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¿De la legislatura más larga a la más corta?
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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¿De la legislatura más larga a la más corta?

Cualquier gobierno que salga de las próximas elecciones será inestable y precario. Es muy difícil que cualquiera de las fórmulas verosímiles llegue a sumar 175 escaños

Foto: El presidente del Gobierno y del Partido Popular, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del Gobierno y del Partido Popular, Mariano Rajoy. (EFE)

Esta legislatura que termina habrá sido la más larga de la democracia: casi 1500 días con todas sus noches (un dato curioso: las tres legislaturas más duraderas han sido con los gobiernos del PP).

Rajoy la ha apurado hasta el límite de lo legal. ¿Por qué lo ha hecho? En primer lugar, porque él es así: nunca pierde ocasión de dejar para mañana lo que debería haber hecho ayer. Y también, quizás, por un cálculo político: si tras las elecciones le va a tocar gobernar en precario (que es lo máximo a lo que puede aspirar), mejor dejar los Presupuestos aprobados y a partir de enero gobernar mientras le dejen, sin apenas legislar para evitar tropezones parlamentarios. El precipitado trámite presupuestario es lo que nos lleva a votar en plena navidad.

Pero en política el manejo de los tiempo es esencial y este era un caso clarísimo de principio de anticipación. Si se hubiera atrevido a convocar las elecciones generales antes de que Mas hubiera hecho lo propio en Cataluña, habría destrozado la planificación estratégica del estado mayor independentista y les habría arrebatado la iniciativa política y el control del calendario.

Hoy tendríamos un pronunciamiento del pueblo español previo a las “plebiscitarias” catalanas; y tendríamos ya un nuevo parlamento y un nuevo Gobierno para afrontar el desafío secesionista y no el peligroso período de provisionalidad que nos espera desde el 20 de diciembre hasta que tome posesión el nuevo presidente del Gobierno. En cambio, lo que vamos a tener es un calendario endiablado en el que el proceso catalán y el español interfieren y se condicionan mutuamente, pero en el que ellos van por delante.

Rajoy no sólo ha entregado la iniciativa y el calendario a los independentistas, sino que se ha pegado un tiro en la pierna haciendo un regalo precioso a Ciudadanos

Este retraso es un error incluso si se ve desde el interés electoral del PP: haber permitido que en vísperas de las generales Ciudadanos se alce en Cataluña con el liderazgo de la oposición al independentismo es un suicidio para el PP. El mensaje que se ha recibido en el espacio de la derecha españolista (y en lo más alto del establishment económico) es que el mejor instrumento para frenar al separatismo es Ciudadanos. El PP, con sus groseros errores y su lamentable desempeño del 27-S, ha dejado de ser funcional para esa tarea.

Rajoy no sólo ha entregado la iniciativa y el calendario a los independentistas, sino que se ha pegado un tiro en la pierna (uno más) haciendo un regalo precioso a su máximo competidor. Ciudadanos tenía ya el atractivo regeneracionista; ahora, además, para mucha gente resulta ser un voto útil. Ya hay quienes piensan que si Rivera va a ser el campeón de la unidad de España en Cataluña, hay que reforzarlo.

Y no cabe alegar sorpresa. Se sabía desde hace meses que Mas convocaría elecciones plebiscitarias el 27-S y que jugaría con el calendario para condicionar al Parlamento y al Gobierno español con una política de hechos consumados. Se sabía que Ciudadanos tenía la 'pole position' para convertirse en el partido no independentista más votado en Cataluña y que eso le daría un fuerte impulso en el resto de España; y era fácil prever el desastre del PP en esas elecciones catalanas. La deprimente respuesta de Rajoy: en Cataluña, poner a un extremista a competir con la dupla Rivera-Arrimadas. Y en España, adelantar el presupuesto y retrasar las elecciones. Un alarde de audacia y de reflejos.

En los próximos días veremos el impacto de todo esto en las encuestas y los pasillos del poder se agitarán como nunca. Aún no está todo dicho respecto al primer puesto de la candidatura del PP por Madrid.

Y, sin embargo, tiene uno la sensación de que más que ante una legislatura exprimida al máximo estuviéramos ante una convocatoria forzada porque los que están en el Gobierno no dan más de sí y dejan un reguero de tareas inacabadas, problemas no resueltos y conflictos abiertos que nadie sabe cómo y cuándo se cerrarán.

Todo en la España de 2015 transpira incertidumbre y provisionalidad. La incipiente mejoría económica no ha quitado el miedo ni ha mejorado las dañadas vidas de las víctimas de la recesión. Y a eso se añade una crisis política de caballo: todas las instituciones bajo sospecha, el sistema de partidos patas arriba, la Constitución sometida un tironeo oportunista en todas las direcciones (los que quieren cerrarla con candado, los que la quieren reformar pero no terminan de precisar cómo y los que directamente quieren acabar con ella); y, finalmente, un proceso en marcha de segregación del Estado que nadie parece capaz de encauzar hacia términos compatibles con la razón.

Sólo hay una fórmula que garantiza una amplia mayoría, la coalición Voldemort (aquella-que-no-debe-ser-nombrada): PP+PSOE

Y todo ello, en el nivel más bajo que se recuerda en lo que se refiere a la calidad de la dirigencia política. De todos los problemas de la política española, el factor humano es el más grave y el que menos solución tiene a corto plazo.

Todo ello me hace pensar que si la legislatura que termina ha sido la más larga, la que viene puede ser la más breve. Por tres razones principales:

  • Primero, porque cualquier gobierno que salga de estas elecciones será inestable y precario. Es muy difícil que cualquiera de las fórmulas verosímiles llegue a sumar 175 escaños. Desde luego, no llegará a esa cifra ningún gobierno monocolor; no llegará el PP con Ciudadanos porque funcionan como vasos comunicantes, lo que gana uno lo pierde el otro; lo mismo sucede con la combinación PSOE-Podemos; y para un gobierno PSOE-Ciudadanos (que es el que le gusta a Sánchez) se necesita que Rivera vaya como un tiro y que los socialistas partan de un mínimo de 130 escaños: lo primero puede ocurrir pero lo segundo no.

Sólo hay una fórmula que garantiza una amplia mayoría, la coalición Voldemort (aquella-que-no-debe-ser-nombrada): PP+PSOE. Pero su primera condición de viabilidad sería precisamente un estricto acotamiento de su duración y de su agenda. Sería una solución de emergencia, descartadas todas las demás, para un tiempo limitado y con tareas muy precisas. Una mayoría amplia pero no sólida, sino prendida con alfileres.

  • La segunda razón es la provisionalidad del sistema de partidos. Los dos viejos, PP y PSOE, están en revisión; y los dos nuevos, Podemos y Ciudadanos, están en construcción. Esta legislatura será experimental para todos ellos en los nuevos papeles que les atribuyan las urnas, y ello provocará no pocas y no pequeñas tensiones desestabilizadoras en todos los espacios políticos.
  • Y la tercera, 'last but not least', es la magnitud de la agenda que nos espera: consolidar la recuperación económica y comenzar a reparar el inmenso daño social causado por la crisis y los recortes. Reformar el sistema político. Hacer frente al problema de Cataluña, lo que conlleva revisar el modelo de organización territorial del Estado.

Todo eso sólo puede hacerse con mayorías sólidas, con grandes consensos políticos y sociales y con liderazgos claros y reconocidos. Todo lo que nos falta y lo que no nos traerán estas elecciones navideñas.

Esta legislatura que termina habrá sido la más larga de la democracia: casi 1500 días con todas sus noches (un dato curioso: las tres legislaturas más duraderas han sido con los gobiernos del PP).

Mariano Rajoy Ciudadanos