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Amigos, romanos, conciudadanos

El problema de España no es Cataluña, sino el de una sociedad en la que existe el convencimiento generalizado de que la justicia no es igual para todos, de que las oportunidades son siempre para unos

Foto: Efectivos de la Guardia Civil abandonan con cajas el Ayuntamiento de Figueres tras el registro en el marco de la operación Petrum II. (EFE)
Efectivos de la Guardia Civil abandonan con cajas el Ayuntamiento de Figueres tras el registro en el marco de la operación Petrum II. (EFE)

Querido Ferran,

¿Hace ya cuantos años que nos conocemos? Algunos veinte, otros quince, otros menos. Muchos, en cualquier caso. Hemos compartido congresos, cenas, noches interminables de fiesta y algunos centenares de kilómetros en bicicleta. Aún recuerdo aquella subida a la tachuela de Castrojeriz, en nuestra primera etapa del camino, con Josep María inmutable con el pulsometro avisándole de los 150 latidos por minuto que había alcanzado su infatigable corazón. Hemos peleado por llevar nuestra especialidad, la endoscopia digestiva, a los más altos niveles de calidad. Durante todos estos años hemos hemos trabajado, reído, sudado, bailado y a veces hasta llorado juntos.

Durante todos estos años hemos luchado porque nuestra sociedad científica se alejara de prácticas corruptas, se alejará del clientelismo y se acercará a la excelencia. Hemos combatido por abrir la sociedad a los mejores, por acabar con el amiguísimo y la medianía. Hemos conseguido acercar, entre todos, nuestra especialidad a los estándares europeos e internacionales. Nuestros artículos, nuestras guías, se publican ahora en Endoscopy o en Gastrointestinal Endoscopy. Nuestros congresos están más llenos que nunca y el nivel de la endoscopia española no tiene nada que envidiar al de ningún país europeo. La endoscopia dejó de ser una tortura para muchos españoles gracias a que algunos nos empeñamos en recorrer juntos todas las tierras de nuestro país con el carromato de la sedación. Crecimos juntos, mejoramos juntos, triunfamos juntos.

Y esto fue posible porque nos dimos una norma no escrita: Tratarnos como iguales. Nada importaba nuestra procedencia. Nada importaba el tamaño de nuestro hospital ni su historia. Uno valía lo que aportaba, lo que proponía, lo que innovaba. Alcázar de San Juan era tan importante como el Clinic de Barcelona, Palencia tan relevante como Vall de Hebron. Algunos temían más capacidad, por medios y por historia acumulada, pero nadie era más que nadie si no lo demostraba con su trabajo y su evidencia científica. Durante todos estos años hemos ido forjando no sólo una sociedad, sino una amistad que a pesar de circunstancias y alejamientos temporales ha quedado marcada para siempre en nuestros corazones.

Es en ese clima de desconfianza, en el enfado permanente, donde siempre nadan bien los oportunistas, los dispuestos a echar la culpa al otro

Ahora nuestro país se enfrenta a un difícil reto porque hay quien no sabe que los afectos solo nacen del trato justo e igualitario. Hay quien no sabe que no es posible permanecer juntos sin que todos se sientan tratados con equidad. Porque ese es el problema de España. El problema de España no es Cataluña. El problema de España es el de una sociedad en la que existe el convencimiento generalizado de que la justicia no es igual para todos, de que las oportunidades son siempre para unos. El problema de España es ese sentimiento generalizado de corrupción y clientelismo que emponzoña la convivencia. Es en ese clima, en el enfado permanente, donde siempre nadan bien los oportunistas, los dispuestos a echar la culpa al otro, los que desde uno y otro lado buscan enfrentarnos en la plaza para que nadie mire cómo desde el palco ellos se siguen fumando sus puros. No hay nada como una llamada al combate por las esencias patrias para conseguir que todo el mundo gire la vista al paso de los ejércitos ondeando sus flamantes banderas y evitar así que miren hacia quienes hacen negocio ilícito. Los de siempre se forrarán mientras los demás pondrán las bajas.

Por eso algunos proponemos una reforma que consiga devolver a nuestro país la sensación de justicia y de equidad entre todos los españoles. Por eso algunos no llamamos al combate entre nosotros, si no al combate contra el clientelismo y la corrupción. Por eso algunos no tenemos enemigos personales ni creemos en los bandos. Por eso, y solo por eso, decidí abandonar por un momento la vocación que ha llenado mi vida y acompañar en esta aventura a otros catalanes y españoles de bien como vosotros.

Porque nada ni nadie conseguirá convencerme de que Ferran, Enriq, Josep María y yo no somos, como diría Marco Antonio, "amigos, romanos, conciudadanos".

* Francisco Igea Arisqueta es exvocal de la Junta de la Sociedad Española de Endoscopia Digestiva y candidato al Congreso por Ciudadanos en Valladolid

Querido Ferran,

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