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Váyase Sr. Cebrián o el mito de Saturno
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Váyase Sr. Cebrián o el mito de Saturno

Como uno de los resortes imprescindibles para mover adelante este país es procurar una catarsis y renovación de nuestro capitalismo patrio, tan de castas y particular,

Foto: El presidente ejecutivo del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián. (E. Villarino)
El presidente ejecutivo del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián. (E. Villarino)

Como uno de los resortes imprescindibles para mover adelante este país es procurar una catarsis y renovación de nuestro capitalismo patrio, tan de castas y particular, hay que tirar a dar. En esta línea es difícil toparse con caso más sangrante que la permanencia del Sr. Cebrián como primer ejecutivo del Grupo Prisa después de haber presidido una de las debacles más trágicas del mundo corporativo español. Un auténtico paradigma de la irresponsabilidad fiduciaria, un escándalo en toda regla.

Más aún, precisamente por estar esa permanencia al amparo de la pérfida connivencia entre poderes mediáticos, financieros y políticos, sibilina y veladamente, es tanto más denunciable. En última instancia, la salud de una sociedad abierta, democrática y capitalista viene determinada por el vigor de la sociedad civil para llegar allí donde no alcanza el aparato sancionador de la mera legalidad.

Que vaya por delante: pongo estas líneas en una doble condición, como ciudadano que ha seguido con cierto interés –y perplejidad– la trayectoria profesional del sujeto en cuestión, y como inversor institucional, propietario de acciones de la compañía que sigue presidiendo. Adelantándome a inevitables suspicacias, recuerdo que uno de los derechos más legítimos de la sociedad capitalista es la defensa de la propiedad. Es un ejercicio este cuyo sentido, visto el aberrante uso que ha hecho de la responsabilidad fiduciaria, al Sr. Cebrián le debe resultar muy extraño... Y es que, en ese potaje turbio tan suyo que se ha cocinado, ese estilo de gestión, donde flotan por igual ínfulas intelectuales de altos designios con grupúsculos grasientos de ambición, falta el ingrediente imprescindible: ¡la responsabilidad sobre los propios actos!

El viacrucis de la empresa regida por el Sr. Cebrián, que en 12 años pasa de un valor por encima de 5.000 millones de euros a escasamente 400, comienza con el desmantelamiento de un imperio financiado con deuda de 6.000 millones, un imperio que nunca fue. Y todo a pesar de contar en sus inicios con toda la asistencia de los poderes públicos de turno. En una primera etapa, de la mano de su factótum, el Sr. Polanco, ya marcó maneras: licencias en radio y TV de pago, seguidas de la fusión de Sogecable con Vía Digital, y de nuevo, licencia, esta vez en abierto, para Cuatro.

Pero es en lo más álgido del ciclo pasado cuando coge marcha su tan particular 'Juego de tronos', donde a modo de valido vitalicio hace y dispone a su antojo con la idea de forjar un imperio mediático a lo Murdoch –con hechuras muy amateur, mucha negligencia y mucha soberbia–. Véanse si no las compras del grupo portugués Media Capital, en varias fases, o el enconamiento insólito por desplazar a una Telefónica, por entonces 20 veces mayor, del control de Digital. Atolondrada ambición que culmina con la nefasta oferta por la totalidad en lo peor de la crisis, verano del 2008. Nadie podía creerse que no tuviera vendido el activo por otro lado. Ironías del destino, es la propia Telefónica la que puede hacerse ahora con la totalidad del activo a un descuento monumental tras haber reventado el Sr. Cebrián el activo con la pésima gestión de la crisis del fútbol.

Y allá por el 2010, ya viendo la orejas al lobo, corre a las huestes del Wall Street más rapaz –un mundo al que mira con tanta devoción como ignorancia– haciéndose con la 'asistencia' de los Franklin y Berggruen, a los que firmó un expolio por la puerta de atrás. Por si fuera poco, en paralelo carga con las servidumbres de minoritarios en los mejores activos del grupo, Santillana y Radio. 'Juego de tronos', polvo en la estepa: difícilmente replicable un caso de tantos errores de gestión, y de tal magnitud.

A partir del 2011, se tira ya irremediablemente en brazos del estamento financiero patrio –sobre todo Santander y La Caixa–, que en sucesivas instancias, desde condiciones especiales en marcos de refinanciación hasta capitalizaciones de deuda, pasando por quitas implícitas en las compras reciente de deuda a descuento, tuvo como oportuno salvar la quiebra. Y todo ello rehogado con un sinfín de planes de negocio incumplidos. Con vergüenza o sin ella, se mueve espectacularmente bien en las distancias cortas.

Y finalmente está este verano la salida del Sr. Abril-Martorel, la persona que tuvo la suerte de embarcar para realizar una labor titánica, que se ha puesto encima de los hombros el reflotamiento del grupo y a la que, muy en su estilo sibilino, no hizo la vida fácil. Seis meses antes de cerrar la refinanciación, en el verano de 2013, "por decisión del Consejo" el Sr. Cebrián se perpetúa como presidente ejecutivo del grupo cuando no le tocaba, en una maniobra con todo el tufillo, si no de traición personal, sí de "malentendido muy doloso" –donde no basta la palabra dada–. El agradecimiento no es uno de sus fuertes. Sic transit gloria mundi.

¿Y el accionariado? Ahí tenemos a su vera, estupefactos, los accionistas históricos –familias Polanco y Pérez–, 9% del capital y con deuda, cuyo estupor –equivalente a su ruina– les impide cualquier exigencia de responsabilidad fiduciaria. Como invitados a la fuerza, en una ambigua neutralidad, a Santander, La Caixa y a Telefónica, con participaciones del 4-6%. Para todos ellos, el interés patrimonial en Prisa es una mota en el espacio comparado con el rédito que se recoge en la oportuna lisonja o la crítica dúctil en los medios del grupo. El último en llegar desde México, de su mano, con naturaleza de parcheo y algún expediente que otro, el Sr. Alcántara, 9%. Hoy por ti, mañana por mí, hasta que el desgaste en la debida diligencia de las funciones dominicales cuestione la integridad de todo el armazón institucional.

Como accionista le sugiero: váyase, Sr. Cebrián. La responsabilidad más genuina de un padre pasa por saber cuándo liberar a la criatura. Trascienda usted el mito de Saturno. Recoja el mensaje: su figura, como máximo ejecutivo al frente de la empresa, es un lastre para garantizar la viabilidad sostenible y poner en precio lo que queda. Sepa que si, habiendo salido de la UVI, siguen con un pie en el hospital, hasta que parta, su presencia es un estigma garantizado, un repelente para la atención de los mercados. Permita que los esfuerzos brutales de reestructuración que ha sufrido su plantilla, excelentes profesionales, lleguen a buen puerto. Y no se llame a engaño: si cuando puedan caer en su sitio un par de piezas que quedan en el puzle de la restructuración y la acción pueda, eventualmente, doblar o triplicar, no será más que un 'blip' despreciable en la singladura que muestra el gráfico de arriba.

Como ciudadano, lo mismo, váyase, Sr. Cebrián. Tome la iniciativa en un acto de responsabilidad social. Encarne en su persona la regeneración institucional y del tejido corporativo que este país tanto necesita. Ya juzgará la Historia la insólita combinación del posicionamiento desde la izquierda que ha marcado su línea editorial durante décadas: corrosivo y centrífugo en materia nacional –de aquellos polvos estos lodos...–, muy comedido de un tiempo a esta parte..., con el diagnóstico ecuánime, en internacional. Si, como dicen, goza usted de una senectud refrescada, pase página, dé ejemplo, deje el primer puesto ejecutivo y haga valer su arsenal intelectual y el cúmulo de relaciones en otros frentes. Hágase comisario europeo para Relaciones con Latinoamérica o algo así. O dedíquese a fomentar la articulación de una izquierda europea buscando las posibilidades de la socialdemocracia en una economía de mercado globalizada, que tanto se necesita. Seguro, ya ha aprendido que los mercados de capital son una institución mucho más compleja y eficiente que cuatro señores gordos fumando puro entre bastidores. Haga acopio positivo de su experiencia, pero, sobre todo, ¡sea responsable!

*Fernando Primo de Rivera García-Lomas. Armada Capital

Como uno de los resortes imprescindibles para mover adelante este país es procurar una catarsis y renovación de nuestro capitalismo patrio, tan de castas y particular, hay que tirar a dar. En esta línea es difícil toparse con caso más sangrante que la permanencia del Sr. Cebrián como primer ejecutivo del Grupo Prisa después de haber presidido una de las debacles más trágicas del mundo corporativo español. Un auténtico paradigma de la irresponsabilidad fiduciaria, un escándalo en toda regla.

Juan Luis Cebrián