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Gibraltar y China

Lin Zexu es un nombre que dirá poco al lector español. Pero para el pueblo chino es el de un héroe nacional. En 1839 el emperador

Lin Zexu es un nombre que dirá poco al lector español. Pero para el pueblo chino es el de un héroe nacional. En 1839 el emperador Daoguang le encargó que pusiese fin al escándalo del comercio inglés del opio en el País del Centro, cosa que el mandarín, honesto y efectivo, hizo de manera fulminante. Para empezar destruyó cien mil kilos de opio, por aquel tiempo cultivado en la India.  Esto no gustó nada a la Corona inglesa, que despachó una pequeña flota de guerra con la que arrasó sin dificultad a la atrasada Armada china.

El fin de las hostilidades llegó con el Tratado de Nanjin (1842) y la cesión de Hong Kong, amén de otras claúsulas no menos humillantes. Hubo después otra guerra, tan desgraciada como la anterior, la segunda Guerra del Opio, que duró de 1856 a 1860 y en la que participaron también Francia y Rusia. Empezaba así el calvario de los tratados desiguales, que sólo se vino abajo con la fundación de la República Popular de China y, finalmente, con la retrocesión de Hong Kong y Macao.

¿Qué tiene que ver todo esto con Gibraltar?

Yo creo que mucho. China es contraria al orden colonial en todas sus formas y Gibraltar es una colonia. Por otra parte China es una superpotencia económica y en mi modesta opinión su manera de extender esa fuerza interior no es ni la germana ni la obsoleta militar angloparlante, dentro de la cual destaca la específicamente inglesa a la que le falta entender que el colonialismo es a las Relaciones Internacionales lo que la esclavitud a las relaciones laborales y que los sujetos de la descolonización no son los habitantes de la fortaleza sino los 47 millones de españoles, rehenes de la nostalgia de un Imperio ya ido. En punto a obsolescencia merece especial consideración la de su Asesoría Jurídica en el Ministerio de Asuntos Exteriores ya que dicen anteponer el derecho de autodeterminación a la integridad territorial cuando el derecho de autodeterminación cubre ambos supuestos. Sirve, en el caso de India, por ejemplo, para devolver India a los indios y en el caso de Alemania para reunificarla tras la ocupación soviética, según lo expresó la Asesoría Jurídica germana, que sí sabe lo que es el Derecho de Autodeterminación.

Frente a la proyección imperial/colonial de fuerza inglesa, obsoleta y vicaria, la concesión hispano china ofrecería el modelo voluntario/mercantilista/sinérgico de proyección pacífica de poder

Frente a tanta incompetencia, China tiene una visión nueva y moderna del ejercicio del poder y los que así pensamos tenemos una oportunidad de demostrarlo invitando a China a asentarse en el Campo de Gibraltar. El fundamento sería, primero político, ayudar a defendernos del mismo colonialismo que les hizo a ellos ceder Hong Kong, y segundo económico y estratégico, dotar a China de una base no militar, por supuesto, que asegurase su proyección europea y atlántica desde esa parte del mundo. Si Inglaterra puede ser una potencia mediterránea colonial no se ve la razón por la que China no pueda ser también potencia mediterránea en términos que hagan de Gibraltar, por comparación, lo que de verdad es: un parque temático. En lo referente a España, nos ayudaría al desarrollo de esa área económica y socialmente deprimida.

La forma que podría revestir la concesión española es debatible. La extensión del área a ceder o coadministrar también. Pero todo es cuestión de negociar. Lo más importante es señalar que España y China inaugurarían un nuevo paradigma. Frente a la proyección imperial/colonial de fuerza inglesa, obsoleta y vicaria, la concesión hispano china ofrecería el modelo voluntario/mercantilista/sinérgico de proyección pacífica de poder.

Por otra parte esa base sería para España un importante nexo de unión con la superpotencia del presente. El centro del mundo está en el Pacífico. Y el centro del Pacífico es China. Ampliaré un poco este concepto. España fue siempre -al menos a escala occidental, un país central. Lo fue con Roma, siguió siéndolo en los tiempos del Estado visigodo, Reconquista e Islam, y tuvo sus siglos de oro en el Renacimiento y Barroco gracias en lo cultural a Italia, en la que regía, y en lo estratégico al dinero de Ultramar, centralidad que mantuvo en el S. XVIII, gracias al flujo colonial de metales preciosos. La centralidad se acaba entre 1818 y 1868 dado el fracaso de la Revolución Industrial- que junto con el Acta de Asiento (1701) son las armas secretas de Inglaterra para acceder a su Siglo de Oro.

Cuando España volvió a intentar acceder otra vez al centro, ya con una incipiente modernidad en marcha, fracasó en 1931 y a la Guerra Civil le sucedieron cuarenta años de autoritarismo y aislamiento. Todavía hoy no estamos en la centralidad perdida. Traer a casa a China bajo los parámetros mencionados sería, pienso yo, una manera efectiva de empezar a volver a ella y de paso salirnos de la noria del “abrir la verja, cerrar la verja” y desarrollar el Campo de Gibraltar a través de un instrumento de vanguardia en las Relaciones Internacionales

*José A. Zorrilla es autor del libro “China, la primavera que llega”. (2006)

Lin Zexu es un nombre que dirá poco al lector español. Pero para el pueblo chino es el de un héroe nacional. En 1839 el emperador Daoguang le encargó que pusiese fin al escándalo del comercio inglés del opio en el País del Centro, cosa que el mandarín, honesto y efectivo, hizo de manera fulminante. Para empezar destruyó cien mil kilos de opio, por aquel tiempo cultivado en la India.  Esto no gustó nada a la Corona inglesa, que despachó una pequeña flota de guerra con la que arrasó sin dificultad a la atrasada Armada china.

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