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Tres tristes juegos

La política es un amplísimo muestrario de juegos en los que es determinante su carácter repetitivo: si un jugador engaña a otros, perderá su confianza y le resultará más difícil el siguiente movimiento

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Una mente maravillosadio a conocer la teoría de juegos a través de la vida de John Nash, premio Nobel de Economía recientemente fallecido. Esta disciplina se formalizó matemáticamente en el último siglo, pero de manera más intuitiva forma parte del acervo humano desde que existen guerras, comercio, infidelidades o política, es decir, desde que fuimos expulsados del Paraíso.

Un “juego” es un proceso de decisión donde las posibles ganancias (incentivos) de unos pueden ser o no conocidas por los otros (información completa o incompleta), las partes pueden negociar previamente un contrato (juego cooperativo) o no, y “mover ficha” de forma simultánea o sucesiva, entre otras variantes para las que la teoría ofrece estrategias para sacar el mayor beneficio o limitar el riesgo.

No todas las jugadas tienen la misma trascendencia, y en ocasiones puede compensar romper la baraja, echar un órdago e incluso intentar volcar la mesa

La actualidad política es un amplísimo muestrario de juegos en los que resulta determinante su carácter repetitivo: si un jugador engaña a otros (sean dos partidos que pactan o el gobernante a sus electores) perderá su confianza y le resultará más difícil el siguiente movimiento. Pero no todas las jugadas tienen la misma trascendencia, y en ocasiones puede compensar romper la baraja, echar un órdago e incluso intentar volcar la mesa. Tres juegos en marcha nos demuestran el peligro de una “suma cero” entre partidos (los escaños que no gane uno se los llevará otro) donde los ciudadanos tenemos mucho que perder.

1. Cataluña

Pese a disponer de un contrato (la Constitución) que prevé incluso su mecanismo de reforma, llevamos años bailando entre quienes niegan su validez y quienes no se atreven a aplicarla. El juego de los derechos ha quedado suspendido ante una partida política donde se hace creer que perderá el primero que golpee demasiado fuerte. Puede verse en la lentitud del Gobierno y de la Fiscalía ante una desobediencia al Tribunal Constitucional, o con la última pirueta de los nacionalistas de intentar estar fuera y dentro de la pista (y de las listas). Tanto nadar y guardar la ropa permite prever que en las elecciones del 27-S no ocurrirá nada, tampoco para sus más de 750.000 parados.

2. Grecia

Cuando la teoría habla de “información incompleta” se refiere a que unos jugadores no conocen lo que sabe el otro.¿Pero qué ocurre cuando buena parte de los protagonistas no tienen muy claro ellos mismos si les conviene o no el “Grexit”? Así no hay estrategia racional que valga y, tal como está ocurriendo, se produce un movimiento caótico donde el resultado final puede variar radicalmente solo porque el reloj se pare una hora antes o después.

En cualquier caso, pocos aceptan como una lección de democracia el haberse levantado de las negociaciones y plantear un referéndum fuera de plazo sobre una propuesta que ya no era válida, aunque, llegados a ese punto, los griegos tuvieron olfato de jugadores con un “no” que les debía dar cancha para seguir negociando. Pero olvidaron que no eran los últimos en mover ficha ya que los demás países también tienen un electorado al que rendir cuentas y, sobre todo, arriesgaron al ponerse en manos de un gobernante cuyos incentivos (mantenerse en el puesto) pueden no coincidir con lo que conviene al país.

3. España

Los pactos tras laselecciones autonómicas y locales se han querido leer como posibles anticipos de lo que ocurrirá en las generales, pero se trata de situaciones muy distintas. La cita de final de año será más importante y además no se prevé volver a las urnas hasta 2019, salvo en Galicia y el País Vasco. En consecuencia, el factor de repetición se desvanece, y cambiarán radicalmente los incentivos para pactar (probarse en el ejercicio del poder, demostrar que se contribuye a la estabilidad del sistema) o para no hacerlo (presentarse como la única alternativa, no querer mancharse).

Quien logre ser investido difícilmente podrá ser apartado del cargo en cuatro años, dado que una moción de censura debe ser constructiva (es decir, se debe formar una mayoría absoluta en torno a un candidato alternativo). ¿Qué partido minoritario se prestará así a ser muleta no para unos meses y por interés propio, sino por toda una legislatura en la que se le reprocharía complicidad con un gobierno del que no forma parte?

Debemos exigir una información más completa sobre si pactarían y con quién, qué propuestas forman el núcleo de su programa y cuáles serían negociables

Tal como se establecieron alianzas negadas hasta la víspera del 24-M, tras las generales es probable que se instale en la Moncloa el primer gobierno de coalición desde la Transición, que podría además provocar la ruptura de algún matrimonio de conveniencia a nivel autonómico. Otro posible escenario también sería inédito a nivel estatal: un bloqueo en la investidura que obligase a repetir las elecciones –cambiando quizá alguna formación su candidato a presidente– y conduciría sin duda a una concentración de los votos en los dos primeros partidos (es decir, ir volviendo al bipartidismo aunque quizá ya no con los mismos de antes). Y, de por medio, un sistema electoral pensado para apuntalar la lista más votada pero que, ante el tetrapartidismo, se convierte en una ruleta rusa donde los electores no saben si sigue existiendo el voto útil.

Ante un juego que ha cambiado, los ciudadanos debemos exigir a los partidos políticos una información más completa sobre si pactarían y con quién preferirían hacerlo, qué propuestas forman el núcleo de su programa y cuáles serían negociables. Y, por lo tanto, desconfiar de quienes durante la campaña solo proclaman “que salen a ganar”, porque después argumentarán un “principio de realidad” para hacer lo que les convenga de espaldas a los electores.

*Víctor Gómez Frías, profesor titular en ParisTech, es miembro del Foro Más Democracia

Una mente maravillosadio a conocer la teoría de juegos a través de la vida de John Nash, premio Nobel de Economía recientemente fallecido. Esta disciplina se formalizó matemáticamente en el último siglo, pero de manera más intuitiva forma parte del acervo humano desde que existen guerras, comercio, infidelidades o política, es decir, desde que fuimos expulsados del Paraíso.