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Contraterrorismo en la era digital

El atentado contra el maratón de Boston pasará a la historia por muchas razones. Pero ninguna de ellas es su letalidad, la naturaleza de sus víctimas,

El atentado contra el maratón de Boston pasará a la historia por muchas razones. Pero ninguna de ellas es su letalidad, la naturaleza de sus víctimas, o el perfil de sus autores. Por desgracia, nuestras sociedades han experimentado manifestaciones mucho más brutales de la sinrazón terrorista.

Si hay algo nuevo en estos trágicos sucesos ha sido cómo la lucha contra el terrorismo se ha visto modificada profundamente por el cambio tecnológico de los últimos años. Cuando en la mañana del 15 de abril estallaron dos artefactos explosivos en plena muchedumbre, la policía estadounidense se encontró con el dilema de cómo afrontar una investigación que partía prácticamente desde cero.

Los agentes recurrieron a los procedimientos habituales en estos casos: revisaron las bases de datos policiales y de inteligencia en busca de amenazas específicas y conversaciones sospechosas, sondearon a confidentes, interrogaron a los testigos presenciales, analizaron los restos de los artefactos explosivos, y por supuesto, revisaron las grabaciones de las cámaras de seguridad. Sin embargo, el resultado fue desalentador. Cuarenta y ocho horas después aún no había ninguna pista valida que condujese hacia los autores.  Ni siquiera había una reivindicación pública de responsabilidad que permitiese descartar algunas de las múltiples hipótesis abiertas. Esta desorientación y la presión por obtener nuevos datos terminó provocando la detención errónea de algunos ciudadanos, incluyendo víctimas de los ataques.

Hace no demasiados años, esa misión hubiese supuesto un esfuerzo titánico de análisis humano que hubiese consumido semanas de trabajoSin embargo, los investigadores percibieron que en el escenario del crimen había algo potencialmente revolucionario: miles de personas tomando fotografías y vídeos de gran calidad desde sus cámaras y dispositivos móviles. La acción de este ejército de ojos digitales ya había dejado su huella en el tratamiento mediático de esta noticia. Los canales de televisión y las redes sociales de Internet se habían visto inundados de imágenes tomadas antes, durante y después de las explosiones. Deportistas que portaban cámaras, espectadores, residentes de la zona y trabajadores compartieron con el mundo sus propios recuerdos digitales de la tragedia.

Las grabaciones fueron la principal fuente de información para que los especialistas pudieran determinar la localización de los explosivos, su potencia, la coordinación entre ellos, e incluso su composición a partir del color y trayectoria  de la deflagración y el humo. El verdadero problema estaba en que esa reconstrucción parcial del atentado no aportaba demasiada información sobre quiénes eran los responsables y cómo llegar hasta ellos. La investigación parecía que había llegado a un punto muerto, o al menos no estaba avanzando a la velocidad necesaria para poder desbaratar otros posibles ataques. 

Las autoridades eran conscientes del potencial que tenía el material captado por los ciudadanos y decidieron hacer una arriesgada apuesta de crowdsourcing.  En vez de basar su trabajo exclusivamente en las fuentes de información de naturaleza confidencial, externalizaron la obtención de inteligencia en los ciudadanos. Las autoridades efectuaron un llamamiento público para que todos los presentes en el maratón les hiciesen llegar sus  registros de fotografía y video, con independencia de en qué momento y desde que ángulo fueron tomados. En pocas horas, la policía tenía miles de archivos a su disposición. El verdadero reto era cómo divisar el rostro de los culpables dentro de ese océano de caras, movimientos y sonidos.

Las autoridades eran conscientes del potencial que tenía el material captado por los ciudadanos y decidieron hacer una arriesgada apuesta de 'crowdsourcing'Hace no demasiados años, esa misión hubiese supuesto un esfuerzo titánico de análisis humano que hubiese consumido semanas de trabajo. Sin embargo, el contexto en el  que ha tenido lugar el atentado, también ha sido novedoso por los instrumentos disponibles para analizar cantidades masivas de datos. Los investigadores  recurrieron a programas informáticos de reconocimiento facial, alguno de ellos de naturaleza secreta. El software buscó  patrones biométricos sobre quienes estaban presentes y cuando, cuales fueron sus movimientos, donde apuntaban sus miradas y otro tipo de regularidades imposibles de sistematizar sin el uso de potentes equipos informáticos. El cruce de los resultados con los testimonios orales de las víctimas, permitió que en poco tiempo fuesen capaces de discriminar a dos personas dentro de la marea humana que abarrotaba el centro de Boston.

El siguiente paso, fue difundir las imágenes de los sospechosos y pedir nuevamente la colaboración ciudadana para identificarlos.  Desde ese preciso momento, los hermanos Tsarnaev fueron conscientes de que su tiempo se había agotado y que debían precipitar la huida. El resto de la historia es de sobra conocida.

Tras de sí dejaron sus escasas pertenencias, pero también sus identidades digitales. Una simple búsqueda en Internet delató sus perfiles personales en varias redes sociales, en las cuales habían quedado registrados sus gustos, opiniones y contactos. Otro tesoro de información que nos permitirá conocer quiénes eran realmente y por qué decidieron teñir de sangre inocente las calles de unas las ciudades más hermosas de Estados Unidos. 

*Manuel Ricardo Torres Soriano es profesor Titular de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Director del curso de Experto Universitario en Análisis del Terrorismo, Insurgencias y Movimientos Radicales de esta universidad.

El atentado contra el maratón de Boston pasará a la historia por muchas razones. Pero ninguna de ellas es su letalidad, la naturaleza de sus víctimas, o el perfil de sus autores. Por desgracia, nuestras sociedades han experimentado manifestaciones mucho más brutales de la sinrazón terrorista.