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El político era el malo
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El político era el malo

Aparece estos días en nuestras carteleras un remake del musical Annie muy renovado. Movido, acaso, por una voluntad de adaptar la historia a los nuevos tiempos,

Foto: Vista general de la Asamblea de Madrid. (EFE)
Vista general de la Asamblea de Madrid. (EFE)

Aparece estos días en nuestras carteleras un remake del musical Annie muy renovado. Movido, acaso, por una voluntad de adaptar la historia a los nuevos tiempos, el director ha realizado numerosos cambios en el guion, uno de los cuales me ha resultado especialmente llamativo. Me refiero al nuevo atuendo escogido para vestir la parte siniestra del argumento: quien en la versión original era el hermano delincuente de la directora del orfanato, un malo malísimo, aunque divertido, que llegaba incluso a tratar de asesinar a la huerfanita Annie, en la versión actual es… el consultor político del protagonista, que ahora resulta ser un candidato a alcalde. Ese nuevo look de lo siniestro no se limita, por tanto, al trueque realizado en el papel del malvado. También la redención final, por parte del candidato, de esa querencia culposa hacia la política juega un papel importante en la trama.

Tras ver la película le di un par de vueltas al asunto. Pensé que había que entender al director: la cultura popular lo es en la medida en que conecta a las mil maravillas con el imaginario colectivo, y parece poco discutible que el imaginario asociado a lo político no pasa por su mejor momento. Porque es el propio oficio de político lo que está bajo sospecha.

Con este pensamiento rondándome por la cabeza cayó casualmente en mis manos una entrevista realizada a Mulay Hicham el Alauí, primo díscolo del rey Mohamed VI y tercero en la línea de sucesión al trono de Marruecos, que anda estos días por nuestro país para promocionar su recién publicado Diario de un príncipe desterrado, libro en el que revela las luchas de poder y las intrigas de la corte donde vivió desde su infancia. El llamado "príncipe rojo" marroquí explica lo que es el majzén, palabra árabe de donde deriva nuestro "almacén".

El majzén es la elite extractiva de Marruecos, un entramado de intereses creados, una tupida red clientelar que almacena la riqueza del país y le impide crecer, no sólo por lo que hace, sino por lo que no deja hacer; es decir, no sólo por lo mucho que roba, sino por la descomunal disfuncionalidad que inocula en el sistema, lastrándolo, incapacitándolo para generar riqueza. "El majzén es como un animal –dice Mulay Hicham–, una bestia que busca sobrevivir y reproducirse".

La lectura de la descripción que hace Hicham delmajzénme dejó sumido en una profunda melancolía… No tenía la sensación de estar leyendo una realidad exótica, lejana en el tiempo o en el espacio. Por el contrario, aquello me sonaba muy familiar, escandalosamente familiar.

Enseguida esas dos impresiones tan distintas se mezclaron en mi imaginación, confundiéndose de tal manera que parecían la misma cosa, como sucede en los sueños, donde cosas aparentemente inconexas conviven con total naturalidad. En mi mente ambas impresiones adoptaban la forma de sendas preguntas que, a pesar de ser diferentes, anunciaban la misma respuesta.

Fue unos días después, con la ayuda de Ignacio González, que pude atar cabos. El presidente me atacó hace poco más de una semana en sede parlamentaria acusándome de buscar titulares con mis ataques a la corrupción del PP y luego afeó mi trayectoria política, por incoherente, al haber pasado por otros dos partidos antes de militar en el que estoy.

En efecto, como señalaba el presidente, milité como simple afiliado durante años en el PSC, donde llevé mi crítica al sistema, del que formaba parte el que entonces era mi partido, hasta el extremo de hacerme acreedor de un expediente de expulsión. Recuerdo que, por entonces, los compañeros que estábamos en esa lucha contra el establishment del "oasis" –cuando en el resto de España todavía pensaban que Cataluña era en verdad un oasis, sin comillas– solíamos manifestar nuestra nostalgia por la política. Todos progresistas, y con muchas ganas de hacer bien las cosas, nos veíamos empantanados en una batalla que no nos apetecía en absoluto: para poder hacer política en Cataluña había que desmontar primero el entramado del poder extractivo, que en aquella región estaba unido sin fisuras gracias a la amalgama del catalanismo.

Luego, mi paso por Ciudadanos fue fugaz. Conocía demasiado bien al PSC como para no acertar a ver que el "nuevo" partido incorporaba a una velocidad supersónica los vicios de los partidos viejos de siempre. No me resultaba difícil imaginar un escenario en el que ese joven partido, ya viejo prematuro, encajara divinamente entre los del régimen… sin que nada cambiase. Cuando pensé que ya había cumplido con mi deber cívico en política, apareció un nuevo proyecto cuya propuesta progresista, de radicalismo democrático y transparencia hizo que continuase activo.

Siendo esta mi trayectoria política, ¿por qué le pareció incoherente al presidente de mi Comunidad? En esa colisión entre lo que González y yo podemos considerar incoherente en política debía estar la clave que une el remake de Annie con la denuncia del majzén de Mulay Hicham… Al final resolví el problema que me rondaba, y para decirlo con la terminología del Wittgenstein del Tractatus, no se trataba de un problema, sino de un pseudoproblema, una simple "confusión lingüística".

El problema es que utilizamos la palabra"político" con muy poco rigor. ¿Por qué lo llamamos "político" cuando queremos decir otra cosa, por ejemplo "carne de presidio"? Si el político de Annie era el malo, no era por ser político, sino por ser ladrón. Si la elite extractiva del PP se parece tanto al majzén descrito por Mulay Hicham, no es porque son políticos, sino porque son un gang, una cleptocracia. Conviene tener esto muy en cuenta para no ceder a los cantos de sirena de los populistas.

Cuando oigo a estos enfrentar la política a "la gente", pienso siempre en el consejo de aquel generalísimo: "Hagan como yo, no se metan en política". Hay que meterse en política hasta el cuello, reivindicarla y quitarla de las manos de los malos políticos, desmantelando el sistema que ha propiciado su latrocinio, renovando las instituciones para que no tengan cabida en ellas. No es sólo una cuestión de caras jóvenes o caras viejas, sino de vieja o nueva política. Desatascando el sistema las posibilidades de este país son enormes: la situación no es irreversible para los españoles en la medida en que acertemos a distinguir quién resulta más creíble para llevar a cabo esa labor.

*Ramón Marcos escandidato de UPyD ala presidencia de la Comunidad de Madrid. Desde 2011, es diputado autonómico.

Aparece estos días en nuestras carteleras un remake del musical Annie muy renovado. Movido, acaso, por una voluntad de adaptar la historia a los nuevos tiempos, el director ha realizado numerosos cambios en el guion, uno de los cuales me ha resultado especialmente llamativo. Me refiero al nuevo atuendo escogido para vestir la parte siniestra del argumento: quien en la versión original era el hermano delincuente de la directora del orfanato, un malo malísimo, aunque divertido, que llegaba incluso a tratar de asesinar a la huerfanita Annie, en la versión actual es… el consultor político del protagonista, que ahora resulta ser un candidato a alcalde. Ese nuevo look de lo siniestro no se limita, por tanto, al trueque realizado en el papel del malvado. También la redención final, por parte del candidato, de esa querencia culposa hacia la política juega un papel importante en la trama.

Política PSC UPyD Ignacio González