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IU y UPyD: los errores fatídicos y la condición humana
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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IU y UPyD: los errores fatídicos y la condición humana

Cayo Lara no quiso dar cancha en IU a Pablo Iglesias, Rosa Díez se niega a ceder el liderazgo… Decisiones equivocadas que se toman a conciencia

Foto: Los diputados de UPyD Rosa Díez e IU Cayo Lara (EFE)
Los diputados de UPyD Rosa Díez e IU Cayo Lara (EFE)

En un artículo sobre el espeluznante crimen del avión de Germanwings, Daniel Innerarity nos pone ante uno de los dilemas irresolubles de nuestro tiempo: es peligroso que las tecnologías se impongan al control de los humanos, pero puede ser aún más peligroso que tecnologías tan poderosas como las actuales dependan del capricho o la locura de una persona. Y a continuación traslada el dilema al campo de la política: “Todo el progreso humano se juega en ese difícil equilibrio entre dar cauce a la voluntad humana de gobernar los acontecimientos e impedir al mismo tiempo la arbitrariedad. Los sistemas de Gobierno son tanto más inteligentes cuanto más resisten a la obstinación de quienes gobiernan”.

Si hay un terreno en el que esta contradicción es especialmente manifiesta es en la actuación de los partidos políticos. Piénsenlo bien: los partidos políticos son las únicas organizaciones que se hacen daño a sí mismas a sabiendas. Con extraña frecuencia sus dirigentes toman decisiones claramente equivocadas con plena conciencia de que a la larga resultarán perjudiciales para el partido y para sí mismos. Errores conscientes pero, según parece, inevitables. ¿Lo son?, ¿son realmente inevitables, como siempre argumentan sus responsables, esas decisiones que se toman sabiendo que no pueden salir bien?

Descendamos a la política española de aquí y de ahora. Es cierto que el revolcón que está sufriendo nuestro sistema político tiene mucho que ver con la transformación del mundo y con el choque brutal de la crisis económica. Pero en este vértigo en el que algunos partidos se desmoronan en cuestión de meses mientras otros brotan de la nada hay muchas cosas que sólo se explican por errores fatídicos de sus dirigentes; y casi siempre son errores que derivan simplemente de la condición humana. De las pasiones o las obsesiones o las ambiciones de dirigentes teóricamente obligados a actuar desde la razón.

Hoy IU podría ser, como parecía cantado, el eje de la alternativa al PSOE por la izquierda, y Pablo Iglesias un pacífico y agradecido eurodiputado de su partido

Estuvo claro desde muy pronto que la crisis tendría un efecto devastador sobre el apoyo social a los partidos gobernantes: primero le tocó al PSOE y ahora le toca al PP. También se sabía que eso abriría un enorme espacio para el crecimiento de otras fuerzas políticas. De hecho, así ocurrió: hace tan solo doce meses IU y UPyD aumentaban de forma sostenida sus expectativas electorales. Encandilados por las encuestas, los dirigentes de IU llegaron a acariciar el eterno sueño del sorpasso al PSOE y Rosa Díez ya se veía arbitrando desde el centro la política del país con un poderoso grupo parlamentario.

Y sin embargo, hoy el PP y el PSOE sufren pero resisten: aunque sea malamente, perdiendo muchísimos votos y renqueando (incluso reciben alegrías circunstanciales y un poco engañosas como la que los socialistas andaluces han dado a sus compañeros del resto de España). Pero, sorpresa, los dos que estaban llamados a beneficiarse del botín, IU y UPyD, agonizan y es probable que a finales de mayo asistamos a su funeral. En su lugar han aparecido dos invitados con los que nadie contaba: Podemos y Ciudadanos.

¿Qué ha pasado? Podrán hacerse profundos análisis y sesudos estudios, pero finalmente llegaremos a la condición humana.

La mayoría de los dirigentes de Podemos estaban en Izquierda Unida. Jóvenes activistas alimentados con esa mezcla confusa de residuos del leninismo y de populismo peronista de la que ese partido está impregnado desde los tiempos de Julio Anguita. Ellos sólo pretendían participar en el festín: si vamos a devorar al viejo PSOE queremos estar en primera fila y suministrar la pátina de modernidad que se necesita para quedarse al menos con la mitad del espacio de la izquierda. Por lo demás, nadie encontrará diferencias sustanciales entre Alberto Garzón y Pablo Iglesias: pertenecen al mismo biotipo político.

Pero tropezaron con el señor Lara, don Cayo. A ratos se daba cuenta de que necesitaba a esa gente para consumar el crecimiento de IU y, aprovechándose del penoso declinar del PSOE, plantarse en el 20% del voto; pero no estaba dispuesto a tolerar que eso se hiciera enviando al cuarto de los trastos viejos a él y a lo que representa. Fuentes generalmente bien informadas afirman que todo empezó cuando Pablo Iglesias solicitó de forma poco respetuosa un puesto en la lista de IU para el Parlamento Europeo y Lara envió al insolente a hacer puñetas, ¿qué se habrá creído este?

Pues ahí tiene usted la respuesta, don Cayo: el insolente resultó serlo de verdad y se llevó el guateque a otra parte. Hoy IU podría ser, como parecía cantado, el eje de la alternativa al PSOE por la izquierda, y Pablo Iglesias un pacífico y agradecido eurodiputado de su partido. En cambio, lo que va a suceder es que en mayo IU quedará en muchos lugares por debajo del límite legal para obtener escaños y concejales. Y me temo que su problema ya no se soluciona poniendo a un bienintencionado poeta al frente de su lista en Madrid.

¿Sabía Rosa Díez que Rivera era el mejor líder para un proyecto renovador? Claro. Pero también que eso exigía ceder el liderazgo a la nueva estrella

¿Y qué decir de doña Rosa Díez? Era evidente que Ciudadanos estaba a punto de dar el salto a la política nacional. Era evidente que había –y sigue habiendo– varios millones de votantes del PP desengañados, hartos de Rajoy y de Bárcenas y de todo lo demás, con un voto en la mano, esperando un recipiente adecuado donde depositarlo. Era evidente que la fuerza combinada de un partido ya establecido a nivel nacional como UPyD y una estrella emergente como Albert Rivera ofrecería el mejor recipiente posible para todos esos votos huérfanos, a los que además podrían añadirse unos cuantos más procedentes del PSOE. Otro 20% –como mínimo– al alcance de la mano para condicionar toda la política española y ser la bisagra imprescindible para gobernar.

¿Sabía eso Rosa Díez? Claro que lo sabía, le sobran capacidad y experiencia para ver algo tan obvio. Pero también para ver que eso exigía ceder el liderazgo a la nueva estrella del centro-derecha. “Yo no me he ido del PSOE y he montado un partido con mis propias manos para que venga un mozalbete de Barcelona a quedarse con mi obra ahora que viene lo bueno”… Todo el mundo sabe que lo único que ha impedido la alianza entre UPyD y Ciudadanos es la cuestión del liderazgo. Visto en términos objetivos es claro que en esa puja el joven Rivera es mejor apuesta que la veterana Díez, pero los protagonistas nunca miran estas cosas objetivamente. Pensando en este caso Rosa Díez me ha hecho recordar al personaje de Bette Davis en Eva al desnudo.

En España el término “responsabilidad política” se usa como una variante de la responsabilidad penal asociada a la corrupción. Pero hay otra responsabilidad, esta sí estrictamente política, que es la que corresponde a los dirigentes que conducen a sus partidos –y a veces a sus países– al desastre no porque se equivoquen, sino porque han decidido equivocarse.

El gran ajedrecista Tartakower decía que las partidas las gana el jugador que comete el penúltimo error. En este convulso año electoral de 2015 toda la incertidumbre está en saber quién cometerá el penúltimo error: ese será el que gane la partida.

En un artículo sobre el espeluznante crimen del avión de Germanwings, Daniel Innerarity nos pone ante uno de los dilemas irresolubles de nuestro tiempo: es peligroso que las tecnologías se impongan al control de los humanos, pero puede ser aún más peligroso que tecnologías tan poderosas como las actuales dependan del capricho o la locura de una persona. Y a continuación traslada el dilema al campo de la política: “Todo el progreso humano se juega en ese difícil equilibrio entre dar cauce a la voluntad humana de gobernar los acontecimientos e impedir al mismo tiempo la arbitrariedad. Los sistemas de Gobierno son tanto más inteligentes cuanto más resisten a la obstinación de quienes gobiernan”.

Política UPyD Rosa Díez Izquierda Unida Cayo Lara