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¡Hups! ¡He dicho copago! Historia de un despropósito
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¡Hups! ¡He dicho copago! Historia de un despropósito

La ministra nunca planteó subir las cantidades, sino aumentar el número de tramos a pensionistas. Esta es la realidad

Foto: La ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Dolors Montserrat. (EFE)
La ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Dolors Montserrat. (EFE)

Corría la mañana del 9 de enero cuando empecé a recibir llamadas de teléfono de los medios especializados en sanidad, preguntándome por unas declaraciones de la ministra de Sanidad acerca de incrementar el número de tramos de copago en las recetas. He de reconocer que sonreí maliciosamente y pensé para mí "a Dolors le van a enseñar la lección número 1 de política sanitaria: Nunca digas copago".

Como aún no habían salido las lentejas a relucir, y uno es un caballero, me limité a decir que estaba convencido de que era un simple error de la ministra... ¡Y menudo error! ¡Pronunciar la palabra maldita y además introducir el término incremento en el mismo párrafo! Nada importaba que ella no hubiera colocado los dos términos juntos y de manera consecutiva. La mezcla era más explosiva que fumar en una gasolinera. Así fue. Al cabo del rato, ya ocupaba todos los titulares de los medios electrónicos. Mi amigo y compañero Paco de la Torre, víctima de un incendió similar en campaña, me enviaba angustiado por WhatsApp el titular de 'El Mundo' a la hora de comer: "Sanidad quiere aumentar el copago farmacéutico a los pensionistas que cobran más de 18.000 euros". En casos como este, se me viene a la cabeza la famosa frase de Michel Ignatieff en 'Fuego y cenizas': "En política, las explicaciones siempre llegan tarde. Si tienes suerte, solo podrás vengarte". Solo cabía sentarse y esperar. No atizamos más el fuego, conscientes de que nuestro acuerdo no decía eso y de que la intención de la ministra, a pesar de lo torpe de sus explicaciones posteriores, tampoco era esa.

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En política, las ocasiones hay que aprovecharlas, y vive Dios que se emplearon a fondo en ello. Pablo Iglesias llegó a afirmar sin ruborizarse: "El copago comenzó en 2012". No le fue a la zaga el PSOE que, con su portavoz en el Senado a la cabeza, comenzó a difundir mensajes apocalípticos sobre una subida a los pensionistas que afectaría a 27.000 pensionistas granadinos. Ni que decir tiene que todo este tipo de afirmaciones eran falsas, y que todos ellos lo sabían. El copago ha existido desde los inicios del SNS y se ha mantenido en todas las legislaturas socialistas. Todos los activos, independientemente de que estuviesen o no en el paro, pagaban un 40% sin topes. El decreto 2012 lo que introduce es el copago a pensionistas, a la vez que exime del mismo a parados y perceptores de rentas de inserción (lo que suponía un notable avance).

Los pensionistas, al contrario que el resto de la población, están 'topados'. Es decir, que tienen un máximo posible de gasto farmacéutico según sus ingresos. Máximo que puede ser: ocho euros, 18 o 61 al mes según ganen menos de 18.000, entre 18.000 y 100.000 o más de 100.000 euros. Los activos con más de 18.000 euros pasaron a pagar el 50%, y los de más de 100.000, el 60% del coste del tratamiento. La ministra nunca planteó subir las cantidades, sino aumentar el número de tramos a pensionistas. Esta es la realidad.

Con la ministra contra las cuerdas, recibiendo el mismo castigo que Rocky Balboa en el segundo asalto con Apollo Creed, su despistado y siempre abúlico entrenador, Mariano 'Slow Hand' (a su lado, Burgess Meredith era un joven alocado), lanza la toalla al cuadrilátero. El 24 de enero afirma solemne: "No cambiaremos el copago en esta legislatura". "Esto es un lío", se asegura que afirmó entre dientes.

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Esto no era lo acordado con nosotros. No obstante, entendimos la desesperación presidencial y que, probablemente, el asunto le había pillado despertándose de la siesta. Por esta razón, le preparamos una proposición no de ley en los términos del acuerdo. Nuestro acuerdo exigía revisar que el copago no fuera una barrera en la adherencia a los tratamientos. Tenemos datos científicos, de al menos dos estudios, que indican que el copago ha supuesto una dificultad, sobre todo en los activos que ganan menos de 18.000 euros al año. Los pensionistas si bien sufrieron más en el inicio, después de que muchas comunidades evitasen que se adelantase el pago por su parte y solo se les retirase el tope mensual, vieron recuperar su consumo de fármacos de forma progresiva.

Otro caso son las familias monoparentales, que, al calcularse el tramo únicamente por la renta de uno de los progenitores aunque ambos ingresen, ven incrementados sus copagos. Lo mismo ocurre con las familias con dependientes, que han visto incrementado el copago por tal condición. Por todo ello, nuestra proposición no de ley recogía los siguientes términos: disminuir el copago de los que ingresan menos de 18.000 euros, hacer lo mismo con familias monoparentales y con miembros con discapacidad, acelerar el tránsito entre tarjetas cuando se produce un cambio en el nivel de ingresos, desarrollar un sistema de detección de pacientes en situación de riesgo, valorar el copago de algunas enfermedades crónicas y evitar que los pacientes con topes tengan que adelantar el pago de los fármacos.

Con esta batería de medidas nos presentamos en la kafkiana reunión de la comisión de Sanidad del pasado jueves. Digo kafkiana porque, aunque contábamos con la posible oposición del PP, teníamos previsto aceptarles una enmienda que corroborase, o no, los resultados de los estudios ya publicados. Sin embargo, a pesar de que les habíamos avisado con más de un mes de antelación, cuando llegó el momento de transaccionar, ellos no habían presentado enmienda alguna y por tanto nada se pudo transaccionar. Nos quedamos con nuestro texto y, a petición del PP, pasamos a votar por puntos. Aquí vino nuestra sorpresa. Al parecer, el PSOE había acordado ya con el PP votar no a nuestras medidas.

Foto: Un farmacéutico dispensa una receta de pensionista. (EFE)

El argumento no podía ser más peregrino: Ellos querían simplemente la derogación del decreto de 2012. La derogación de ese decreto no arregla nada a las rentas inferiores a los 18.000 euros, que seguirían abonando el 40% de los medicamentos sin topes. Tampoco mejoraría la situación de familias monoparentales o con discapacitados, que seguirían en los mismos tramos. Ni evitaría que en algunas comunidades continuasen adelantando el copago los pensionistas. No resolvería la detección precoz de situaciones de riesgo, como nosotros planteamos. En realidad, la derogación del decreto de 2012 solo favorecería a las rentas más altas, que volverían a pagar el 40%, y a los pensionistas, que dejarían de pagar los ocho euros al mes que paga en la actualidad el 90% de ellos.

En realidad, tras la negativa del PSOE a votar con nosotros, se escondía algo más simple: un ataque de celos. En las últimas semanas les habíamos dejado fuera de juego defendiendo asuntos como el cannabis terapéutico y la reforma de la ley para permitir la prescripción enfermera. Durante toda la legislatura han ido a rebufo, pero las últimas semanas se habían visto completamente fuera de juego. Así que decidieron votar con el PP para infringirnos una derrota simbólica, aunque fuese a costa de sus principios.

Nos encontramos un matrimonio de conveniencia en el que el amor está ausente, pero el interés es común. Desgraciadamente, no es el interés general

De esta manera, nos encontramos con el siguiente panorama: un PP —atrapado por las declaraciones de su perezoso presidente— incapaz de hacer realidad los buenos deseos de su ministra y un PSOE que votaba junto al PP en contra de los trabajadores con menos ingresos. Podemos, ERC y nosotros nos vimos votando juntos, en una extraña alianza por el sentido común, de la que parecen ausentes los partidos tradicionales. Partidos atrapados en sus estrategias de cortoplacismo y política de vuelo corto. Como las perdices del domingo, PP y PSOE no son capaces de volar ni de ver más allá de la siguiente loma. Los ciudadanos esperan un poquito más de la política. Esperan sentido común.

Quizás alguno, leyendo esto, comprenderá las encuestas de este fin de semana. Alguno, quizás hoy, entenderá por qué los partidos tradicionales continúan en su lento e irreversible descenso. La política hace extraños compañeros de cama, reza el dicho tradicional. Sin embargo, en nuestro país, más que compañeros ocasionales de cama, lo que nos encontramos es un matrimonio de conveniencia. Un matrimonio en el que el amor está ausente, pero el interés es común. Desgraciadamente, el interés no es el interés general. El interés es un interés muy particular.

*Francisco Igea Arisqueta es diputado de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados.

Corría la mañana del 9 de enero cuando empecé a recibir llamadas de teléfono de los medios especializados en sanidad, preguntándome por unas declaraciones de la ministra de Sanidad acerca de incrementar el número de tramos de copago en las recetas. He de reconocer que sonreí maliciosamente y pensé para mí "a Dolors le van a enseñar la lección número 1 de política sanitaria: Nunca digas copago".

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