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Elecciones en Israel: lógica contra titulares
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Elecciones en Israel: lógica contra titulares

Las encuestas que pagaban ciertos grupos, y artículos periodísticos en importantes medios, pintaban un cambio inminente que parecía más fruto de sus deseos que de los ciudadanos que han votado

Foto: El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en Jerusalén (Reuters)
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en Jerusalén (Reuters)

Las elecciones de Israel han tenido un resultado sorprendente, con el primer ministro Benjamín (Bibi) Netanyahu como inesperado vencedor y su partido conservador Likud en disposición de formar una sólida mayoría de gobierno con otras fuerzas de la derecha.

Sorprendente e inesperado porque los sondeos desde hace unas semanas proclamaban el potencial triunfo de la izquierda, junto con el imparable resurgir electoral de la minoría árabe. Todo ello basado en artículos periodísticos que en Israel y el extranjero nos pintaban una sociedad hastiada de las posiciones "ultras" de los conservadores y su líder y lista para un cambio progresista. Esa supuesta nueva mayoría israelí estaba más enfocada en aspectos sociales y decepcionada con la economía, ansiaba ofrecer amplias concesiones preliminares para sentarse a negociar con los palestinos y estaba en desacuerdo con la supuesta neurótica obsesión de Bibi contra la amenaza nuclear iraní, que ponía en peligro la privilegiada relación de Israel con los EEUU. La tozuda realidad ha destrozado esta narrativa.

Cabe ahora preguntarse cómo y por qué, tanto dentro como fuera de Israel, encuestas que encargaban y pagaban ciertos grupos y artículos periodísticos en importantes medios que pintaban un cambio inminente parecen haber estado reportando la realidad política a la que muchos de ellos aspiraban, y no la de los ciudadanos que han depositado su voto. Sobre este posible intento de manipulación masivo sabremos más, sin duda, en los próximos meses cuando, entre otros, el Congreso norteamericano avance su investigación sobre indicios de connivencia de la Administración Obama con grandes fortunas interesadas en cambiar la realidad política israelí y hacerla más acomodaticia a los planes de la Casa Blanca.

Esta mañana alguien en Washington DC leyó titulares inesperados sobre a quién han votado los israelíes, y el desayuno no le habrá sentado bien

Entonces, qué han votado los israelíes: pues por algo intuitivamente más obvio y natural.

La sociedad israelí sigue buscando la centralidad en temas desarrollados por el anterior Gobierno: desde la incorporación de las comunidades ortodoxas al ejército y la vida económica al desmontaje de ciertos oligopolios privados. La cuestión de la carestía de la vida, sobre todo la vivienda, sigue siendo un problema a pesar del éxito económico del país, con altas tasas de crecimiento basado en la alta tecnología. Eso ha llevado a muchos a votar a partidos centristas que han hecho de estos temas el foco de sus campañas.

En el conflicto con los árabes han dicho lo que estudios serios nos llevan tiempo contando: mientras tres de cada cuatro ciudadanos prefieren en último término la solución de dos estados, menos de la mitad la ven viable. O sea, que no creen en la sincera voluntad de paz de la parte árabe y sus dirigentes. Nada sorprendente considerando que la Autoridad Palestina, un día sí y otro también, glorifica el terrorismo, homenajea a los suicidas, educa en el odio y demoniza a los judíos, siempre buscando nuevas excusas para no sentarse a negociar. Y esos son los "moderados". Los islamistas de Hamas, probablemente su mayoría electoral (si hicieran elecciones) amenaza, lisa y llanamente, con la destrucción de Israel y el aniquilamiento de sus ciudadanos.

Y mientras también a nosotros nos parece natural y humano que los somalíes quieran tener su propio estado, nadie votaría por tener a un estado fallido somalí gobernado por yihadistas agresivos a 20 minutos en coche de Madrid. Visto así, la postura mayoritaria Israelí ya no resulta tan incomprensible, ¿no?

En cuanto al problema nuclear iraní, el electorado ha respaldado la postura de su Primer Ministro: es inaceptable que un régimen como el de Teherán, que amenaza con destruir a Israel y patrocina grupos terroristas contra el estado judío (y contra todo Occidente) tenga la bomba nuclear. Y ha llegado a la conclusión de que la administración Obama no quiere, no sabe o no puede impedirlo.

La perspectiva de un acuerdo por el que en 10 años los mullahs integristas no tengan restricciones para desarrollar un masivo arsenal nuclear les resulta tan inasumible como lo debería ser para nosotros. Sólo que los israelíes parecen dispuestos a apoyar que su gobierno haga algo al respecto, evitando una general nuclearización, desde Marruecos al Golfo Pérsico. Y si eso lleva a incomodar al Presidente Obama y las poderosas fuerzas que apoyan su política al respecto, pues sea.

Esta mañana alguien en Washington DC leyó titulares inesperados sobre a quién han votado los israelíes para que les represente como Primer Ministro y el desayuno no le habrá sentado bien. Paradójicamente, en muchas capitales árabes ese resultado habrá sido bienvenido pues la lucha contra el yihadismo conserva un fuerte baluarte y el expansionismo iraní seguirá siendo denunciado y confrontado.

*Ángel Mas es Presidente de ACOM (Acción y Comunicación sobre Oriente Medio, Premio Or Janucá 2014)

Las elecciones de Israel han tenido un resultado sorprendente, con el primer ministro Benjamín (Bibi) Netanyahu como inesperado vencedor y su partido conservador Likud en disposición de formar una sólida mayoría de gobierno con otras fuerzas de la derecha.

Sorprendente e inesperado porque los sondeos desde hace unas semanas proclamaban el potencial triunfo de la izquierda, junto con el imparable resurgir electoral de la minoría árabe. Todo ello basado en artículos periodísticos que en Israel y el extranjero nos pintaban una sociedad hastiada de las posiciones "ultras" de los conservadores y su líder y lista para un cambio progresista. Esa supuesta nueva mayoría israelí estaba más enfocada en aspectos sociales y decepcionada con la economía, ansiaba ofrecer amplias concesiones preliminares para sentarse a negociar con los palestinos y estaba en desacuerdo con la supuesta neurótica obsesión de Bibi contra la amenaza nuclear iraní, que ponía en peligro la privilegiada relación de Israel con los EEUU. La tozuda realidad ha destrozado esta narrativa.

Cabe ahora preguntarse cómo y por qué, tanto dentro como fuera de Israel, encuestas que encargaban y pagaban ciertos grupos y artículos periodísticos en importantes medios que pintaban un cambio inminente parecen haber estado reportando la realidad política a la que muchos de ellos aspiraban, y no la de los ciudadanos que han depositado su voto. Sobre este posible intento de manipulación masivo sabremos más, sin duda, en los próximos meses cuando, entre otros, el Congreso norteamericano avance su investigación sobre indicios de connivencia de la Administración Obama con grandes fortunas interesadas en cambiar la realidad política israelí y hacerla más acomodaticia a los planes de la Casa Blanca.

Israel Benjamin Netanyahu