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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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El partido de Iglesias ha celebrado por anticipado su ingreso en la política real y lo ha hecho a la manera clásica de los viejos partidos, con un ajuste de cuentas a plena luz del día

Foto: Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero. (Reuters)
Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero. (Reuters)

Acabamos de presenciar un caso práctico de la disponibilidad de los partidos políticos para hacerse daño a sí mismos de forma consciente. La novedad es que no le ha sucedido a uno de las formacionesde siempre, sino al partido que nació con la pretensión de ser diferente a todos los demás, el que proclamaba su intención de arrumbar todos los hábitos de la “vieja política” y sustituirlos por un compendio de todas las virtudes sin mezcla devicio alguno, el que puso un tenderete en la Puerta del Sol para repartir certificados de limpieza en la podrida política española.

Podemos ha celebrado por anticipado su ingreso en la política real y lo ha hecho a la manera clásica de los viejos partidos, con un ajuste de cuentas a plena luz del día y a tres semanas de unas elecciones. En riguroso directo, puro streaming. Nada que no hayamos visto antes en otros partidos pero todo un estreno de Broadway tratándose de quien se trata.

Para un partido normal la dimisión/expulsión de un dirigente en vísperas de unas elecciones es un contratiempo. Pero Podemos no es un partido normal, está en su partida de nacimiento no serlo. Por eso un episodio aparentemente poco trascendente como es una lucha interna entre bandas rivales que se salda con una víctima en medio de la acera puede convertirse, en este caso, en el prematuro principio del fin de un sueño.

Los politólogos y sociólogos que diseñaron Podemos hicieron un análisis atinado del humor de la sociedad española tras siete años de crisis brutal y de incapacidad de los Gobiernos para proteger a los ciudadanos de ella. Primero fue Zapatero el culpable universal de todos los males; después se empezó a renegar de todo lo que oliera a partidos, gobiernos o poder; y finalmente entramos en ese oscuro territorio en el que el enemigo del pueblo es la política como actividad y los políticos como especie, sin distingos ni matices.

Nada tan sencillo para gente conocedora de los procesos políticos que nacen del malestar social y adiestrada en países de larga tradición populista: decidieron poner en el mercado un producto que respondiera precisamente a ese hartazgo ciudadano. Hacer política desde la antipolítica, lanzar un partido desde el descrédito de los partidos, asaltar el poder proclamando el asalto a los cielos. Algo tan viejo como el mundo pero siempre eficaz cuando se elige el momento adecuado y se hace bien.

El problema de esos experimentos es que en su éxito inmediato anida el germen de su fracaso mediato. El monje Savonarola puede o no lograr que las masas lo escuchen; pero si lo logra, cuando se dispone a subirse a esa ola para ingresar en la Curia vaticana la contradicción deviene insalvable y el tinglado de la farsa se desploma con ruido.

Entre todos los fenómenos populistas que asolan a Europa, el más parecido a Podemos es el de Beppe Grillo y su Movimiento Cinco Estrellas en Italia. Su emergencia no estuvo ligada a un discurso reaccionario y xenófobo como en Francia, ni al nacionalismo antieuropeo como en Gran Bretaña, ni siquiera a la desesperación de una población condenada a la pobreza como en Grecia, sino al aprovechamiento del furor antipolítico de gran parte de los ciudadanos. Era, igual que Podemos, un planteamiento vacío de todo contenido programático: ni a Beppe Grillo ni a Pablo Iglesias se les ha escuchado jamás hablar seriamente de política económica frente a la crisis, ni de los problemas sociales (educación, sanidad, pensiones), ni –en el caso de Podemos–han clareado su posición ante la cuestión territorial; ni siquiera se les ha visto encabezando causas progresistas como la igualdad o los derechos de las mujeres. Su única bandera ha sido la denuncia de la política y de los políticos y su autopostulación como alternativa pretendidamente higiénica ante la porquería reinante.

También se parecen en que ambos han basado su salto a la fama en una utilización inteligente de la telebasura tertuliana y de las redes sociales; y en que ambos han pretendido la transversalidad política, atravesar y dejar sin sentido las fronteras que separan a la derecha de la izquierda para expandirse por todos los espacios ideológicos.

Premio inmediato fue el que tuvo Beppe Grillo en las elecciones de 2013, cuando se vio con más de 100 escaños en la mano. Y ahí comenzaron los problemas para el payaso italiano, porque cuando te caen 100 escaños en la ruleta electoral estás ante una encrucijada: o te implicas en la política del poder real con todas sus miserias o mantienes la pureza y provocas un colapso institucional. Esto fue lo que hizo Grillo y en ese momento empezaron a oscurecerse sus cinco estrellas.

Algo de eso le está ocurriendo también a Podemos, pero esta vez los primeros chispazos del cortocircuito han saltado antes de que hablen las urnas y tendremos que esperar un par de semanas más para ver hasta dónde llega la avería.

Podemos será un actor relevante en la política. Pero tendrá que ser dimensionado y ubicado en el lugar que naturalmente le corresponde

Sin embargo, no coincido con quienes llevan varias semanas diagnosticando en las encuestas que Podemos desciende. Son los mismos que lo habían hecho subir muy por encima de la realidad. En las infladísimas estimaciones de voto para Podemos (algunos llegaron a darles más de un 28%) había mucha cerveza, pero también mucha espuma. Y lo que ha estado pasando en las últimas semanas es que ha bajado la espuma y poco a poco se ve el verdadero nivel de la cerveza, que no es en absoluto despreciable pero está muy lejos de las desmesuradas expectativas que se habían creado de forma totalmente artificial.

¿Quiere esto decir que Podemos se va a evaporar con la misma velocidad con la que apareció? No lo creo. Opino que han venido para quedarse y que en los próximos años ese partido será un actor relevante en la política española. Pero tendrá que ser adecuadamente dimensionado y ubicado en el lugar que naturalmente le corresponde. Hay un espacio electoral a la izquierda del PSOE, siempre lo ha habido.

Cuando al PSOE le vienen vacas flacas, como ahora, el espacio a su izquierda se ensancha y quien lo ocupe alcanza resultados electorales muy estimables. Hace un año parecía que el beneficiario del botín sería IU, pero el acierto de Iglesias y su gente y la vocación suicida de Lara y los suyos han despejado ese territorio para Podemos. Lo esperable es que este partido se estabilice en porcentajes próximos al 15%, que es mucho para un partido recién estrenado pero menos de lo que se hizo creer (y no sé si ellos mismos llegaron a creer).

En todo caso, la novedad es que al partido que se montó sobre la decepción ciudadana le han comenzado muy pronto a aparecer sus propios decepcionados; y esa es una vía de agua que podría conducir a que no sólo baje la espuma de la cerveza, sino la cerveza misma. Veremos.

Acabamos de presenciar un caso práctico de la disponibilidad de los partidos políticos para hacerse daño a sí mismos de forma consciente. La novedad es que no le ha sucedido a uno de las formacionesde siempre, sino al partido que nació con la pretensión de ser diferente a todos los demás, el que proclamaba su intención de arrumbar todos los hábitos de la “vieja política” y sustituirlos por un compendio de todas las virtudes sin mezcla devicio alguno, el que puso un tenderete en la Puerta del Sol para repartir certificados de limpieza en la podrida política española.

Política Juan Carlos Monedero