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La patraña de la lista única
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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La patraña de la lista única

Cómo es el penúltimo conejo que han sacado de la chistera los que pretenden separar a Cataluña de España sin el respaldo de la ley ni el de una mayoría social suficiente ni el de la racionalidad política

Foto: Artur Mas. (EFE)
Artur Mas. (EFE)

Llevo varios días preguntándome qué diablos será eso de la “lista única sin políticos”, penúltimo conejo que han sacado de la chistera los que pretenden separar a Cataluña de España sin el respaldo de la ley ni el de una mayoría social suficiente ni el de la racionalidad política.

“Lista única”. Ya. Podrían haber dicho “lista común de los partidarios de la independencia”, “lista compartida”, “lista acordada”, hay muchas formas de expresar la idea. Pero el lenguaje es muy traicionero y, como diría mi psicoanalista, lo que usted ha dicho es precisamente “lista única”. Un wishful thinking, un pensamiento ilusorio que no por ilusorio es menos alarmante.

En términos puramente políticos, la cosa tiene su lógica. Porque lo que se quiere convocar en Cataluña el 27 de septiembre no son unas elecciones sino un plebiscito.

No se trata de elegir un Parlamento del que salga un Gobierno, que para eso se inventaron las elecciones en la democracia representativa. Se trata simplemente de encontrar el camino más corto para que la independencia sea un hecho consumado.

Sólo por imperativo legal se recurre a la apariencia formal de una convocatoria electoral. Es un plebiscito y en los plebiscitos no hay listas, por eso se entiende que en la mente de los que han maquinado este engendro de las “elecciones plebiscitarias” las listas partidarias sean un estorbo.

Más misterioso aún resulta a primera vista eso de las listas electorales sin políticos. Se necesita un título oficial para ser médico, abogado o ingeniero, pero no sé dónde se entrega el título que te autoriza a ejercer de político.

Lo que quieren los actuales dirigentes de los partidos independentistas es quedar camuflados tras unas cuantas personas más o menos prestigiosas

Es político aquel que hace política y en democracia no hay nada más político que presentarse a unas elecciones. Así que no existe tal cosa como una lista electoral sin políticos.

Ya, ya sé: a lo que se refieren de verdad es a que los actuales dirigentes de los partidos independentistas y sus respectivas siglas queden convenientemente camufladas tras unas cuantas personas más o menos prestigiosas –y sin duda bienintencionadas– dispuestas a poner el nombre y la cara para ver si así cuela lo que no está colando cuando lo protagonizan los Mas, Oriol Junqueras y compañía.

Si sólo se tratara de agrupar el voto independentista para obtener la máxima rentabilidad en escaños, bastaría con formar una coalición electoral entre CDC, ERC y CUP y presentarla como tal, con un programa de gobierno común y con sus líderes al frente. Eso sería claro y sería limpio. Pero tendría costes e implicaría compromisos que no están dispuestos a asumir, así que mejor recurrir a la siempre socorrida coartada de “la sociedad civil”. Lo que en realidad significa: que voten a otros para mandar yo.

Por muy plebiscitarias que pretendan ser, de esas elecciones tienen que salir un Parlamento que legisle y un Gobierno que administre los más de 50.000 millones de los presupuestos de la Generalitat y de todas sus entidades públicas.

Supongamos que esa “lista única sin políticos” gana las elecciones. ¿Quién gobernaría en Cataluña? ¿Quién se haría responsable de la sanidad y del sistema educativo? ¿Quién dirigiría a los Mossos d’Esquadra? ¿Acaso sería el Pep Guardiola de turno?

Entre tantas mentiras, una verdad: entre todos han convertido un problema histórico en un conjunto de artimañas al servicio de los intereses de cada uno

No. Serían los políticos que no aparecieron en ella y los partidos que ocultaron sus siglas. Y para consumar el engaño, ya han anunciado sus intenciones: primero presentamos la “lista única sin políticos” para que gane el independentismo y pocos meses después convocamos unas segundas elecciones, estas de verdad, para recuperar los escaños prestados a los “no políticos”, no vaya a ser que quieran quedarse con ellos.

Así que la fórmula “lista única sin políticos” contiene un doble fraude: es fraudulenta en cuanto al objeto de la votación, puesto que presenta como elecciones autonómicas lo que en realidad es un plebiscito sobre la independencia; y es fraudulenta en cuanto a los sujetos porque pide el voto para unos para que en realidad manden otros.

Esta no es sino una más en la ya larga lista de patrañas que han jalonado el proceso político catalán desde que el señor Mas decidió meter a Cataluña y a España en un conflicto que, cualquiera que sea el resultado inmediato, ya ha producido daños y heridas que tardarán varias generaciones en sanar, si es que lo hacen.

Era y sigue siendo mentira que Cataluña pueda separarse de España sin quebrar la legalidad constitucional. Era y es mentira que pueda hacerse un referéndum sobre la independencia que tenga efectos jurídicos de ninguna clase. Era y es mentira que una autoproclamado Estado catalán pueda seguir formando parte de la Unión Europea; es más, en la ONU no le dejarían ni pasar de la puerta de la calle. Y es mentira que de las elecciones del 27 de septiembre pueda salir nada parecido a una Asamblea Constituyente.

Entre tantas mentiras, aparece una sola verdad: entre todos han convertido un gran problema histórico en un conjunto de artimañas tácticas al servicio de los intereses cortoplacistas de cada uno.

No sé si el problema de Cataluña tendrá solución, pero tengo la certeza de que esa solución no vendrá de la mano de Artur Mas ni de Mariano Rajoy

Desde que se subió en marcha al carro del independentismo, Mas ha hecho retroceder a su partido cada vez que se han abierto las urnas. Por el camino ha conseguido romper una coalición política que había funcionado armónicamente desde 1978. Y si se atreviera a a presentarse estas elecciones con sus siglas, la derrota sería algo más que un riesgo.

Todo lo que ha hecho en estos meses es manotear desesperadamente para conseguir una de estas dos cosas: o que alguien le dé una excusa para evitar las elecciones (¡qué gran favor le haría Rajoy si convocara las generales el 27 de septiembre!) o buscar una fórmula que le permita confundirse con el paisaje y salvar la cara o que se la partan a otros.

Esquerra y la CUP han encontrado la fórmula ideal para dirigir la política catalana por personas interpuestas (los dirigentes de ANC y similares) y capitalizar en beneficio propio las mayorías electorales que jamás obtendrían compitiendo con sus propias siglas.

Todos ellos especulan con que tras las próximas elecciones generales haya en España un “poder blando”: un Gobierno precario sin una mayoría estable, formado por varios partidos, al que se pueda presionar con facilidad.

Rajoy ha renunciado a hacer cualquier contribución positiva a la solución del problema de fondo y sólo espera que en el otoño la agudización del conflicto catalán le sirva para reagrupar en las generales a una parte de su electorado extraviado.

Albert Rivera acaricia ya la pole position del no independentismo en el 27-S, y hará de ello una gran palanca para impulsar su propia candidatura en las generales.

A Pablo Iglesias le vale con que nadie sepa jamás si es independentista, federalista o mediopensionista.

El PSC finalmente ha desembocado en la posición sensata: la versión admisible del derecho a decidir es un referéndum de reforma constitucional en toda España que establezca un modelo federal y reconozca el hecho diferencial de Cataluña sin que ello implique desigualdad en los derechos de los ciudadanos. Pero ha llegado a ese punto después de 10 años dando tumbos y bandazos, así que se le agotó el crédito: ya son pocos los que lo escuchan.

Como casi todos ustedes, soy incapaz de predecir cómo y cuándo terminará esta pesadilla. Pero de algo estoy seguro: no sé si el problema de Cataluña tendrá solución, pero tengo la certeza de que esa solución no vendrá de la mano de Artur Mas ni de Mariano Rajoy.

Llevo varios días preguntándome qué diablos será eso de la “lista única sin políticos”, penúltimo conejo que han sacado de la chistera los que pretenden separar a Cataluña de España sin el respaldo de la ley ni el de una mayoría social suficiente ni el de la racionalidad política.

Artur Mas Mariano Rajoy Oriol Junqueras Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)