un abogado del Estado perteneciente al círculo de amigos y compañeros próximo a la vicepresidenta del Gobierno, sin ninguna experiencia en este sector, y de un gobernador del Banco de España próximo a la edad de jubilación y que no podrá terminar su mandato, nos puede servir como casual piedra de toque para reflexionar sobre la política tradicional de nombramientos de éste y anteriores Gobiernos. Recordemos simplemente, al margen de los cargos ya mencionados, algunas recientes y sonadas designaciones de presidentes y consejeros de cajas, de embajadores, de jueces en tribunales internacionales, en el Tribunal Constitucional, en el Tribunal de Cuentas, etc., (por cierto, interesantes los nombres que se barajan para este último organismo, desde el hermano de un ex presidente del Gobierno hasta conspicuos ex diputados... viva la imparcialidad).

No cabe duda de que este tipo de designaciones dice muchas cosas sobre los intereses que preocupan a los que los realizan y de su falta de correspondencia con los intereses generales, como explica perfectamente Juan José Dolado en este artículo en el diario El País, titulado, precisamente, “El nepotismo no es rentable”. Pero también dice mucho sobre el designado y de su completa falta de incentivos para reflexionar un poco antes de aceptar el cargo. Veámoslo más claramente con un ejemplo.

Imagine usted, querido lector, que el financiador de una importante expedición para escalar una de las cumbres más altas y peligrosas del planeta le propone a usted (sí, a usted, con su barriguita cervecera y sus rótulas desgastadas) formar parte de la cordada. En la cumbre le espera la fama imperecedera y, llegue y no llegue, algún contratillo a la vuelta. Pues bien, creo que si usted tiene el más mínimo sentido común se sentirá muy halagado (quizá un poco asombrado también) pero rechazará la oferta. ¿Los motivos? Muy sencillos:

Uno. Un financiador que me ofrece tal cosa debe estar majareta y si ha elegido todo con el mismo criterio el proyecto en su totalidad está amenazado de desastre.

Dos. Con mi falta de aptitud y preparación para una gesta semejante estoy condenado al fracaso poniendo en peligro la vida de mis compañeros de cordada.

Estas dos razones bastan para la gente consciente y honesta. Pero hay otra que resulta absolutamente decisiva para la práctica totalidad de las personas:

Tres. Dada mi falta de aptitud y preparación el inevitable fracaso conlleva poner en juego mi propia vida más allá de lo razonable.

Es decir, para que basten las dos primeras hay que ser consciente y honesto, en definitiva, hay que ser responsable a priori. Para la tercera basta la LOGSE, es decir, basta saber que uno va a asumir responsabilidades personales a posteriori y explica también por qué ni el más tonto aceptaría sin la debida preparación el puesto de comandante de vuelo de Iberia: va a ser que si tengo que ir en el mismo avión que yo piloto no mola nada. Por eso la última es tan importante en una sociedad como la nuestra.

En España esta tercera razón no existe. Punto y final. El señor Caruana, después de haber hecho oídos sordos a las advertencias de sus inspectores del Banco de España durante lo peor de la burbuja, vive un exilio dorado en Basilea. No tengo ninguna duda de que al señor Fernández Ordóñez le espera algo parecido, y al señor Rato, y a la señora Elena Salgado (ya lo estamos viendo) y a tantos y tantos que siendo incompetentes (no incompetentes en sí, sino para el difícil cargo que se les ofrecía) lo aceptaron sin remilgos, contribuyendo de una forma protagonista al hundimiento del proyecto España y poniendo en riesgo, si no la vida, al menos la mínima seguridad económica de millones de españoles compañeros de cordada... conscientes, eso sí, de que la suya no corría ningún peligro. Es más, conscientes de que su situación personal mejoraría bastante con independencia absoluta del resultado de su gestión.

La exigencia de responsabilidades es la prueba del nueve de cualquier sociedad que aspire a llamarse democrática, porque, aunque el que designe sea un iluminado, obliga al menos al designado a pensar en alguien más que en sí mismo a la hora de aceptar el cargo: a pensar también en su país y si podrá estar a la altura de lo que éste le pide. Ya que en un post anterior cité como ejemplo una reforma de Solón de Atenas, el fundador de la democracia, no está de más recordar otra muy importante: él fue el primero que abrió a la generalidad de los ciudadanos los tribunales de justicia, que inician con su reforma su extraordinaria andadura como instrumentos de control de las magistraturas y de exigencia de rendición de cuentas a sus titulares (lo que los anglosajones llaman accountability y que entonces se denominaba euthynai).

Así ha ocurrido en España en muchas épocas -no democráticas precisamente- de su historia: recordemos simplemente los juicios de residencia. La wiki nos explica el juicio de residencia fue un procedimiento judicial del Derecho castellano e indiano, que consistía en que al término del desempeño de un funcionario público se sometían a revisión sus actuaciones y se escuchaban todos los cargos que hubiese en su contra. El funcionario no podía abandonar el lugar donde había ejercido el cargo, ni asumir otro hasta que concluyese este procedimiento. Generalmente el encargado de dirigir el proceso, llamado juez de residencia, era la persona ya nombrada para sucederle en el cargo. Las sanciones eran variables, aunque frecuentemente consistían en multas.

Conforme a este principio habría que llamar al señor  Caruana y preguntarle por qué dejó cebar la burbuja tanto tiempo sin hacer nada. Y lo mismo con los demás. Pero el problema que tenemos en España es: ¿quién va a llamarlos?, ¿quién les va a pedir cuentas?...  ¿Los que tiene todavía más cosas que ocultar?

Si una democracia no sirve para garantizar la euthynai, accountability o rendición de cuentas, entonces es que algo falla en el sistema miserablemente.

*Rodrigo Tena es notario de Madrid. Editor del blog “¿Hay Derecho?”

Los recientes nombramientos como nuevo director de RTVE de un abogado del Estado perteneciente al círculo de amigos y compañeros próximo a la vicepresidenta del Gobierno, sin ninguna experiencia en este sector, y de un gobernador del Banco de España próximo a la edad de jubilación y que no podrá terminar su mandato, nos puede servir como casual piedra de toque para reflexionar sobre la política tradicional de nombramientos de éste y anteriores Gobiernos. Recordemos simplemente, al margen de los cargos ya mencionados, algunas recientes y sonadas designaciones de presidentes y consejeros de cajas, de embajadores, de jueces en tribunales internacionales, en el Tribunal Constitucional, en el Tribunal de Cuentas, etc., (por cierto, interesantes los nombres que se barajan para este último organismo, desde el hermano de un ex presidente del Gobierno hasta conspicuos ex diputados... viva la imparcialidad).