Es noticia
El misterioso silencio del gran protector (y del gran detractor) de Miguel Boyer
  1. España
  2. Una Cierta Mirada
Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

Por

El misterioso silencio del gran protector (y del gran detractor) de Miguel Boyer

La muerte de Miguel Boyer trae a la memoria el gobierno del que formó parte: el primero socialista desde la Guerra Civil y presidido por Felipe González

Foto: El expresidente del gobierno Felipe González junto a Miguel Boyer (Gtres)
El expresidente del gobierno Felipe González junto a Miguel Boyer (Gtres)

La muerte de Miguel Boyer trae a la memoria el gobierno del que formó parte: el primer gobierno socialista desde la Guerra Civil y el primero presidido por Felipe González.

Quizás la proyección de la figura de Felipe González y la enorme fuerza de su liderazgo han difuminado el peso específico de aquel equipo en el que Boyer fue una de sus figuras más destacadas. Pero si repasamos la lista de sus componentes, no creo que sea injusto afirmar que ha sido el gobierno más potente de la historia de la democracia española.

En primer lugar, por su calidad política. Repasemos algunos nombres: Alfonso Guerra, Javier Solana, Miguel Boyer, Carlos Solchaga, José María Maravall, Joaquín Almunia, Narcís Serra, Fernando Morán, Ernest Lluch, Enrique Barón… Estamos hablando de un equipo en el que, además de su presidente, había varios tipos con hechuras de primer ministro. Algunos de ellos lo han demostrado con su trayectoria posterior, dentro o fuera de la política. Un equipo, además, que era extremadamente joven: sólo uno de sus miembros, Fernando Morán, tenía más de 50 años en 1982. Y, en segundo lugar, por lo que hicieron. El período 1982-1985 es, probablemente, el de mayor y más profundo calado reformista de nuestra historia contemporánea. Déjenme recordar sólo algunas de las cosas más importantes que sucedieron en aquellos tres años y medio, y cuyos efectos duran hasta hoy:

En lo económico, la superación de una crisis brutal, la modernización del sistema económico y financiero y la reconversión industrial. En lo social, la universalización de la educación y la sanidad como servicios públicos gratuitos y una reforma del sistema de pensiones que las ha garantizado durante más de 25 años. En lo político, sobre todo, el ingreso en la Comunidad Europea; pero también el desarrollo del entonces balbuceante Estado de las Autonomías y la profesionalización de las Fuerzas Armadas, que acabó para siempre con su tradición golpista, mostrada de nuevo muy pocos meses antes.

La alineación del equipo que hizo todo eso en poco más de 30 meses, vista con la perspectiva que da el tiempo, era realmente impresionante. Pero no estaban solos: si miramos lo que había a su alrededor, se ve, entre otros: por la izquierda, a Santiago Carrillo; por la derecha, a Manuel Fraga; por el centro, a Adolfo Suárez, que tras una temporada de retiro volvió a la actividad política; en el frente nacionalista, a Jordi Pujol (una figura de enorme trascendencia pese a lo que hoy sabemos de él) y Xavier Arzallus; y en el frente sindical, a dos pesos pesados como Marcelino Camacho y Nicolás Redondo.

A pesar de cual sea nuestra proximidad o simpatía hacia cada uno de ellos, se trata sin duda de un elenco de figuras de primera categoría en todos los espacios ideológicos para un momento decisivo de nuestra historia.

¿Qué ha ocurrido desde entonces? Pues lo que ha sucedido simplemente es la historia de una depauperización progresiva a lo largo de los años de nuestra clase dirigente, hasta llegar al punto actual.

El deterioro comenzó durante el propio período de Felipe González. A éste nunca se le dio bien el asunto de abrir y cerrar las crisis ministeriales, y el resultado fue que cada uno de sus gobiernos era un poco peor que el anterior. Nunca, en sus casi 14 años como presidente, volvió González a disponer de un equipo como el inicial. Y después, vino lo que vino. Les ahorro el relato detallado y los nombres, porque tampoco se trata de menospreciar a nadie y, porque lo que es evidente, a la vista está.

Pero 30 años más tarde, ante desafíos incluso mayores que aquellos (una crisis económica pavorosa con más de la mitad de los jóvenes en paro, un peligro cierto de fragmentación del Estado, un proyecto europeo seriamente enfermo, un cambio global que lo pone todo patas arriba, una sociedad que envejece a toda velocidad), la calidad y el peso específico de la dirigencia llamada a afrontarlos es la que es.

Me dirán que algo muy parecido sucede en toda Europa. Es cierto, por eso entre otras razones, Europa está en la UVI. Nada más lejos de mi intención que contribuir al demagógico discurso antipolítico que nos invade. Al revés: creo que la pulsión antipolítica (alimentada, entre otros, por quienes se sirven de ella para escalar en política) es una de las principales causas de este triste triunfo de la cultura política de la banalidad, del postureo y del cortoplacismo miope, que es lo que nos está matando.

Dicen que en aquel Gobierno de 1982 hubo muchos problemas por el enfrentamiento desde el primer día entre Guerra y Boyer. Es verdad. Pero qué quieren que les diga, visto lo que hoy vemos, uno echa de menos los enfrentamientos de ese nivel. Lo cierto es que, finalmente, la política la hacen los seres humanos. Y si algo está fallando cada vez más, en la política actual, es precisamente el factor humano.

Nunca me sentí especialmente próximo a Miguel Boyer: más allá de sus vaivenes políticos, era de los que están tan convencidos de su superioridad intelectual que te la tienen que demostrar a cada momento. Pero jamás decaerá el respeto que siguen inspirándome las personas de su nivel y lo que hicieron por su país.

Y una observación final, no sin cierta tristeza. Han pasado ya más de 48 horas de la muerte de Boyer. Todo el mundo ha hablado de él (por lo general bien, que es algo que sólo te pasa cuando te mueres). Pero resuena en mis oídos, de momento, el silencio de dos personas: su gran protector y su gran detractor en aquel gobierno de galácticos. ¿Por qué?

La muerte de Miguel Boyer trae a la memoria el gobierno del que formó parte: el primer gobierno socialista desde la Guerra Civil y el primero presidido por Felipe González.

Miguel Boyer Alfonso Guerra