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Lecciones americanas para la reforma universitaria española
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Lecciones americanas para la reforma universitaria española

Ahora que se habla de reformar el modelo de universidad española, haríamos bien en fijarnos en que la fortaleza del modelo americano radica, a pesar de

Ahora que se habla de reformar el modelo de universidad española, haríamos bien en fijarnos en que la fortaleza del modelo americano radica, a pesar de que también presenta algunas sombras, sobre todo en la propia inexistencia de un modelo. En otras palabras, la principal característica de la universidad americana es su pluralidad, basada en la independencia de los centros y la ausencia de injerencias gubernativas, que suelen ser el talón de Aquiles de todos los intentos de reforma de la universidad española, incluido el actual.

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El modelo universitario norteamericano pasa por ser el mejor del mundo. De las 50 mejores universidades, 36 son estadounidenses. Es un buen dato, pero el éxito de la universidad americana no se debe sólo a estos centros de investigación, sino en su mayor parte a otro tipo de universidades que nunca aparecen en los rankings internacionales, y son la mayoría.

Estados Unidos cuenta con unas 3.500 universidades de las que únicamente unas trescientas pueden considerarse universidades de investigación, según la Fundación Carnegie. Ello equivale a decir que algo menos del 10% de las universidades americanas tienen un alto componente de investigación. Por tanto, es importante destacar que la mayoría de los estudiantes y de los profesores universitarios en Estados Unidos no estudia ni enseña en tales centros.

La importancia de estas 300 universidades es sobre todo cualitativa, ya que la mayoría de los profesores del resto de los centros han obtenido sus doctorados en alguna de ellas, lo que marca la pauta de aquello que se entiende por calidad educativa. Lo único que tiene en común la universidad norteamericana en su conjunto es, si acaso, la importancia otorgada a las Liberal Arts (o conjunto de materias de carácter genérico que contribuyen a conformar una personalidad librepensadora, así como una idea holística y experiencial de la educación, basada en que el estudiante tome decisiones dentro y fuera del aula).

Para empezar, en Estados Unidos la tipología de universidades no sólo tiene que ver con sus áreas académicas de especialización, sino también con su propia misión social y de servicio al estudiante y a la sociedad.

A grandes rasgos, existen cuatro tipos de universidades. La gran distinción se produce entre las research universities (las mencionadas universidades con un alto componente investigador) y las teaching universities (que podrían traducirse como universidades de enseñanza). En las primeras, el objetivo preferente de los docentes es la investigación, al entender que existe un vínculo fuerte entre esta y la calidad de la enseñanza, del que se beneficiarán los alumnos. En estas universidades, ya sean públicas o privadas, suelen servir los profesores más prestigiosos de cada área de conocimiento y es mayor la financiación proveniente de empresas o fundaciones privadas.

Profesores con un buen sueldo… y galardones

Es una concepción educativa que hoy por hoy en España estaría condenada al fracaso, ya que en nuestro país las empresas y organizaciones contratan a individuos por sus capacidades técnicas, nunca por el desarrollo general de sus capacidades intelectualesNo hace falta decir, en consecuencia, que los sueldos de los profesores son también significativamente más elevados y el mérito suele centrarse en la cantidad de artículos publicados en revistas de investigación o galardones recibidos. A pesar de que el número de alumnos por clase suele ser muy alto, las universidades de investigación suelen ser las instituciones más solicitadas por los estudiantes con mejores notas en high school, ya que en muchos casos tienen acceso a primeras figuras en su campo de estudio. Estas clases masivas se ven suplementadas por la configuración de grupos de estudio más pequeños que son dirigidos por estudiantes de posgrado en estos departamentos. Estos doctorandos, gracias a la experiencia acumulada, suelen conseguir su primer empleo docente a tiempo completo en otra universidad como forma de evitar la endogamia. Las universidades de investigación son también codiciadas por la calidad del networking, que pone a sus estudiantes en una situación de partida mejor a la hora de iniciar sus carreras profesionales.

En las “universidades de enseñanza” se hace mayor hincapié en la calidad de las clases, que suelen ser ofrecidas por profesores titulares y los grupos son más pequeños. En el caso de las universidades públicas, suele tratarse de instituciones de ámbito regional a las que suelen acudir estudiantes que han hecho menos méritos en la enseñanza media u otros atraídos por la existencia de un trato más estrecho y personalizado entre profesor y alumno. Un factor importante de fidelización de los estudiantes del propio estado es que la matrícula de estos es considerablemente más barata que la de aquellos provenientes de otros estados y que no han contribuido a la hacienda estatal. En estos centros la investigación ocupa un segundo plano, aunque también es un requisito para la promoción de los profesores.

Un tercer tipo de universidad son los Liberal Arts Colleges, o instituciones educativas cuyo currículo está pensado para proporcionar una cultura humanística amplia y el desarrollo del pensamiento crítico de los estudiantes en oposición a los planes de estudios más técnicos de otras universidades. Por ejemplo, Saint John’s College, en Annapolis, tiene un currículo consistente en el estudio de más de 100 autores representativos de la cultura occidental que se estudian a lo largo de cuatro años. En otras palabras, los estudiantes que acuden a Saint John's no buscan encontrar un trabajo determinado, sino salir de allí con una cabeza bien amueblada que les guiará el resto de sus vidas. Estas universidades suelen gozar de bastante prestigio, aunque no tengan programas de doctorado.

Una concepción educativa diferente

Conviene precisar que estos modelos de universidades no suelen ser casi nunca puros y abundan las instituciones híbridas, es decir, universidades públicas que ofrecen Liberal Arts Education y Liberal Arts Colleges que ofrecen majors o licenciaturas en determinadas áreas. En todo caso, esta es una concepción educativa que hoy por hoy en España estaría condenada al fracaso, ya que en nuestro país todas las empresas y organizaciones contratan a individuos por sus capacidades técnicas y nunca por el desarrollo general de sus capacidades intelectuales. En el modelo educativo y organizativo norteamericano es muy frecuente que personas que han estudiado una carrera específica se consideren candidatos aptos en otros campos de actividad si reciben la formación adecuada a cargo de la empresa.

Por último, existe un cuarto modelo de institución universitaria llamado Community College en el cual los universitarios pueden cursar los dos primeros años de su educación universitaria en un centro local para luego ser transferidos a una universidad o college. Durante estos dos años, los estudiantes cursan los llamados cursos de educación general, compuestos por un abanico de cursos de distintas materias (sociología, historia, religión, biología, etcétera), así como aquellos cursos requeridos para graduarse más tarde en otra universidad donde se especializan en un campo determinado. Esta opción, aquella a la que la Administración Obama está dotando de más fondos, es adecuada para aquellos estudiantes de rentas más bajas que no pueden permitirse pasar cuatro años fuera de casa.

Las sombras del modelo estadounidense

Las universidades estadounidenses pueden contratar libremente el profesorado, negociar sus salarios, crear nuevas titulaciones y no precisan ser acreditadas por una agencia gubernamental, sino por entidades independientesEl modelo americano no es perfecto y también presenta bastantes sombras. La misma masificación que se produjo en España en los años 80 tuvo lugar en Estados Unidos 20 años antes. La vida universitaria, que se desarrolla muchas veces en pueblos y ciudades pequeñas, propicia las rencillas menores y la formación de pequeñas redes clientelares. Problemas más serios derivan del hecho de que, a veces, los departamentos de las universidades se someten al dictado de las empresas en la realización de sus investigaciones o que una orientación excesivamente marketiniana guía las decisiones estratégicas (los empleados públicos mejores pagados de cada estado son con frecuencia los entrenadores del equipo de fútbol americano de la universidad de turno), en las que, a veces, lo accesorio, como disponer de unas instalaciones espectaculares, se impone a tener una plantilla suficiente de profesores para impartir todos los cursos requeridos.

Otro problema ha sido la generosa política crediticia del Gobierno federal, al conceder préstamos blandos a la mayoría de los estudiantes que los solicitan, lo que ha generado indirectamente una burbuja universitaria ya que tanto centros como estudiantes sienten que el maná del préstamo gubernamental siempre está ahí; los precios se han disparado un 50% por encima de la inflación durante los últimos diez años. Por último, el acceso en su mayor parte de los hijos de las capas de la población con más ingresos a las universidades de la Ivy League y similares ha erosionado el principio de la igualdad de oportunidades y ha empezado a crear oligarquías de las que América se creía a salvo.

Sin embargo, pese a sus defectos, si algo puede aprenderse del modelo americano es que la descentralización y especialización es positiva en un marco de competencia asociado a criterios de eficiencia. En Estados Unidos, ni el Gobierno federal, y en muy pequeña medida los Gobiernos de los estados, que aportan en muchos casos menos de la mitad de los fondos, regulan la actividad de las universidades aunque sean de titularidad pública. Ello hace que sean los propios centros los responsables de decidir sus destinos en función de su misión y elementos diferenciadores que las hacen relevantes.

Las universidades estadounidenses pueden contratar libremente el profesorado, negociar sus salarios, crear nuevas titulaciones y no precisan ser acreditadas por una agencia gubernamental, sino por entidades independientes. Su éxito o supervivencia no depende tanto del criterio de un conjunto de funcionarios o políticos, sino de la demanda de los estudiantes y la sociedad en su conjunto.

Las peculiaridades de la sociedad española son conocidas y resulta poco menos que ilusorio pensar que podemos tener una universidad a la americana. Hay demasiados privilegios adquiridos y hábitos culturales que lo harían imposible. Pero si algo puede aprenderse de la primera es que las universidades pueden tener distintos enfoques e identidades, ser excelentes sin ser de investigación y que su misión debe responder a la demanda social, no a los Gobiernos locales o nacionales. No estoy seguro de que el borrador de proyecto de reforma de la universidad española del Partido Popular, abiertamente intervencionista (por ejemplo, sigue manteniendo las acreditaciones públicas del profesorado e incluso pone filtros para dificultar que el no comunitario pueda llegar a ser funcionario), haya sido muy sensible a ello.

*César García es profesor en la Universidad Pública del Estado de Washington y autor del blog American Psique.

Ahora que se habla de reformar el modelo de universidad española, haríamos bien en fijarnos en que la fortaleza del modelo americano radica, a pesar de que también presenta algunas sombras, sobre todo en la propia inexistencia de un modelo. En otras palabras, la principal característica de la universidad americana es su pluralidad, basada en la independencia de los centros y la ausencia de injerencias gubernativas, que suelen ser el talón de Aquiles de todos los intentos de reforma de la universidad española, incluido el actual.