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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Rajoy renuncia a Cataluña

El PP, desde el Gobierno o la oposición, seguirá siendo imprescindible para encontrar la salida al conflicto. Y al escoger a un individuo como García Albiol ha dado un paso para autoexcluirse

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (i), con el candidato del PP a las elecciones autonómicas de Cataluña, Xavier Garcia Albiol (d). (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (i), con el candidato del PP a las elecciones autonómicas de Cataluña, Xavier Garcia Albiol (d). (EFE)

Xavier García Albiol fue hasta mayo alcalde de Badalona, el único alcalde del PP en una ciudad grande de Cataluña. Intentó ser reelegido con un lema contundente: “Limpiando Badalona”. Obviamente, el mensaje no aludía al funcionamiento del servicio público de limpieza en el municipio, sino a otro tipo de limpieza.

Los dichos y los hechos del personaje no dejan espacio para la duda: es un xenófobo recalcitrante que en Francia tendría acomodo en el sector menos moderado del partido de Le Pen. Y su discurso está plagado de guiños anticatalanistas –que no es lo mismo que anticatalanes–. Es su producto y lo vende sin pudor.

Este es el líder que Rajoy ha designado para las elecciones del 27 de septiembre. Se supone que con el propósito de que no sólo compita ese día, sino que dirija y represente al PP en Cataluña durante los próximos cuatro años. Y si lo primero puede explicarse en clave de pura táctica electoral, lo segundo tiene implicaciones muy preocupantes.

Un análisis superficial de esta decisión nos diría que está llena de lógica. García Albiol es el dirigente más conocido del PP de Cataluña y ha demostrado ser también el más eficaz electoralmente. Con su designación como candidato el PP puede intentar dos cosas:

Por un lado, plantar cara a Ciudadanos doblando la apuesta en la confrontación del nacionalismo español frente al nacionalismo catalán.

Y por otro, atraer, como hizo en su día en Badalona, a votantes del PSC del cinturón barcelonés –clase obrera, inmigrantes de primera o segunda generación atemorizados por la competencia de los “nuevos inmigrantes” en la lucha por un bien escaso como es el empleo y, por tanto, especialmente receptivos ante un discurso de tinte xenófobo como el que practica García Albiol–. Lo dicho, el lepenismo como referencia.

¿Es García Albiol la mejor baza del PP para intentar arañar un par de puntos y maquillar un poco su resultado en Cataluña, que será catastrófico en cualquier caso? Con el manual en la mano, probablemente sí.

¿Es lo mejor para Cataluña que la derecha española añada a la campaña del 27-S más crispación, más dialéctica confrontativa y más demagogia populista, por si no fuera suficiente la que ponen del lado del independentismo? Estoy convencido de que no lo es.

Y pensando en el día después: ¿es lo mejor para todos, empezando por el propio PP, que en el dificilísimo proceso que seguirá a esas elecciones su voz en Cataluña la lleve alguien como García Albiol, que evoca cualquier cosa menos diálogo razonable y capacidad de entendimiento y de acuerdo? Si se trata de encontrar una salida no traumática (es suicida renunciar a eso, por difícil que nos lo pongan), parece claro que no es lo mejor.

Rajoy, desde la oposición a Zapatero, regó generosamente de gasolina el barril que Mas decidió un día prender para provocar el incendio que ha quemado ya de forma irrecuperable demasiadas hectáreas de convivencia y de sentido común en la relación entre Cataluña y el resto de España.

Además de la “noble causa” de acabar a toda costa con el anticristo zapateril, tras esa estrategia del PP había un cálculo: exacerbar el anticatalanismo para obtener rentabilidad electoral en el resto de España. Lo que nos debilita en el Eixample nos fortalece en el Barrio de Salamanca. Aquellas mesas petitorias de firmas contra el Estatuto sembradas por todo el país no tenían nada de inocentes ni de patrióticas.

Ya en el Gobierno, Rajoy no ha dado un paso adelante para intentar reconducir un conflicto que merecía del presidente del Gobierno de España algo más que esa parálisis impasible y obstinada, desesperantemente burocrática, con la que acostumbra a tratar todo aquello que le importuna. Ha actuado como si el problema de Cataluña fuera un expediente que se remite a la Abogacía del Estado esperando que tras la siesta el asunto esté resuelto.

¿Es lo mejor para todos, y para el propio PP, que en el dificilísimo proceso que seguirá a esas elecciones su voz en Cataluña la lleve alguien como García Albiol?

Y ahora, esto. ¿Cómo debemos interpretarlo? A mi juicio no se trata tan sólo de adecentar el resultado del PP en Cataluña con un candidato populista y demagogo pero eficaz.

Esta decisión no se ha tomado mirando a las elecciones catalanas, sino a las generales que vienen inmediatamente después. Y responde a la lógica ya conocida: agudizando el conflicto entre nacionalismo español y nacionalismo catalán buscan protegerse de Ciudadanos, poner en dificultades a los socialistas y recuperar a sus votantes huidizos en el resto de España tocando una fibra emocional que saben sensible.

El PP ha estudiado en profundidad el modelo de campaña crispadora y negativa que dio la victoria a los conservadores en Gran Bretaña hace unos meses. También allí se manejó obscenamente la xenofobia para defenderse del competidor por la derecha (allí, el UKIP). También allí el problema separatista de Escocia estaba en carne viva: Cameron renunció a los votos de Escocia, donde nunca tuvo nada, pero hurgó en esa herida para debilitar a sus adversarios laboristas y recuperar terreno en el resto del país.

Ahora que las vacaciones dan tiempo libre, quien quiera anticipar la campaña que va a hacer el PP en las generales que dé un repaso a la de los tories en el Reino Unido: sólo nosotros garantizamos la recuperación económica, los socialistas son sospechosos de aliarse con los enemigos de la patria y mano dura con todo lo que huela a extranjero. La designación de García Albiol en Cataluña es sólo un aperitivo de lo que viene.

Pero lo más preocupante no es eso, que al fin y al cabo son sólo estrategias de campaña. Cuando pasen las elecciones catalanas y las generales, el problema de Cataluña seguirá sobre la mesa. Probablemente estará aún más envenenado que ahora. Y exigirá toneladas de prudente valentía, de responsabilidad y de longitud en la mirada.

El PP habrá perdido la mayoría absoluta. Si logra permanecer en el Gobierno será mediante pactos, no parece muy verosímil a día de hoy un nuevo Gobierno monocolor de Rajoy. El Parlamento español estará mucho más fragmentado y el nuevo Parlamento catalán será un volcán en erupción.

El PP tendrá mucho menos poder que ahora pero, desde el gobierno o desde la oposición, seguirá siendo imprescindible para encontrar el camino de salida al conflicto de Cataluña. Y al poner a un individuo como García Albiol al frente de su delegación en Barcelona, el PP ha dado un paso para autoexcluirse de la solución. Cosa que la izquierda sensata no debe festejar en absoluto, porque sin una contribución constructiva de la derecha española la salida será mucho más complicada, si es que para entonces queda alguna salida dentro de la razón.

Al designar a García Albiol, Rajoy avala por adelantado y se compromete con lo que este haga y diga en la campaña. Me pregunto qué mensaje veremos: ¿quizá “Limpiando Cataluña”?

Xavier García Albiol fue hasta mayo alcalde de Badalona, el único alcalde del PP en una ciudad grande de Cataluña. Intentó ser reelegido con un lema contundente: “Limpiando Badalona”. Obviamente, el mensaje no aludía al funcionamiento del servicio público de limpieza en el municipio, sino a otro tipo de limpieza.

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