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“Gobernamos bien pero comunicamos mal”
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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“Gobernamos bien pero comunicamos mal”

Cuando la política que haces es equivocada o fracasa o la gente la rechaza, no hay plan de comunicación que la salve. Un día puedes dar el pego, pero a la larga la realidad derrota al relato

Foto: Cospedal, Rajoy y Floriano. (Efe)
Cospedal, Rajoy y Floriano. (Efe)

Tras el primer bofetón electoral que ha recibido el PP en Andalucía (todos presagiamos y ellos temen que vienen más), los dirigentes del partido y del Gobierno, empezando por Rajoy, repiten y se repiten entre ellos una cantinela que hemos escuchado mil veces antes en boca de otros: esa de que “estamos gobernando bien pero comunicamos mal lo que hacemos, y por eso no nos entienden y nos castigan en las urnas…” El fracaso de la llamada política de comunicación como un fetiche autoexculpatorio de lo que casi siempre es un fracaso político sin más. Cuanto más se hunden más necesitan convencerse de ello, escudriñan obsesivamente el espacio de los portavoces y los mensajes buscando ahí el remedio mágico para lo ya irremediable, y tienen tantas ganas de creérselo que finalmente se lo creen y naufragan convencidos de que lo que les falló fue la comunicación. En estas cosas nunca he visto a nadieescarmentar en cabeza ajena.

Cuando a un gobierno sólo le queda lamentarse de su propia comunicación como la causa de todos sus males, es que ha comenzado la irreversible cuenta atrás. Ese lamento es un indicador altamente fiable de metástasis política. Es la mentira piadosa que se cuenta a sí mismo quien se aproxima a su final a causa de sus propios errores. Resulta menos problemático refugiarte en la idea de que lo estás explicandomal que asumir que te van a echar porque lo has hecho mal.

No existe eso que llaman política de comunicación salvo si se refiere a la que tiene por finalidad el control de los medios. Lo que existe es la comunicación de la política. Y cuando la política que haces es equivocada o fracasa o la gente la rechaza, no hay plan de comunicación ni spin doctor que la salve. Un día puedes dar el pego, pero a la larga la realidad derrota al relato por ingenioso que este sea.

No existe eso que llaman política de comunicación salvo si se refiere al control de los medios. Lo que existe es la comunicación de la política

Ya que a algunos políticos les fascina tanto el mundo del marketing,podrían aprender algo de él. Cuando un producto empieza a perder cuota de mercado, lo primero que hacen sus responsables es revisar el producto mismo para detectar sus fallos; a continuaciónestudian el mercado para comprobar si han aparecido otros productos más atractivos o han cambiado las demandas de los consumidores; en tercer lugar echan un vistazo a la eficiencia de su red de distribución y venta; y sólo en última instancia se piensa en cambiar de agencia de publicidad.

El Gobierno de Felipe González no cayó por su política de comunicación. Cayó sobre todo porque llevaba cuatro legislaturas y ya tocaba; pero también porque tenía a su partido escindido en dos mitades, porque se había enajenado a los sindicatos y a gran parte de su base social, porque existió algo llamado GAL y porque hubo una sucesión de escándalos que se llevó por delante, entre otros, a dos vicepresidentes del Gobierno, a varios ministros, al Gobernador del Banco de España y al director general de la Guardia Civil.

El Gobierno de Aznar cayó porque decidió contra toda razón meter a España en una guerra injustificable, porque confundió una catástrofe ecológica con unos hilillos de plastilina, por su adicción compulsiva a la mentira sectaria y porque trató de engañar al mundo entero en el momento más trágico de nuestra historia reciente, con 190 cadáveres, con la sociedad conmocionada y a tres días de unas elecciones.

El Gobierno de Zapatero cayó porque se negó a darse por enterado de que se había desatado el temporal de la crisis económica y se empeñó durante meses en seguir, como la orquesta del Titanic, tocando alegremente en cubierta cuando los pasajeros ya corrían hacia las lanchas salvavidas; porque a continuación pasó tres años dando bandazos y cada semana se abría el concurso de ocurrencias y se lanzaba un “paquete de medidas” que se evaporaba a la semana siguiente; y porque, finalmente, en un dramático día de mayo de 2010 se vio obligado a arriar todas las banderas que había enarbolado durante años sin plantear ese mismo día la lógica consecuencia política de ello.

Y el Gobierno de Rajoy va a caer porque perpetró un fraude político prometiendo lo que ya sabía que no haría y ocultando lo que realmente se proponía hacer; porque compró sin preguntar la mercancía averiada de la austeridad a palo seco y sin anestesia, que ha llevado a millones de familias a la desesperación y a millones de jóvenes a la emigración; por la reforma laboral, los recortes y los copagos, por la ley Wert; y porque los damnificados de su política cruel –muchos de ellos votantes del PP–han conocido además que ese partido lleva dos décadas metido hasta las cejas en el charco de la corrupción sin que la única persona que ha pertenecido ininterrumpidamente a la dirección del PP durante todo ese tiempo, de nombre Mariano, tras decir un simple “lo siento” haya actuado como lo haría cualquier primer ministro de un país europeo en semejante situación.

No es sólo que Rajoy transmita mal, es que han hecho algunas cosas que no tienen transmisión posible. No falla la publicidad, falla el producto

En todos los casos había, como hay ahora, razones más que suficientes para que el Gobierno cayera en las urnas. Pero todos ellos pasaron sus últimos meses diciéndose aturdidamente en Ejecutivas y Consejos de Ministros la letanía de que “lo que nos pasa es que lo explicamos mal” yresistiéndose a ver que el verdadero problema no se originó en la comunicación de los hechos, sino en los hechos mismos.

En la vida real el proceso funciona al revés: haces cosas que la sociedad rechaza, empiezas a notar ese rechazo en las encuestas y en las elecciones parciales y eso te crea un estado de ansiedad que te lleva a equivocarte también en la comunicación.El obvio disparate de poner a Floriano como portavoz del partido o a Rafael Hernando como portavoz parlamentario no es la causa del descalabro electoral del PP, es uno de sus efectos añadidos. El plasma es sólo un síntoma.

Mucho mejor les iría a todos, gobiernos y partidos, si se ajustaran al sano criterio de abstenerse de hacer aquello que no van a poder explicar. Pero si decides hacer lo que no se puede explicar, no es razonable culpar de las inevitables consecuencias a las explicaciones o a los explicadores –sobre todo si tampoco has estado especialmente acertado en su designación–.No es sólo que Rajoy y su gobierno transmitan mal, es que han hecho algunas cosas que no tienen transmisión posible. No falla la publicidad, falla el producto. O mejor dicho, falla la publicidad porque el producto ya no se sostiene.

Por eso cuando leí un titular que decía: “Rajoy admite errores en la comunicación”, pensé que esta película ya la hemos visto varias veces y siempre termina igual. Ya sé que Rajoy ha demostrado ser de esos políticos capaces de fumar dentro del agua, pero si eso es todo lo que va a admitir no hay quien le salve de la ola que viene.

Tras el primer bofetón electoral que ha recibido el PP en Andalucía (todos presagiamos y ellos temen que vienen más), los dirigentes del partido y del Gobierno, empezando por Rajoy, repiten y se repiten entre ellos una cantinela que hemos escuchado mil veces antes en boca de otros: esa de que “estamos gobernando bien pero comunicamos mal lo que hacemos, y por eso no nos entienden y nos castigan en las urnas…” El fracaso de la llamada política de comunicación como un fetiche autoexculpatorio de lo que casi siempre es un fracaso político sin más. Cuanto más se hunden más necesitan convencerse de ello, escudriñan obsesivamente el espacio de los portavoces y los mensajes buscando ahí el remedio mágico para lo ya irremediable, y tienen tantas ganas de creérselo que finalmente se lo creen y naufragan convencidos de que lo que les falló fue la comunicación. En estas cosas nunca he visto a nadieescarmentar en cabeza ajena.

Política Rafael Hernando Mariano Rajoy