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Vox y su 'camelo climático'
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Isidoro Tapia

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Vox y su 'camelo climático'

¿Es real el cambio climático o es un 'camelo'? Quizá no esté de más repasar la evidencia científica que está detrás de una cuestión como esta

Foto: Santiago Abascal y Rocío Monasterio, en la sede de Vox.
Santiago Abascal y Rocío Monasterio, en la sede de Vox.

El presidente Obama calificó en su discurso sobre el estado de la Unión de 2015 el cambio climático como "la principal amenaza para la humanidad en el siglo XXI". A Rocío Monasterio, una de las principales dirigentes de Vox, le preguntaron hace unos días por este mismo tema. Para ella, sin embargo, el cambio climático no es una amenaza, ni tan siquiera un riesgo, sino un "camelo". Se trata, según dijo, de "un argumentario falso, el del camelo climático".

El 'camelo climático' para Vox no merece una sola línea en las 100 propuestas que hasta ahora constituyen su único programa. En esto Vox, como en otras cosas, ha encontrado inspiración en la Administración Trump, que definió el cambio climático como un 'hoax' (que se podría traducir precisamente como un 'cuento chino' o un 'camelo'). Trump no se quedó en las palabras: al poco de asumir la Presidencia, decidió retirar a EEUU del acuerdo global sobre el clima de París.

Foto: El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith. (EFE) Opinión

¿Es real el cambio climático o es un 'camelo'? Quizá no esté de más repasar la evidencia científica que está detrás. La atmósfera terrestre es una compleja maraña compuesta por gases, aerosoles y vapor de agua. La mayor parte, un 98%, es oxígeno y nitrógeno. El CO2 y el resto de gases de efecto invernadero (GEI) tienen una participación minúscula (alrededor del 0,045%). A pesar de su mala fama, su papel es fundamental para el equilibrio térmico del planeta.

La atmósfera permite el paso hacia la superficie de la mayor parte de la energía que procede del sol. La superficie terrestre (o marítima) absorbe esta energía y la devuelve a la atmósfera. En este viaje de vuelta, los GEI 'atrapan' gran parte de la radiación, situando la temperatura media de la superficie del planeta en el entorno de los 15° C, mucho más alta que la del resto de planetas solares. Igualmente importante es que las oscilaciones entre el día y la noche sean suaves. Es lo que se conoce como 'efecto invernadero'. Gracias a él, existe la vida en nuestro planeta tal y como la conocemos.

Quizá los que creen en el 'camelo climático' vean algo raro en que la atmósfera deje pasar la energía procedente del sol y luego la atrape. "Os hemos pillado", exclamarán. Pero en realidad hay una explicación: la radiación que viene del sol es de onda corta y por eso atraviesa sin dificultades la atmósfera. Cuando la superficie terrestre recibe la radiación, amplía su longitud de onda antes de devolverla a la atmósfera. Los GEI actúan como el mallado de una red de pesca: dejan pasar los peces pequeños —la radiación de onda corta procedente del sol—, pero no los peces grandes —la de onda larga que devuelve la superficie—.

Hay varios tipos de defensores del 'camelo': están los que piensan que el cambio climático no existe; los que lo admiten, pero dudan de que sea el resultado de la acción humana, y, finalmente, los que piensan que puede revertirse de manera espontánea, que la temperatura puede descender sin necesidad de hacer nada. Trump empezó siendo del primer tipo, aunque últimamente ha girado hacia el tercero. Rocío Monasterio, al parecer, todavía está entre los del primero. En cualquier caso, la ciencia desmiente rotundamente a los tres tipos de escépticos.

placeholder El cambio climático y sus desastrosas consecuencias con los glaciares chilenos. (EFE)
El cambio climático y sus desastrosas consecuencias con los glaciares chilenos. (EFE)

A mediados del siglo XIX, en la época preindustrial, la concentración equivalente de CO2 en la atmósfera era de 285 ppm. Desde entonces, el crecimiento de la actividad industrial y el mayor consumo de energía han hecho que la concentración de GEI en la atmósfera se dispare, hasta superar en la actualidad los 400ppm. Cada año crece a un ritmo de alrededor de 3ppm.

Como la ciencia predice, a mayor concentración de GEI en la atmósfera, la temperatura media del planeta se incrementa. Desde 1880 a 2015, se ha registrado un incremento de alrededor de 1° C en la temperatura media. Diecinueve de los 20 años más calurosos desde que se lleva el registro (los últimos 150 años) han ocurrido en los últimos 20 años. La evidencia científica del cambio climático, tanto de que es real como resultado de la acción humana, es sencillamente abrumadora.

La ciencia también advierte sobre las consecuencias que pueden tener incrementos adicionales de la temperatura. La única diferencia es que nos adentramos en el territorio de la incertidumbre. Bajo la trayectoria actual, la concentración de CO2 se situaría alrededor de 750 ppm en el año 2100. A estos niveles, lo más probable (según la terminología del panel de expertos de Naciones Unidas, 'probable' significa mayor de 2/3) es que el incremento de la temperatura supere los 3° C, e incluso que pueda superar los 4° C. El clima tiene un comportamiento no lineal. Un aumento de la temperatura de 2° C no es el doble de virulento que uno de 1° C (el que ya se ha producido), sino que puede serlo varias veces más. Un incremento de 3 o 4° C puede ser letal sobre el planeta. Previsiblemente, se producirán catástrofes naturales, escasez de agua y alimentos, corrientes migratorias de una magnitud desconocida, y conflictos armados.

No es admisible que el debate político dude de cuestiones de naturaleza científica, como por dónde sale el sol o cuál es la forma de nuestro planeta

¿Es un 'camelo' el cambio climático? En política se puede discutir sobre casi todo. Por ejemplo, se puede discutir si las políticas actuales contra el cambio climático son o no las más adecuadas. De hecho, algunas de ellas (como la subida al diésel aprobada por el Gobierno de Sánchez) son cuestionables, sobre todo por su carácter regresivo, al castigar sobre todo a las clases medias.

Lo que no es admisible es que el debate político ponga en duda cuestiones cuya naturaleza es estrictamente científica. Cuestiones como por dónde sale el sol, cuál es la forma de nuestro planeta o si las vacunas son efectivas. Desde que Rajoy dijo no sé qué de un primo suyo, ningún político en España había cuestionado la existencia del cambio climático. Llevamos tantos meses de política banal, de Gobierno espumoso, que quizás hemos olvidado lo más importante: que cuando nos acercamos a unas elecciones, se trata de comparar políticas. Sobre el cambio climático, el negacionismo de Vox es peor que equivocado; es ignorante, cerril, acientífico. El 'camelo climático' ni siquiera es una invención de Vox, es una burda copia de Trump. 'Camelos políticos', en cambio, hemos tenido demasiados en los últimos años.

El presidente Obama calificó en su discurso sobre el estado de la Unión de 2015 el cambio climático como "la principal amenaza para la humanidad en el siglo XXI". A Rocío Monasterio, una de las principales dirigentes de Vox, le preguntaron hace unos días por este mismo tema. Para ella, sin embargo, el cambio climático no es una amenaza, ni tan siquiera un riesgo, sino un "camelo". Se trata, según dijo, de "un argumentario falso, el del camelo climático".

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