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Fran... cisco tremendo
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Juan José Cercadillo

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Fran... cisco tremendo

El linchamiento público que han facilitado las redes sociales no está dirigido al hecho de que Fran toree con su hija en brazos exponiéndola al peligro... o eso espero

Foto: Fran Rivera, en el ruedo con su hija Carmen. (Instagram)
Fran Rivera, en el ruedo con su hija Carmen. (Instagram)

Ya sabemos cómo están los toreros. Montan un cisco... y les crecen los enanos. En este caso, un enano de unos meses a lomos de su orgulloso padre va camino de convertirse en la losa que termine de aplastar el poco respeto que se le rinde hoy a un torero. A un artista capaz de jugarse la vida en la creación de su obra. A un ser excepcional cuyo apego a su existencia tiene el alimento de su frecuente cercanía a la muerte. A alguien que eleva por encima de su instinto de supervivencia la necesidad vital de expresar sus capacidades de mando, su necesidad de mostrar en público lo extremo de sus retos, lo formidable de su autocontrol, lo excepcional de poder modelar a capricho sus instintos en la mortal vorágine de su lucha con una fiera desproporcionalmente poderosa en lo físico y proporcionalmente inteligente, por más que se niegue, con la aplicación de las leyes fundamentales de la tauromaquia… Una losa de unos seis kilos de peso que aplasta toneladas de virtudes, siglos de tradiciones y millones de emociones acumuladas en torno a algo tan ancestral y tan misterioso como el arte del toreo.

Los toreros se solidarizan con Fran Rivera

Porque seamos sinceros. El cisco que se ha montado, el linchamiento público que han facilitado las redes sociales y la proliferación de medios de comunicación rendidos a la polémica más que a la noticia, la frivolidad de las audiencias, la popularidad de su protagonista, la crispación de quien se ofende por la libertad de expresión de los que no dicen lo mismo que ellos, no está dirigido al hecho de que Fran toree con su hija en brazos exponiéndola al peligro... o eso espero.

Espero que se trate de una acción tan coordinada como desleal en la contumaz lucha por borrar aquello que nos defina como diferentes. Que sea la inexplicable voluntad de eliminar de la vida la necesidad de conocer y entender la muerte. Que sea la falta de argumentos más consistentes lo que eleve este hecho a categoría de causa nacional contra el toreo. Eso lo entendería. Lo entendería desde esa pose seudoprogresista que sirve para determinar todo lo que está bien y todo lo que está mal sin conceder ni la más mínima oportunidad de reflexión a la evidencia de que el total desconocimiento de las cosas suele llevarnos a conclusiones erróneas.

Pensar en el foco que estamos poniendo sobre tan insignificante hecho me hace pensar en el verdadero peligro al que estamos sometiendo a nuestros hijos

Espero que sea un capítulo más de la lucha encarnizada e irrespetuosa contra lo que no alcanza uno a entender. Porque como sea lo otro… Como sea una prueba más de en qué nos estamos convirtiendo como sociedad… Como sea la enésima prueba de la desorientación que sufrimos todos por la contemplación caleidoscópica de la realidad que nos rodea, voy a empezar a convencerme de que el camino al que nos aboca el uso de los nuevos medios de comunicarnos nos va a convertir en una pandilla de insensibles, superfluos, caprichosos e inmaduros inquisidores absolutamente irrespetuosos con los méritos ajenos, desoladamente condescendientes con nuestra vida contemplativa y criticona, y preocupantemente cómplices de darnos valor los unos a los otros por muy poco que lo tenga estar tecleando improperios y sentenciando condenas durante prácticamente todo el puñetero y desocupado día.

El mundo está lleno de causas nobles, de graves problemas, de injusticias, de tristezas, de alegrías, de torpezas... Nos rodean necesidades y complementos. Nos abordan oportunidades, retos, futuro... pensar en el foco que estamos poniendo sobre tan insignificante hecho me hace pensar en el verdadero peligro al que todos estamos sometiendo a nuestros hijos y en lo que les vayamos a convertir de seguir por este camino… y eso sí que, a mí, me daría mucho, mucho miedo.

Ya sabemos cómo están los toreros. Montan un cisco... y les crecen los enanos. En este caso, un enano de unos meses a lomos de su orgulloso padre va camino de convertirse en la losa que termine de aplastar el poco respeto que se le rinde hoy a un torero. A un artista capaz de jugarse la vida en la creación de su obra. A un ser excepcional cuyo apego a su existencia tiene el alimento de su frecuente cercanía a la muerte. A alguien que eleva por encima de su instinto de supervivencia la necesidad vital de expresar sus capacidades de mando, su necesidad de mostrar en público lo extremo de sus retos, lo formidable de su autocontrol, lo excepcional de poder modelar a capricho sus instintos en la mortal vorágine de su lucha con una fiera desproporcionalmente poderosa en lo físico y proporcionalmente inteligente, por más que se niegue, con la aplicación de las leyes fundamentales de la tauromaquia… Una losa de unos seis kilos de peso que aplasta toneladas de virtudes, siglos de tradiciones y millones de emociones acumuladas en torno a algo tan ancestral y tan misterioso como el arte del toreo.

Francisco Rivera