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¡Arrivano i comunisti!

Un paseo por los medios internacionales, en franco frenesí comentando las elecciones italianas en una coyuntura europea tan crítica como la actual, ha resultado esta semana

Un paseo por los medios internacionales, en franco frenesí comentando las elecciones italianas en una coyuntura europea tan crítica como la actual, ha resultado esta semana tan ameno como darse una vuelta por un parque temático. Desde la lectura de un rechazo frontal a Europa hasta el repudio de la austeridad llamada a contener la escalada de la deuda, ha habido histrionismo para todos los gustos.

Sin embargo, la distribución de voto -a tercios entre la izquierda de Bersani, la derecha de Berlusconi y el díscolo Grillo- es mucho más ortodoxa de lo que han reconocido los medios internacionales. De hecho, la reacción neta de mercados con caídas en las bolsas y el consiguiente aumento de ‘spreads’ ha sido bien eficiente. No ha habido mayorías suficientes y habrá que formar gobierno. Pero identificar esa dolencia circense de la política italiana con falta de voluntad y compromiso con el proceso europeo, está muy pero que muy lejos de la realidad. Esto de la diversidad es lo que pasa en las democracias y en esta nueva Europa en la que está todo por construir.

¡Que vienen los comunistas!

En primer lugar, la sorpresa de un Berlusconi que se daba por finiquitado se explica bien por su talante mediático, pero sobre todo por la urgencia de una buena parte de la sociedad italiana más conservadora y tradicional de evitar a toda costa la entrada en las cámaras de “los comunistas”, el PD de Bersani . Esta necesidad imperiosa ha superado con creces las reticencias fundadas en su perfil: octogenario, con varias causas judiciales pendientes y 20 años de gobierno sin resultados evidentes salvo un aumento notable de su patrimonio.

Todas las declaraciones excéntricas en campaña, desde la  equiparación de la judicatura con la mafia -¿se imaginan esto en Alemania?- a las posibilidades de considerar la pertenencia al euro tienen la misma credibilidad que un voto de castidad en plaza pública: niente. En última instancia, la posibilidad de ver una acción política desviada del pragmatismo al uso está paradójicamente en relación inversa con el tono de sus declaraciones variopintas. Aunque sólo sea por tener una fortuna de 8.000 millones de euros diseminada por toda Europa y esas varias causas abiertas. Nadie necesita más del "establishment"

Justo el estilo contrario de este otro contendiente, Grillo, cuya postulación principal consiste precisamente en despegarse de una forma muy particular  y tradicional de hacer política en Italia. Sin gastarse un euro ni aparecer en shows mediáticos, y sobre todo a través de las redes sociales, ha conseguido aunar el voto del hastío con un discurso díscolo pero consistente al hilo de los escándalos de Monte Paschi, Finnmecanica y Enel. Debido a su profesión de cómico, la asociación con el anti sistema está a pedir de boca, pero en rigor, su escasa concreción de propuestas ha flotado en un signo de declaraciones razonables. Y desde luego, no es Italia el país donde un referéndum sobre el euro -una posibilidad explicitada en su programa-, pueda presentar un mayor riesgo sistémico con una aprobación a pie de calle por encima del 70%.

Finalmente, el “dottore” Monti, acusado de representar los intereses de Bruselas y Frankfurt tras la deposición de Berlusconi en el otoño de 2011, ha decepcionado a muchos con su escaso 10%. Créanme, lo digo por experiencia en algún seminario cuando Monti era Comisario de Mercado Interior hace 10 años: es imposible encontrar una figura tan gris y con un discurso más soporífero. Es la antípoda más absoluta del carisma político “a la Italiana” y basta una intencionada identificación con los intereses de los acreedores (“el bedel de la Merkel”) de la que ha sido incapaz de desvincularse enérgicamente, para que su resultado electoral pueda considerarse un éxito.

Con este código de lectura interno, ni Italia desplanta a Europa ni Italia desconoce los niveles de deuda pública, máximos sobre la economía, 120% /PIB en cualquier comparativa internacional. ¿Estaría el bono italiano por debajo del 5% si cualquiera de estas imputaciones tuviera visos de realidad? Francamente lo dudo mucho.

Resacas del pasado y la fuerza de la costumbre

Y es que donde se le vuelve a ver la patita a esa prensa tendenciosa, sobre todo anglosajona, tratando de condicionar los mercados y minimizar el proyecto europeo, es en la pretensión de que no existe madurez democrática suficiente para hacer lo que haya que hacer. O que el surgimiento de minorías opuestas a ese consenso europeo será de tal dimensión que acabará  por hacer saltar todo por los aires. Pero en buena lectura, y repitiendo la pauta en todas y cada una de las elecciones habidas desde que estalló la crisis (Grecia, Portugal, España, Holanda, Francia y ahora Italia), lo cierto es que  también en Italia hay mayoría cualificada alrededor del centro a favor de Europa. ¿Ahora resulta que ni siquiera existe el derecho democrático  a calibrar y perfeccionar dónde pueda estar ese consenso europeo?  

Esta es la madeja de la historia, una cuestión de matiz, tan legítimamente democrática como técnicamente pertinente. Sin cuestionar la necesidad imperante de reducir deuda y recortar, ¿cuál es la velocidad de ajuste más apropiada? Curiosamente el consenso europeo, informado por la política de austeridad a ultranza de Frau Merkel difiere del consenso internacional, más proclive a suavizar la pendiente de ajuste fiscal. Técnicamente, y a falta de una unión fiscal y de riesgos en la que el mercado en soberanos sigue fragmentado (y cuyo efecto más perverso es el “crowding out” que se sufre en la economía real de la periferia), el multiplicador fiscal (el impacto en PIB relativo a acciones presupuestarias restrictivas) es superior a 1xx. En Román paladín: demasiada austeridad te mata. En esta línea está ya el propio FMI, institución ortodoxa donde las haya, y la propia Comisión a nivel interno, piano, piano.

El punto más histriónico esta semana en prensa especializada sugiere que se acabará cuestionando la efectividad del mecanismo contingente del BCE, las posible compras de bonos bajo el “OMT”. Desde una lectura miope de las elecciones, ahora la posibilidad de que Italia tenga que acudir al BCE es, no sólo alta sino subversiva, porque en ningún caso estaría dispuesta a transigir con la condicionalidad inherente impuesta por acreedores. Los presupuestos para que se llegue a una situación semejante son varios, acumulativos y, a vista de hoy, altamente improbables. Que el coste supere el 7% en el 10 años italiano, que lo haga sostenidamente en el tiempo, y que los italianos decidan que lo que hay que hacer no lo hagan ellos sino que se lo hagan otros.

De momento, aquí seguimos primeros en la cola con nuestro bono por encima del 5%. Recordemos que, comparando, allí no hay mucha deuda ni en familias ni en compañías -los ricos siguen siendo muy ricos-… y no es “zombie-land”. La deuda pública está amparada por superávit primario  en el presupuesto, cuenta corriente equilibrada y el ahorro interno más alto de Europa. El tejido de mediana y pequeña empresa es, además, fortísimo.

De estas y aquellas maneras

Y es que, no lo duden, en la perenne lucha por capital imperante en los mercados globales, con economías anglosajonas que tiran de bancos centrales sin rubor en un experimento sin referencia histórica alguna ( “guerra de divisas”, monetización de deuda…)  la palanca fácil es el divide y vencerás. Evitar posturas constructivas. A explotar tópicos: de un lado los vagos y gorrones del sur y de otro, el espoleo a la inflexibilidad y el repaso de lo grande que pudiera ser la factura de los rescates si todo salta por los aires.

El principio de integridad monetaria que sigue el BCE y la postura alemana es, a la larga, la mejor garantía para preservar la riqueza futura y el interés de los que vengan- “algo tan espurio”- estos días. Identifiquémonos. En última instancia, es como estar recibiendo lecciones de rehabilitación por parte de adictos: el discurso suena muy fluido, muy consistente, pero es artificial.

A costa de sangre, sudor y hierro, el diálogo europeo es cada vez más propio, de puertas adentro -¿saben dónde estaba el presidente Napolitano el día después de autos?- y aclarándose: la identificación de los desequilibrios por cuenta corriente y de competencia, con la crisis fiscal, se atenúa, como explicábamos aquí.

Tan legítimo es el objetivo de Frau Merkel de fortalecer la competitividad de un continente que malgasta en los capítulos social y administrativo y proteger el ahorro de su electorado, como lo es, en la periferia, el cuestionamiento de la velocidad de ajuste, la asimetría del mismo y la concentración de la carga en la esfera pública.

En Italia, que ha tenido más de 60 gobiernos en 60 años, es todo más difuso y hay mucho en el aire. La volatilidad, el vodevil de la vida pública es algo idiosincrático al proceso político, pero lo cierto es que siempre caen de pie. La iniciativa en la formación de gobierno la ha tomado Bersani. A todas luces, Berlusconi, o más precisamente, el centro derecha, es el complemento ideal para consensuar una agenda de reformas suficientemente consistente para que el gobierno haga media legislatura. Una propuesta coherente con el consenso europeo y suficientemente propia como para contribuir constructiva y legítimamente  al proceso. Y tiene pinta de que ni los lloros de "Nabucco", ni el sarao de "Cossi fan tutte".

Un paseo por los medios internacionales, en franco frenesí comentando las elecciones italianas en una coyuntura europea tan crítica como la actual, ha resultado esta semana tan ameno como darse una vuelta por un parque temático. Desde la lectura de un rechazo frontal a Europa hasta el repudio de la austeridad llamada a contener la escalada de la deuda, ha habido histrionismo para todos los gustos.