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De primarias, conciencia y vacunas contra Trumps patrios y foráneos
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De primarias, conciencia y vacunas contra Trumps patrios y foráneos

Lo que representa Errejón y lo que representa Iglesias son esenciales para equilibrarse mutuamente. Porque los peligros son riesgos. El riesgo de construir un PSOE 2.0 o una IU 2.0

Foto: Ramón Espinar gana las primarias de Podemos Madrid. (EFE)
Ramón Espinar gana las primarias de Podemos Madrid. (EFE)

Los procesos electorales, incluidas las primarias, profesionalizan a los partidos. Los debates, las discusiones programáticas y las deliberaciones conjuntas politizan a los militantes. Todo lo que tiene que ver con las elecciones militariza la política. Hay un objetivo a alcanzar y unos recursos. Toda la organización se tensa hacia ese objetivo marcado desde fuera. Los debates se suspenden, las cuitas se silencian y las reservas se guardan.

En unas primarias, esa lógica bélica se expresa hacia adentro, y las tácticas que servían para combatir al adversario político se usan con los compañeros, trasladando a los propios cuarteles las maneras de guerra que se ven válidas con los contendientes. Por eso conviene tener siempre un mismo modo de enfrentar las cosas. Si hay juego de tronos hacia fuera, termina habiendo juego de tronos hacia adentro. A Podemos le toca empezar a tomar decisiones que acerquen la sociedad que propone, y contarle a España en qué consiste su estilo propio de hacer las cosas.

En apenas tres años, el partido morado ha enfrentado siete procesos electorales. Y sin pedir dinero a los bancos, lo que implica que no ha tenido recursos para contratar fuera prácticamente nada. Lo que implica que ha tenido que luchar contra los Goliat del bipartidismo con las manos la militancia. Lo que implica que no ha tenido mucho tiempo para casi nada. Cinco millones de votos y 71 diputados no es un mal balance. Algo se habrá hecho bien. Pero se ha dejado plumas en el esfuerzo.

En estos años, Podemos, en consonancia con la vacuidad de la política occidental, no ha producido apenas documentos. Los movimientos tácticos han ido devorando la posibilidad de profundizar en casi nada. Estando ausente el debate del hacia dónde, ha primado, por la vía de los hechos, el debate sobre el cómo. Y los cómos, esto es, las tácticas, se han convertido en el debate interno de Podemos. Al haberse militarizado el partido por mor de las muchas elecciones, se fueron construyendo algunos grupos que se acostumbraron a trabajar juntos en esa lógica de patrulla. Tampoco es tan extraño que se crearan algunas familias. A fuerza de hacer las cosas juntos en una situación donde no se daba el debate intenso de ideas, algunos se fueron acostumbrando a pensarse como un grupo propio dentro del grupo más amplio que es Podemos. Hasta ahí no hay mucho problema.

Las complicaciones surgieron cuando algunas personas de esos grupos primaron sus tácticas particulares por encima de la táctica que convenía al partido. Ahí aparecen las dimisiones de Madrid en marzo de 2016, que buscaban, por una vía que no era la estatutaria la dimisión del Secretario General madrileño, que tampoco se había destacado por desarrollar una tarea incuestionable para toda la organización. Esa crisis se zanjó con la destitución de Sergio Pascual, Secretario de Organización, por Pablo Echenique. Pero también con un enfriamiento de algo que había sido una virtud de Podemos: la sintonía personal entre sus fundadores.

Pero se reaccionó bien. El nombramiento de Echenique tuvo tres grandes virtudes: se rompía la ligazón de Podemos con el núcleo de la Complutense, se sacaba la dirección fuera de Madrid eligiendo a alguien que tiene mucha fuerza en su territorio, y se escogía a una persona que había contendido contra Pablo Iglesias en el congreso de Vistalegre desde posiciones más favorables a la lógica horizontal de los círculos.

Las complicaciones surgieron cuando algunas personas primaron sus tácticas particulares por encima de la táctica que convenía al partido

El combate por Madrid ha sido prácticamente la última discusión interna en esa lógica militarizada electoral de estos años. Íñigo Errejón y Rita Maestre, dos de los mejores cuadros de la política española –y a quienes tengo un enorme cariño personal-, expresaron su voluntad de dirigir la organización en Madrid sobre una discusión táctica que marcaba distancias con la táctica de Podemos expresada en Pablo Iglesias. Tácticas que podrían resumir en cómo construir un “Podemos ganador” o en cómo construir un “Podemos como alternativa”.

El “Podemos ganador” seguía buscando, según el canon simplificado del populismo de Laclau, llegar a más gente molestando lo mínimo posible. No hablar de temas que resten votos, rehuir el conflicto, construir la hegemonía sobre discursos y no sobre contradicciones, lograr la transversalidad siendo muy flexibles en lo ideológico. Una lógica que es la que lleva a los sistemas políticos al centro al tiempo que desideologizan a esa misma sociedad. Las ventajas: llegar a gente a la que es muy difícil llegar con discursos cargados de ideología; estar en disposición de recibir atención de sectores despolitizados; hacer de la frescura un imagen de marca para que te abran la puerta los que de entrada tienen muy poco interés en hacerlo. Los problemas: desideologizar la organización; dejar de lado las contradicciones fuertes del sistema –ni mencionar la crítica al sistema capitalista-, desincentivar a los más concienciados y darle un pulmón de oxígeno a los viejos partidos y su sentido común al no confrontarlos con más fuerza.

Enfrente estaba Ramón Espinar, articulado con los planteamientos de Pablo Iglesias. Ventajas de sus posiciones: reforzar la confrontación con el bipartidismo en el Parlamento nacional; consolidar la posición de jefe de la oposición de Iglesias; abrir debates ideológicos en la sociedad que permitan encontrar vías de solución que reclaman apoyo popular; tensar las contradicciones del sistema visibilizando la impotencia de la vieja política para dar soluciones a las mayorías. Problemas: caer en los viejos vicios de la izquierda; asustar a amplias capas de votantes socializados en una mirada lánguida sobre la política; endurecer la política en una sociedad poco acostumbrada a la exigencia.

En realidad, tanto lo que representa Errejón como lo que representa Iglesias, junto con otras gentes y grupos, son esenciales para equilibrarse mutuamente. Porque los peligros son, sobre todo, riesgos. El riesgo de construir un PSOE 2.0 o el riesgo de construir una Izquierda Unida 2.0. El éxito de Podemos ha consistido en juntar en una misma locomotora el alma reformista, el alma revolucionaria y el alma rebelde de la izquierda clásica, remozándola y yendo más allá. Entendiendo que todos tenemos un algo, en la casa de la emancipación en el siglo XXI, de esas tres almas. Ya se han acabado los tiempos de carcasas de hierro que no dejan respirar. Si los partidos van a tener que ser diferentes, ocurre otro tanto con las ideologías que antes los revestían.

Podemos tiene por delante las dos grandes tareas pendientes de estos años: un gran debate de ideas que clarifique cuáles son sus posiciones sobre España, sobre Europa y sobre el mundo, y articular la organización para ser una formación política diferente.

Vienen tiempos duros en el planeta. Cada vez planean más las sombras de los años treinta. Trump ha ganado montado sobre un discurso sobre los excesos del sistema. Pero él mismo es el sistema. Es la misma lógica que llevó a Hitler al poder: agitando por la mañana los fantasmas del Tratado de Versalles y del peligro de los judíos, y reuniéndose por la noche con los Krupp y los Thyssen, los financieros y los industriales, para parar a la izquierda y consolidar un capitalismo endurecido. Como Trump no va a solventar ningún problema, va a necesitar enarbolar la guerra como pantalla. Y Europa tiene que decirle que no. Esa Europa no es un éter en los cielos ni en las pantallas: es una voluntad ciudadana que lleva a unas fuerzas políticas o a otras a dirigir nuestros países. Podemos tiene que empezar a perfilar su escenario alternativo. Superadas las fases de discusión interna, tiene que construir una unidad compleja, plural, rica. Poner a discutir permanentemente a reforma, revolución y rebeldía. Con la convicción que ha demostrado que le permite seguir haciendo cosas que ningún otro partido ni puede ni se atreve.

Los procesos electorales, incluidas las primarias, profesionalizan a los partidos. Los debates, las discusiones programáticas y las deliberaciones conjuntas politizan a los militantes. Todo lo que tiene que ver con las elecciones militariza la política. Hay un objetivo a alcanzar y unos recursos. Toda la organización se tensa hacia ese objetivo marcado desde fuera. Los debates se suspenden, las cuitas se silencian y las reservas se guardan.

Rita Maestre Íñigo Errejón