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Ébola III: no es hora de buscar culpables
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Ébola III: no es hora de buscar culpables

El pasado siete de agosto, publiqué en este diario un artículo titulado ‘¿Tiene sentido repatriar a los infectados por ébola?’ en el que sostenía, además de

Foto: La ministra de Sanidad, Ana Mato (c), junto a la directora general de Salud Pública, y el director general de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid.
La ministra de Sanidad, Ana Mato (c), junto a la directora general de Salud Pública, y el director general de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid.

El pasado siete de agosto, publiqué en este diario un artículo titulado "¿Tiene sentido repatriar a los infectados por ébola?" en el que sostenía, además de mi más sincera y absoluta admiración por el misionero repatriado y todos los cooperantes, que creía que no tenía sentido hacerlo, por el riesgo de contagio, el coste de oportunidad y el precedente. Creo que fui quien abrió entonces este debate.

Aquel artículo provocó una inesperada reacción, que yo ni había previsto ni deseaba. Redacté un segundo artículo al día siguiente, que no llegué a publicar para evitar más ruido, aunque lo envié a algunos amigos. En él sostenía que el debate se había centrado en el coste de la repatriación y eso era un error. El coste ya estaba incurrido y lo fundamental en aquel momento era evitar el contagio, gastando sin complejos cuanto fuera menester, con aquel propósito.

Por desgracia, todo ha salido mal y me he atrevido a escribir de nuevo. Hoy lo real es:

1º.- Hemos incurrido en grandes costes. Lo menos importante.

2º.- No hemos conseguido salvar a nadie, para desgracia de los infectados, sus familiares y todo el país, que deseaba su recuperación. Lo más triste.

3º.- Hay un brote de ébola en España, y por lo tanto en Europa. Lo más preocupante.

No creo que sea este el momento de gastar energías buscando culpables, y siento una gran tristeza por la inmediata utilización política que se está haciendo de este asunto. La mayoría de los que ahora gritan contra el Gobierno nada dijeron cuando el resultado político de aquel movimiento de repatriación era incierto. Ahora que todo ha salido mal, se apunta al irresponsable juego de pedir la cabeza de la ministra, en lugar de brindar su apoyo para superar esta gravísima crisis.

Ese me parece, ahora, un comportamiento irresponsable. Ya habrá tiempo para buscar culpables. Atemorizar ahora a los gestores de esta crisis (había que ver sus caras en la rueda de prensa) con el posible coste político de esta desgracia provocará que estén dedicando más esfuerzo a la gestión política del episodio que a su gestión médica. Incluso buscar ahora explicaciones a qué ha pasado probablemente no aporte nada para evitar que la enfermedad se propague. Y ahora y durante las próximas semanas, mientras los demás partidos recuperan el buen juicio y brindan su apoyo al Gobierno, este no debe dedicar ni un minuto a nada que no sea tratar de bloquear la propagación de la enfermedad.

No obstante, a este Gobierno le queda mucho por hacer. La impresión que se desprende del episodio es de inesperada improvisación. Que una enfermera expuesta a un posible contagio haya tardado seis días en ser analizada después de dar los primeros síntomas, y además haya tenido que ir a un hospital no especializado en lugar de llamar al servicio que debía estar exclusivamente preparado para esta eventualidad y con todos los medios especializados necesarios, pone de manifiesto que no se había prestado suficiente atención al posible riesgo de contagio.

La rueda de prensa ofrecida por el gabinete de crisis ha sido un rosario de excusas. Pero al margen de todo ello, esta crisis debe ser cerrada de inmediato, y sus gestores deben dedicar a ello –y sin distracciones de la grada– todos sus esfuerzos, ya que las consecuencias de no tener éxito en este empeño serán terribles en términos de salud pública, coste social y consecuencias económicas.

Da la impresión de que Sanidad no quiere alarmar a la población, y es lógico, pero no podemos perseguir este problema con comportamientos políticamente correctos porque nos desbordará. Hay que atajarlo de inmediato, poniendo a los mejores gestores al frente del gabinete de crisis y permitiéndoles sobreactuar cuanto sea preciso. La propagación de un virus como el ébola en una sociedad moderna, con grandes aglomeraciones de población y nuestros sistemas de transporte, puede ser muy rápida, y debemos hacer todo lo necesario, insisto, sobreactuando cuanto sea preciso, para eliminar este brote.

Para ello creo que no debe haber límite en los recursos económicos ni en el coste político que este Gobierno debe estar dispuesto a comprometer. Hay que hacer lo que sea menester para frenar este brote. Ahora no podemos tener complejo de derrochadores. Hay que buscar el concurso de los mejores especialistas mundiales sin que sintamos herido el orgullo patrio, hay que movilizar a cuantos médicos españoles y europeos sea necesario, hay que formarlos en esos protocolos –cuya rigurosa aplicación está ahora en entredicho–, hay que definir e identificar la población de riesgo (probablemente lo más difícil y desagradable de esta fase de gestión) y hay que adoptar con ella cuantas medidas de aislamiento y vigilancia sean precisas para evitar la propagación del contagio.

Hay que tener disponibles los mejores equipos y material de traslado y aislamiento, y finalmente hay que tratar de conseguir, antes de que lo hagan nuestros vecinos, la mayor cantidad de las escasas vacunas que están disponibles en el mercado. Ya les daremos buen uso en África si finalmente no han sido aquí necesarias.

Ahora toca resolver este problema con criterios médicos valientes y ambiciosos y sin valorar su coste político a corto, comprometiendo cuantos medios técnicos y económicos sean necesarios y exigiendo a nuestras autoridades el máximo esfuerzo y rigor en la gestión de esta crisis, dándoles, por supuesto, nuestro apoyo. Ya habrá tiempo de pedir explicaciones.

Desde aquí también, mi admiración, cariño y respeto a la enfermera afectada y su familia y mis mejores deseos de recuperación.

El pasado siete de agosto, publiqué en este diario un artículo titulado "¿Tiene sentido repatriar a los infectados por ébola?" en el que sostenía, además de mi más sincera y absoluta admiración por el misionero repatriado y todos los cooperantes, que creía que no tenía sentido hacerlo, por el riesgo de contagio, el coste de oportunidad y el precedente. Creo que fui quien abrió entonces este debate.

Ministerio de Sanidad