Es noticia
Terrorismo y lecciones no aprendidas
  1. España
  2. Tribuna
Tribuna EC5

Tribuna

Por

Terrorismo y lecciones no aprendidas

Todos los análisis militares y de geoestrategia coinciden en no reconocer mucho más de 30.000 efectivos al Daesh

Foto: Barack Obama y François Hollande. (Reuters)
Barack Obama y François Hollande. (Reuters)

Los atentados terroristas de París sorprendieron a los líderes de las principales economías del mundo la víspera de partir para una nueva sesión del G-20 en Antalya (Turquía), obligándoles a hacer un hueco en la agenda del evento y adoptar una declaración conjunta suficientemente genérica como para dar satisfacción a todas las partes afectadas, que no implicadas, en el conflicto sirio. Ya entonces, dada la intervención oportunista de algunas de las potencias allí reunidas, pero más aún hoy, tras el enfrentamiento entre dos de los estados supuestamente participantes en la lucha contra el Daesh, no cabe duda acerca de los errores de enfoque en la lucha contra esta nueva ola de atentados terroristas, a la que incluso se intenta arrastrar a la OTAN, invocando Turquía el mecanismo de consultas previsto en el artículo 4 de su carta constitutiva.

La génesis de la situación es bien conocida, siendo el detonante más próximo el estancamiento primero, y la posterior evolución del conflicto sirio. Las respuestas estatales a la situación son una muestra clara de una lección que estos parecen resistirse a aprender, a pesar de las evidentes similitudes, tanto en la gestación como en los resultados, con las intervenciones en Afganistán e Irak y su influencia en la cochura y maduración de Al Qaeda. Y he aquí el monstruo que el conflicto no ha engendrado, pero sí alimentado.

Los errores reiterados son muchos en todo caso. El primero, sin duda, poner reiteradamente el énfasis en la represión y no en la prevención. Los 17 convenios internacionales en materia de lucha contra actos considerados terroristas tratan solo de la represión de dichos actos, pero no de la prevención, con la honrosa y única excepción del Convenio de Prevención del Terrorismo del Consejo de Europa, pendiente aún de ratificación por parte de seis estados miembros de la UE, incluidos Bélgica y el Reino Unido, hecho finalmente subsanado con su ratificación por parte de la UE en tanto que tal, obligando pues también a estos socios comunitarios 'reticentes'. Pero esa firma no ha sido pacífica.

Es vital aprender del error de llegar a tal callejón sin salida, insistir en que esta solución no debe ser sino coyuntural y supervisada por la ONU

Todos los análisis militares y de geoestrategia coinciden en no reconocer mucho más de 30.000 efectivos al Daesh. Si se tiene en cuenta que este ha conseguido reclutar para sus filas una cifra que ronda los 15.000 combatientes, 5.000 de ellos, nacionales europeos, no se comprende la falta de interés de los estados por atender la urgente llamada a la cooperación hecha por Naciones Unidas en septiembre de 2014 para combatir el reclutamiento de combatientes extranjeros. Tan solo de nuevo el Consejo de Europa negoció y abrió a la firma el pasado mes de octubre un protocolo adicional que obliga a los estados a criminalizar en sus respectivos sistemas penales este tipo de conductas, siendo en este sentido el código penal español pionero, ya que no solo se adelantó a esta iniciativa conjunta, sino que añadió a ello la penalización del “autoadiestramiento” o “autorradicalización".

La resistencia de una serie de socios comunitarios puso en peligro la ratificación por parte de la UE tanto del Convenio de Prevención (requisito previo) como del Protocolo adicional, primera y única respuesta a la voz de Naciones Unidas que clama en el desierto. De hecho, dicha ratificación solo fue posible a cambio de permitir el uso de la cláusula de 'opting out' por parte de los miembros de la UE que así lo deseasen para quedar libres de compromiso. Una pista importante esta para entender por qué el presidente Hollande, a fin de hacer aliados en su lucha contra el Daesh, ha recurrido a una disposición que se enmarca en la política europea de seguridad y defensa de la UE, un terreno movedizo y poco obligatorio para los socios comunitarios, en lugar de invocar la cláusula de solidaridad prevista específicamente para casos de ataques terroristas y que el Tratado de Lisboa incorporó por primera vez tras tomar nota de los atentados de Madrid y Londres.

El artículo 222 TFUE deja margen de interpretación suficiente para ser utilizado en este caso, claro que su fuerza vinculante indiscutible sin duda ha jugado un importante papel en la decisión tomada por el presidente francés, consciente de las posiciones previas manifestadas cuando ataques de tamaño alcance no estaban aún en el imaginario de los gobiernos europeos y mucho menos de sus ciudadanos.

Es triste observar el unilateralismo y el recurso casi exclusivo a la fuerza armada, incluso por parte de una Francia que lo rechazaba alto y claro hace unos años, en detrimento una y otra vez de una mayor cooperación penal policial y judicial entre los estados, de la priorización de una decidida intervención preventiva contra la radicalización, o de la persistente y sustanciosa transferencia de armas mediante mecanismos opacos e inmunes a controles democráticos, que además no aseguran aspectos clave tales como el destino último de las armas transferidas o la seguridad de las instalaciones para su almacenamiento.

Son significativas en este sentido las declaraciones de David Cameron relativas a la contratación de 1.900 nuevos espías para la lucha contra el Daesh, en particular si se tiene en cuenta que el suyo fue uno de los gobiernos que desafiaban a la Unión a hablar en nombre de los Veintiocho a la hora de cerrar un convenio que facilita a jueces, magistrados y fiscales un instrumento que les permite detener a personas radicalizadas -en su mayoría jóvenes- cuando están a punto de volar para engrosar las filas de esta asociación criminal. En cambio, poco se ha avanzado en la integración de poblaciones depauperadas, desesperanzadas y marginalizadas; en el uso de las mismas armas para contrarrestar el discurso en la red de los yihadistas, donde las voces de protagonistas indiscutibles como los refugiados sirios, que pueden dar cumplida cuenta de la actuación de semejante grupo terrorista, no encuentran eco; en la cooperación para que las pruebas electrónicas -esenciales para que la lucha contra la acción del Daesh en la web sea efectiva- puedan ser legalmente obtenidas y utilizadas en juicio, y en la asistencia para evitar que aquellos estados en los que se intervino militarmente se convirtieran finalmente en auténticos estados fallidos.

Poco se ha avanzado en la integración de poblaciones depauperadas y desesperanzadas para contrarrestar el discurso de los yihadistas

Es evidente que esta organización terrorista ha conseguido, mediante la violación de los principios más básicos del ordenamiento internacional, la consolidación de un territorio que no solo le da apariencia de Estado y le provee de pingües recursos económicos, sino que mantiene mediante la represión de la población, la utilización de los medios más conocidos de delincuencia transnacional (venta y esclavitud sexual de mujeres y niños, uso de niños soldado, tráfico de obras de arte, tráfico de armas, contrabando de petróleo -por cierto, sin una voz en contra por parte de la OPEP-, secuestro, extorsión, etc.), y que frente a esto ya es inevitable una acción armada.

Pero de nuevo es vital aprender del error de llegar a tal callejón sin salida, insistir en que esta solución no debe ser sino coyuntural -en la medida en que es irremediable-, limitada, proporcionada, supervisada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y con la implicación de los estados de la zona, pues a nadie escapa que el conflicto pone en bandeja la oportunidad de dar un vuelco al equilibrio de poderes en la zona, y que ello ha desatado las ambiciones de algunos de los estados más poderosos presentes en ella, alimentadas por delirios de liderazgo regional o por la necesidad de reafirmación política interna, entre otros factores. Este último será sin duda un elemento determinante en el éxito de la campaña de Hollande para sumar miembros a su causa.

En esta situación, ¿qué sentido tiene que algunos estados vengan ahora con la propuesta de crear una corte internacional especial que juzgue al terrorismo internacional, si ya fue rechazada la inclusión de tal crimen en el Estatuto de la Corte Penal Internacional? Otra lección no aprendida.

* Ana Salinas de Frías, catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales. Universidad de Málaga.

Los atentados terroristas de París sorprendieron a los líderes de las principales economías del mundo la víspera de partir para una nueva sesión del G-20 en Antalya (Turquía), obligándoles a hacer un hueco en la agenda del evento y adoptar una declaración conjunta suficientemente genérica como para dar satisfacción a todas las partes afectadas, que no implicadas, en el conflicto sirio. Ya entonces, dada la intervención oportunista de algunas de las potencias allí reunidas, pero más aún hoy, tras el enfrentamiento entre dos de los estados supuestamente participantes en la lucha contra el Daesh, no cabe duda acerca de los errores de enfoque en la lucha contra esta nueva ola de atentados terroristas, a la que incluso se intenta arrastrar a la OTAN, invocando Turquía el mecanismo de consultas previsto en el artículo 4 de su carta constitutiva.

François Hollande OTAN Afganistán G20