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'Arrivederci Renzi' o ganar perdiendo

El último bastión periférico que queda por limar en la convergencia hacia mejores estándares de gobierno económico y político simbolizados en el euro es Italia. Y Renzi es el mejor para consumarla

Foto: Matteo Renzi durante la rueda de prensa posterior al referéndum sobre la reforma constitucional. (Reuters)
Matteo Renzi durante la rueda de prensa posterior al referéndum sobre la reforma constitucional. (Reuters)

Para toda la psicosis colectiva que en medios de información y mercados se montó con la celebración del referéndum italiano sobre cambios constitucionales, llegando incluso a asociar el evento con un riesgo potencial de ruptura del euro, en muy poquito ha quedado la cosa. Efectivamente tras varios minutos de mercados descontando a la baja el evento, el resto de la semana arroja fuertes ganancias en bolsa europea. Y esta es un excelente termómetro de expectativas. En un entorno tan singular en el que las plazas anglosajonas con Brexit y Trump han sido tomadas por populistas nacionalistas, la niebla ha impedido al consenso mediático discernir con claridad tendencias difusas pero no por ello menos reales: desde la idiosincrasia de la política italiana siempre tan volátil pero cayendo de pie, hasta la efectividad probada de un patrón europeo a la hora de gestionar gradualmente la crisis del euro. Contra todo pronóstico estas se han impuesto a la estridencia de la amenaza populista. 'Markets dixit'.

Un sesgo heurístico descomunal

No se puede sospechar hasta qué punto la prensa anglosajona de alcance internacional —desde el 'Financial Times' (Munchau, Rachman, Wolf), o 'The Economist' (Emott), y muchísimos agoreros de la City— buena parte de los 'brokers' internacionales, y por arrastre toda la prensa local, se han tirado en plancha a vaticinar otra crisis del euro, esta vez con el agravante de la dimensión italiana y de sus bancos. Al fin y al cabo, la experiencia de los últimos años ha condicionado enormemente la capacidad de interpretación objetiva de muchos periodistas, interlocutores políticos y de mercado, de unas tendencias tan dinámicas como históricas. Desde que estalló en 2010 el meollo de la solvencia de estados miembros del euro, la inercia natural ha sido negar la capacidad y legitimidad del continente europeo, el eje Fráncfort-Bruselas, para gestionar con efectividad sus propios asuntos.

Foto: Un hombre con una pancarta a favor del no durante una marcha en Roma, el 26 de noviembre de 2016. (Reuters)

Que Europa en su conjunto tiene un superávit por cuenta corriente del 2% con el resto del mundo y que por tanto no necesita financiación exterior. Que Europa en agregado tiene unas finanzas publicas más saneadas que el resto de mercados desarrollados. Que Europa, a pesar de la crisis euro, tiene un modelo social de mercado con una cohesión social para vacunarse contra la “desigualdad” sembrada por la globalización. Que Europa estuvo regada de sangre por los nacionalismos populistas durante la primera mitad del siglo XX. Que, en definitiva, la crisis del euro es un problema nuestro, muy nuestro y solo nuestro. Son todas estas, realidades muy latentes que están desaparecidas en el análisis del devenir político y económico europeo a lo largo de la crisis.

La experiencia de los últimos años ha condicionado la capacidad de interpretación objetiva de muchos periodistas, interlocutores políticos y de mercado

La reserva a conceder que Europa es una realidad política en gerundio ha sobrevolado los mercados durante los últimos siete años y alcanza su punto máximo, probablemente de inflexión —al calor de los eventos Trump y Brexit, en la lectura simplista de que los populismos albergan probabilidades serias de tumbar Europa— tesis jaleada por las facciones más recalcitrantes de los conservadores ingleses, quién lo iba a decir. La asociación de un resultado negativo en el referéndum de Italia a una eventual ruptura del euro ha sido otra expresión más de la misma.

Como si Europa no fuera precisamente la vacuna contra esos mismos populismos, como si no existieran mayorías cualificadas en torno al centro en todos los integrantes de la zona euro, o como si no existiera un apoyo popular al euro superior al 70%, incluso en países arrasados por la crisis —Grecia—. Ese euro, en ciernes, un auténtico símbolo de identidad europea, un instrumento de convergencia al mejor estándar de gobernanza público y privado.

La inevitable opereta…

Predecir en estos tiempos singulares de cambios históricos parece casi como un capricho. Sin embargo, por coger la onda al viento de estos días convulsos, nos aventuramos con que el señor Renzi pronto estará de vuelta en unas elecciones generales italianas —probablemente para primavera del 2017— una vez que el marrón de gestionar la recapitalización de la banca esté completado. Paradójicamente, en el país donde los gobiernos corren a uno por año, es donde la línea divisoria entre la racionalidad y populismo quedará más vindicada. Renzi muy posiblemente no es solo la horma que necesita la bota italiana, también es el hombre apropiado desde la periferia para encender y alentar el debate sobre la integración europea, que tras cubrirse el ciclo electoral, a mitad de 2017, espera inexorable.

Con razón el Partido Democrático tras analizar los resultados del referéndum busca ahora capitalizar el 'voto adelantado' de unss elecciones anticipadas. Inicialmente pocos se percatan de que el voto 'sí' del 41% lo es a la persona de Renzi y alberga en su seno la simiente para la formación de un arco parlamentario muy razonable. Este referéndum ha sido de Renzi contra todos: contra el comediante Grillo, contra el separatista xenófobo Salvini, contra Berlusconi y contra buena parte de su propio partido, el PD, que no pudo perdonar las maneras 'cesaristas' del líder de centro izquierda. Será una reforma de la ley electoral que matice el “premium” en representatividad a una coalición alrededor del centro, en vez de al partido más votado, la que cimente el guiso —con una oposición tan pintoresca como fragmentada— y erradique de cuajo cualquier atisbo de posibilidad al comediante Grillo.

Renzi estará de vuelta en unas elecciones generales, probablemente en primavera de 2017, una vez esté completada la recapitalización de la banca

Renzi encarna ese perfil fresco, picarón, energético que tanto gusta a los italianos; tiene superado el aire político que impregnó a la vida pública italiana el octogenario (al que quedan dos telediarios al frente del centro derecha). A nivel europeo, es plenamente consciente de la gravedad y entidad de la problemática euro, de la necesidad de reformar y converger para optar a propulsar la integración fiscal y política de Europa. Como en una ópera italiana, Renzi se va para volver tras lo que puede ser un proceso de recapitalización bancaria en los próximos meses que es el último frente de limpia importante en el sector financiero europeo y que puede dar alas a la inercia de la recuperación en curso.

…con el lío de la banca

Es en el berenjenal de la banca italiana donde precisamente el recalcitrante europeo ha puesto más la mira apocalíptica. No deja de haber 360 billones de euros en morosos sobre dos trillones de activos bancarios en Italia que lleva sin crecer décadas, antes y después del euro. Pero en contexto, con la perspectiva de las crisis 2010-2012, unas necesidades de capitalización de 40 billones de euros o un 2% del PIB italiano comparan con el 8-10% que hicimos aquí, el 20% en Portugal o el 60% de Irlanda. Un problema que se agrava por la legislación europea para la reestructuración bancaria que se puso en vigor a principios de año y que busca limitar al máximo el rescate de bancos con dinero público y resolver situaciones con quitas a inversores privados.

Italia es el último bastión periférico que queda por limar en la convergencia hacia mejores estándares de gobierno económico y político simbolizados en el euro

Pero quien se cebe en la posibilidad de que esas quitas alcancen a un inversor minorista y que estas enciendan las calles, parece desconocer no solo la flexibilidad de la normativa europea- incluidos créditos del ESM, sino, sobre todo- a diferencia de España, las posibilidades de un tratamiento banco por banco en un entorno de política monetaria no ortodoxa (QE) y de mejora en las expectativas de inflación globales. En cualquier caso, no sabemos si por un maquiavelismo de cálculo supino o por suerte, será algo a lo que Renzi no pondrá cara. Ahí donde quede el equilibrio final entre resoluciones finales, capitalizaciones, quitas a bonistas o inyecciones de dinero público, el mercado soberano ha dictado que ni son sistémicas ni quedan fuera de la capacidad financiera y jurisdiccional de Europa de lidiarlas en su conjunto.

Luz al final del túnel

Tras los rescates, programas y créditos de los últimos años, Italia es el último bastión periférico que queda por limar en la convergencia hacia mejores estándares de gobierno económico y político simbolizados en el euro. Y Renzi es probablemente el hombre para consumar esa catarsis. A diferencia del consenso pesimista de los “expertos anglosajones” que indefectiblemente omiten en su análisis sobre la viabilidad de Europa, la voluntad política del continente y la mayoría popular cualificada en entorno al euro, auguramos como probable asistir a una conjura de estrellas en el firmamento político europeo una vez cumplido el ciclo electoral de 2017. Renzi en Italia, Fillon en Francia, Merkel en Alemania; y en la oposición, un expresidente del Parlamento Europeo, Schulz, eventualmente al frente del SPD, que llega consagrado como el más fiero federalista… Un muro inexpugnable frente al populismo.

Veremos para finales del 2017, si la entidad política a la que podría aspirar Europa, avalada por su peso económico, es particularmente útil en este desgobierno de la globalización y si el mercado le da crédito. Parece que con este episodio italiano los mercados, de momento, apuntan a aceptar, quizá ya sí, que en toda regla esta crisis del euro de Europa, es una cosa nuestra y solo nuestra, una personalidad política en ciernes.

Para toda la psicosis colectiva que en medios de información y mercados se montó con la celebración del referéndum italiano sobre cambios constitucionales, llegando incluso a asociar el evento con un riesgo potencial de ruptura del euro, en muy poquito ha quedado la cosa. Efectivamente tras varios minutos de mercados descontando a la baja el evento, el resto de la semana arroja fuertes ganancias en bolsa europea. Y esta es un excelente termómetro de expectativas. En un entorno tan singular en el que las plazas anglosajonas con Brexit y Trump han sido tomadas por populistas nacionalistas, la niebla ha impedido al consenso mediático discernir con claridad tendencias difusas pero no por ello menos reales: desde la idiosincrasia de la política italiana siempre tan volátil pero cayendo de pie, hasta la efectividad probada de un patrón europeo a la hora de gestionar gradualmente la crisis del euro. Contra todo pronóstico estas se han impuesto a la estridencia de la amenaza populista. 'Markets dixit'.

Matteo Renzi