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Las 'ultimarias': el PSOE elige el precipicio por el que se despeña y a qué velocidad
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Isidoro Tapia

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Las 'ultimarias': el PSOE elige el precipicio por el que se despeña y a qué velocidad

El proceso para elegir secretario general es tan conclusivo que seguramente concluyan con un partido que acumula cerca de 140 años de historia

Foto: La presidenta andaluza y candidata a las primarias del PSOE, Susana Díaz. (EFE)
La presidenta andaluza y candidata a las primarias del PSOE, Susana Díaz. (EFE)

Se le atribuye al primer presidente de la I República Española, Estanislao Figueras, una reflexión que podrían hacer suya los simpatizantes socialistas estos días. Atribulado por sus dificultades políticas, exclamó en un Consejo de ministros: “Estoy hasta los cojones de todos nosotros!”.

Se mostraba sorprendido Ignacio Varela hace unos días, con razón, porque llamamos primarias a unas elecciones que, al menos en España, son conclusivas. Me permito añadir que, en el caso de las que se avecinan en el PSOE, tan conclusivas son que seguramente concluyan con un partido que acumula cerca de 140 años de historia. En rigor, son unas 'ultimarias'. Lo que realmente se vota son dos cosas: en qué curva se precipitará el PSOE por el precipicio y a qué velocidad lo hará.

Foto: Susana Díaz, este 12 de mayo en Mataró, Barcelona, en un encuentro con militantes. (EFE)
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Quizás una breve excursión demoscópica nos permita entender cómo hemos llegado hasta aquí.

El Partido Socialista perdió 4,3 millones de votos entre las elecciones de 2008 (las segundas de Zapatero) y 2011 (las de Rubalcaba, aún sin Podemos ni Ciudadanos) y 1,5 millones adicionales entre estas últimas y las de 2015/2016 (ambas con Pedro Sánchez). En total, casi 6 millones de votos. Para volver a ganar unas elecciones, el PSOE necesita recuperar una parte de este voto, aunque no todo. El PP ha demostrado tener un sólido suelo electoral entre los 7 y 8 millones de votantes. En las últimas elecciones, el PSOE obtuvo 5,5 millones de votos. Debe recuperar, por tanto, entre 2 y 2,5 millones de sufragios. ¿De dónde puede obtenerlos?

El primer nicho de votantes son los nuevos. Cada cuatro años, alrededor de 1,5 millones de votantes estrenan su derecho a voto. Incluso si el PSOE consiguiese capturar todo este voto 'joven', le seguiría faltando casi un millón de votos. En la práctica, con apenas el 25%, el PSOE es el segundo partido en esta franja de edad, por detrás de Ciudadanos. De hecho, el PSOE tiene un problema con la evolución natural de la población: como su apoyo es mayor entre los más veteranos y estos tienen la manía de morirse con más frecuencia, el PSOE pierde cada cuatro años, digamos de forma vegetativa, unos 150.000 votantes.

placeholder El exsecretario general del PSOE y candidato a las primarias de este partido, Pedro Sánchez. (EFE)
El exsecretario general del PSOE y candidato a las primarias de este partido, Pedro Sánchez. (EFE)

La segunda bolsa más obvia de votantes son los que dejaron de votar al PSOE. ¿Adónde fueron a parar los antiguos votantes socialistas? Aquí hay que hacer varios supuestos, pero según mis cálculos, alrededor de 3,5 millones (el 60% de los votos perdidos) votaron a Podemos en 2015/16 (de los cuales, 2 millones pasaron primero por la abstención en 2011 y 750 mil votaron a IU en esta cita, mientras otros 750 mil fueron los votos directamente perdidos por Pedro Sánchez hacia Podemos) mientras 2,2 millones acabaron en Ciudadanos (de los cuales, en 2011, alrededor de 500 mil votaron al PP, 750 mil a UPyD, y 200 mil se abstuvieron, mientras 750 mil serían los votos perdidos por Pedro Sánchez hacia Ciudadanos).

¿A quién debe apuntar el PSOE, a los votantes de Ciudadanos, a los de Podemos o a los dos? Podría pensarse que un partido de mayorías debería cortejar a ambos. El problema es que los votantes de Ciudadanos y los de Podemos empiezan a parecerse a dos hermanos que, tras dejar de hablarse el uno al otro, terminan por convertirse en enemigos acérrimos. Según el CIS, el partido al que nunca votarían los votantes de Ciudadanos es Podemos (al que puntúan con un 1,18, frente a, por ejemplo, 1,81 a IU, 2,87 al PSOE o 2,89 al PP). En justa correspondencia, los votantes de Podemos declaran que nunca votarían al PP y a… Ciudadanos (al que le dan una puntuación de 1,30). Tal vez unos y otros compartieron un día el mismo hogar, pero han terminado como Caín y Abel.

¿Adónde fueron a parar los antiguos votantes socialistas? Según mis cálculos, alrededor de 3,5 millones habrían optado por Podemos

La teoría dice que si gana Susana Díaz, apuntará a Ciudadanos, y si gana Sánchez a Podemos. Pero es solo la teoría. Porque ni Díaz podrá cortejar a los votantes de Ciudadanos, ni Sánchez llegará a ningún sitio incluso si conquista a los de Podemos.

Supongamos que gana Susana e inicia la reconquista del centro político. Aunque los votantes de Ciudadanos son menos (3 millones frente a 5 de Podemos) no parece una mala estrategia. En primer lugar, el votante de Ciudadanos es menos beligerante frente al PSOE que el de Podemos (en una escala de 0 a 10, donde 0 indica “nunca lo votaría”, los votantes de Ciudadanos puntúan al PSOE con un 2,87, bastante por encima que los votantes de Podemos -2,48-, a mitad de camino de los del PP -2,05-). La segunda razón es que, históricamente, el PSOE ha ganado las elecciones fortaleciendo el flanco del centro político, no el de la izquierda, salvo, tal vez, los comicios de 2008, que por otra parte constituyen la última victoria electoral socialista.

Foto: Susana Díaz durante el 'briefing' informativo ofrecido este 12 de mayo en el hotel AC Atocha de Madrid. (EFE)

¿Aporta algo Susana Díaz para cortejar al votante de Ciudadanos? Digamos que no es exactamente naranjito. El votante tipo de Ciudadanos es joven, vive en un núcleo urbano y tiene estudios superiores, precisamente los tres segmentos más vulnerables para Díaz. De acuerdo con el CIS andaluz (el nacional todavía no pregunta por la presidenta andaluza), la mayor fortaleza de Díaz está entre los votantes de más de 65 años (recibe un 5,44 sobre 10), y su mayor debilidad entre los más jóvenes (le dan un 4,09). Entre los votantes sin estudios, Díaz obtiene un 5,69, frente a un 4,15 entre los votantes con estudios. Muy cien por cien PSOE.

¿Es mejor la imagen de Díaz entre los votantes de Podemos? Es para salir corriendo. Según el CIS andaluz, Susana Díaz recibe un 2,74 sobre 10 entre los mismos. Para entendernos, peor que Mariano Rajoy entre los votantes socialistas (que recibe un 3,02) o Alberto Garzón entre los votantes del PP (3,37).

En resumen, Susana Díaz consigue la cuadratura del círculo: entre los votantes de Podemos, suscita un rechazo absoluto. Entre los de Ciudadanos no provoca ningún entusiasmo. Su victoria cortaría el paso al PSOE tanto a derecha como a izquierda. Tal vez asegure un suelo electoral en torno al 20% del electorado; pero condena al PSOE a no superar el 25%. Con ella, seguramente el PSOE no se vuelva irrelevante, pero nunca liderará una mayoría de Gobierno.

Entre los votantes de Podemos, Susana Díaz suscita rechazo absoluto. Entre los de Ciudadanos, no provoca ningún tipo de entusiasmo

¿Qué pasaría si gana Pedro Sánchez? Para analizar las opciones políticas del PSOE, con Sánchez hay que comparar dos individuos entre sí: uno, el secretario general que dimitió en el mes de octubre. Dos, el candidato que se ha ido incubando desde entonces.

El Pedro Sánchez que dimitió en octubre era, según el último CIS antes de su caída, mejor valorado entre los votantes de Ciudadanos (4,27) que entre los de Podemos (3,77). El CIS ha dejado de preguntar por el anterior líder socialista, pero según otros sondeos, la imagen de Sánchez se ha invertido, hundiéndose su valoración entre los votantes naranjas (Sigma Dos por ejemplo le otorga un 3,7), y disparándose entre los morados (5,4, mayor por cierto que la de Susana Díaz entre los propios votantes socialistas -4,7-).

Y aquí está la clave del devenir político del PSOE de Sánchez: antes de octubre, Sánchez podía jugar la carta de la transversalidad, intentar un (improbable) acuerdo con lo que con cierto voluntarismo llamó las “fuerzas del cambio” (Ciudadanos y Podemos) o incluso ponerse el traje de la responsabilidad y aceptar resignado un acuerdo con el PP, ya fuese un gobierno de coalición o mediante la colaboración parlamentaria. El Sánchez de ahora, en cambio, ha perdido todas estas bazas. A fuerza de volar puentes, su deriva política lo ha dejado con solo una jugada: el entendimiento con Podemos.

La imagen de Sánchez se ha invertido, hundiéndose su valoración entre los votantes de Ciudadanos y disparándose entre los de Podemos

La necesidad es además mutua. Pedro Sánchez encontrará los brazos de Pablo Iglesias completamente abiertos, presto a blanquear la imagen de duro que se granjeó precisamente toreando al candidato socialista tras las elecciones del 20D, y que confirmó con las purgas de dirigentes errejonistas tras Vistalegre II. Quizás ambos amaguen con una moción de censura, que Rajoy parará ipso facto con una convocatoria anticipada de elecciones. El guión dice que en esas elecciones PP y Ciudadanos alcanzarán la mayoría absoluta, y que volverá la estabilidad política, quizás ya sin Rajoy, pieza de caza largamente ansiada por Albert Rivera. Hay sin embargo un par de lagunas en este guión. La primera es que el PSOE de Pedro Sánchez podría ser competitivo en esas elecciones.

placeholder El líder de Podemos, Pablo Iglesias, en el Congreso de los Diputados. (EFE)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, en el Congreso de los Diputados. (EFE)

Ya saben: Espartaco contra el IBEX, éxito de taquilla asegurado. El tirón de Sánchez entre los votantes de Podemos podría situar al PSOE por encima del 25% del voto. El segundo es que Podemos resiste en las encuestas. Lógicamente, en la hipótesis que nos ocupa, parte de ese apoyo iría a parar al PSOE de Sánchez, pero aun así Podemos podría estar en condiciones de mantenerse por delante de Ciudadanos. Y aquí viene el último matiz: gracias a su coalición con IU, el partido de Iglesias es uno de los mayores beneficiados por la Ley d'Hont (¿han oído últimamente a algún dirigente de Podemos quejarse de la misma?) y Ciudadanos, su mayor damnificado. Para entendernos, que Podemos difícilmente bajará de los 60 diputados, y Ciudadanos probablemente no alcance los 40.

Así que igual no estamos tan lejos de que Pablo Iglesias acabe entrando en el complejo de la Moncloa, aunque sea como Vicepresidente.

¿Podría este Gobierno entre PSOE y Podemos gobernar 'a la portuguesa', sin estridencias, con medidas concretas, consolidando un proyecto político de izquierdas? Sí, como también el Cádiz esta todavía a tiempo de ganar la Champions de 2019. Solo necesita culminar el ascenso a primera este año, ganar la liga el año que viene y retar a Europa el siguiente. Pero no nos engañemos. Es imposible que Pablo Iglesias dedique su tiempo a otra cosa que, como Saturno, devorar al hijo que lo devolvió a la vida política. Así que ya saben: lo que realmente se vota el 21 de mayo es si la fecha del sepelio del PSOE es en seis meses o en tres años. Lo que no es poco decir para un partido que ha sobrevivido a dos dictaduras, una guerra civil, décadas de clandestinidad y de persecución terrorista. Enhorabuena a los responsables.

*Isidoro Tapia es economista y MBA por Wharton

Se le atribuye al primer presidente de la I República Española, Estanislao Figueras, una reflexión que podrían hacer suya los simpatizantes socialistas estos días. Atribulado por sus dificultades políticas, exclamó en un Consejo de ministros: “Estoy hasta los cojones de todos nosotros!”.

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