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La teoría de la ventana rota y la corrupción en España

“Esto no puede seguir así”. Es probablemente la frase más oída en estos días. Todo el mundo pide justicia más inmediata, penas más graves… represión hacia

Foto: Agustín Juárez deja la alcaldía de Collado Villalba por la Operación Púnica. (EFE)
Agustín Juárez deja la alcaldía de Collado Villalba por la Operación Púnica. (EFE)

“Esto no puede seguir así”. Es probablemente la frase más oída en estos días. Todo el mundo pide justicia más inmediata, penas más graves… represión hacia los grandes corruptos. En teoría, el único remedio. No comparto el análisis. Es imposible no estar de acuerdo con las exigencias de ejemplaridad en el castigo a estos delincuentes. No obstante, en mi opinión, se está haciendo un diagnóstico simplista y facilón de un problema que, de seguir así, puede suponer la derrota de nuestro sistema.

La corrupción masiva no ha surgido porque todos los políticos sean una especie de rapaces destinados por la naturaleza al saqueo de lo público. La corrupción a escala ha surgido de un sistema que ha sido muy tolerante con la pequeña corrupción y que, además, ha eliminado todos los controles independientes que un Estado de derecho debería tener sobre su Administración pública.

Cuando un sistema permite que los funcionarios encargados de velar por lo público pierdan su independencia, y sus carreras profesionales estén al albur del politiquillo de turno, lo que está procurando es que ese funcionario se libre muy mucho de exigir honestidad a sus jefecillos. Cuando un interventor ya no es un titular de un puesto que ha superado una oposición nacional limpia, sino un interino que ha promocionado en una oposición autonómica, lo que se está procurando es que este sepa a quién debe un favor y cómo debe portarse. Lo mismo ocurre con jefes de servicio médicos, letrados, jefes de personal, etc. Funcionarios de toda índole cometen a diario el pecado de omisión (y algunos, desgraciadamente, el de acción) por no ver en peligro su futuro profesional.

Si quieren conocer el grado de heroísmo necesario para destapar un escándalo pregunten por Ana Garrido (primer denunciante de la Gürtel) en Boadilla del Monte. Esta situación de clientelismo en la Administración permite un estado de cosas que hace que las pequeñas corruptelas: contratar a conocidos, realizar pequeños favores, aceptar invitaciones etc… pasen a ser “lo normal”. Después solo hay que ir subiendo en escala hasta acabar en los grandes comisionistas de las obras públicas.

Vídeo: "Nunca imaginé que el precio por denunciar sería tan alto"

Es urgente recuperar esos pequeños controles. Es urgente que los funcionarios encargados del control vuelva a ser prestigiados permitiendo su acceso a esos puestos solo tras pasar oposiciones nacionales lo más desligadas y lejanas del control caciquil local. De esta manera ya no deberán favores a nadie. Es urgente eliminar la interinidad al máximo entre el funcionariado y que el acceso a esta interinidad, que ha de ser obligatoriamente breve, se realice mediante bolsas de empleo con criterios objetivos y eliminando los ‘perfiles’.

Es urgente que se restaure el principio de igualdad de mérito y capacidad para el acceso a los puestos directivos de la Administración y que la libre elección sea restringida al máximo. Es urgente reformar el régimen disciplinario de los empleados públicos y elaborar un nuevo código de buenas prácticas. Solo unos empleados públicos eficaces, bien pagados, orgullosos de sí mismos y con carreras independientes de la política asegurarán que se cree un clima de retorno a la moralidad en la Administración que haga más difícil la tolerancia hacia estas actitudes.

En los años 90, y a raíz de un famoso ensayo sociológico, La ventana rota, publicado por Kelling y Coles, el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, implementó un programa de tolerancia cero con la pequeña delincuencia que condujo a una drástica y progresiva reducción del crimen –también los grandes delitos– en la ciudad. Debemos reflexionar sobre la posibilidad de llevar a cabo un programa similar contra la corrupción en nuestro país.

Por otra parte, es simplista y tramposo pedir penas más duras y ejemplares en ruedas de prensa mientras se intenta desesperadamente controlar las carreras de los jueces encargados de imponerlas. Sin una separación radical de poder judicial y Fiscalía del poder político, nadie creerá en esas medidas regeneradoras.

Si no acabamos con la corrupción, ella acabará con nosotros. Todas estas medidas deben de ser llevadas a la práctica por unos legisladores nuevos que crean de verdad en la fuerza de las instituciones. Encargar la regeneración democrática al PSOE o al PP actuales es como encargar la restauración de las Meninas a la restauradora del Ecce Homo de Borja.

Por otra parte, esperar que algo bueno surja de quienes solo claman venganza y proclaman como un triunfo político el temor que ellos provocan es vana ilusión. Es la hora de devolver la fortaleza a las instituciones, no de derribarlas. Es la hora de la regeneración o de la derrota definitiva del Estado de derecho. Para eso hemos venido.

*Francisco Igea Arisqueta, afiliado 22214 de UPyD

“Esto no puede seguir así”. Es probablemente la frase más oída en estos días. Todo el mundo pide justicia más inmediata, penas más graves… represión hacia los grandes corruptos. En teoría, el único remedio. No comparto el análisis. Es imposible no estar de acuerdo con las exigencias de ejemplaridad en el castigo a estos delincuentes. No obstante, en mi opinión, se está haciendo un diagnóstico simplista y facilón de un problema que, de seguir así, puede suponer la derrota de nuestro sistema.