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Las claves del 20-D (I): Unas elecciones sin dueño
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Las claves del 20-D (I): Unas elecciones sin dueño

Las elecciones importantes son siempre sobre el futuro, no sobre el pasado. No se vota por agradecimiento, sino por expectativas. Los indecisos vamos a tenerlo realmente difícil

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, tras la figura de Mariano Rajoy. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, tras la figura de Mariano Rajoy. (EFE)

Permítanme comenzar recordando dos conocidos episodios históricos.

En mayo de 1945 terminó la II Guerra Mundial y dos meses después hubo elecciones generales en Gran Bretaña. Winston Churchill, artífice de la victoria y héroe nacional indiscutido, se presentó al frente del Partido Conservador. ¿Arrasó en las urnas el héroe? No, arrasaron sus adversarios, los laboristas de Clement Attlee.

Lo que pasó es que había cambiado la agenda del país. Ya no se trataba de ganar una guerra, sino de reconstruir una nación exhausta y comenzar a recuperar el bienestar. Y los británicos, que siempre han tenido un fino olfato para saber lo que les conviene, sintieron que para esa tarea y en ese preciso momento era preferible un gobierno nuevo y distinto.

El segundo recuerdo es la España de 1982. Tras una transición accidentada y un cuartelazo golpista del que nos libramos por los pelos, la agenda de España estaba clara: consolidar la democracia, modernizar el país y meter a España en Europa. Con el partido del Gobierno en descomposición, la mayoría social encontró en Felipe González y en el PSOE renovado el instrumento adecuado para esa misión. El resultado: 202 diputados.

Son dos ejemplos que ilustran mi convicción de que las elecciones importantes son siempre sobre el futuro, no sobre el pasado. No se vota por agradecimiento, sino por expectativas. O dicho de otro modo: no te votarán o te dejarán de votar por lo que has hecho, sino por lo que esperan que hagas.

Si el PSOE perdió con estrépito en 2011 fue porque su fracaso para afrontar la crisis arruinó cualquier esperanza razonable de que pudiera hacerlo en el futuro. Había ya un veredicto social inapelable; y a pesar de sus cambios de dirección (en el doble sentido de la expresión), los socialistas aún arrastran esa cadena, por eso les cuesta tanto remontar. Y si el PP ganó como ganó no fue por su líder o su actuación en la oposición sino porque, constatado el fracaso del PSOE, se sentía una necesidad angustiosa de buscar otro camino y el PP era la única alternativa realmente existente en aquel momento.

Hay una agenda nacional, que es lo que el país objetivamente necesita; hay una agenda de la sociedad, que es lo que la mayoría de los ciudadanos demanda; y finalmente está la agenda de cada líder y cada partido, que no es exactamente lo que ponen en sus programas sino todo lo que representan y las expectativas, positivas y negativas, que suscitan.

Tienes la fórmula ganadora cuando logras integrar en un proyecto coherente y verosímil estas tres dimensiones: lo que el país necesita, lo que la gente desea y lo que se espera de ti. Fue el caso de González en 1982, el de Obama en 2008, el de Alfonsín en la Argentina del 83; y para que no se diga que sólo pongo ejemplos de un lado, también los de Reagan y Thatcher en su día.

Ha cambiado la agenda de España y también la de los españoles. Ya no es monotemática, sino compleja: recuperación, reforma política y pacto territorial

La agenda de España en 2011 constaba de un solo tema: cómo salir del agujero de la crisis. Todo lo demás importaba menos. Y era una especie de restricted choice: descartado el PSOE, sólo quedaba ponerse en manos del PP. Por eso el resultado de aquellas elecciones estaba escrito desde muchos meses antes.

Todo es diferente cuatro años después.

Para empezar, ha cambiado la agenda de España y también la de los españoles. Ya no es monotemática, sino compleja. Y en mi opinión, se resume en tres grandes tareas:

La primera, claro, es consumar la recuperación. Pero (toquemos madera) ya no, afortunadamente, para eludir a toda costa el precipicio del crack financiero del país. Ahora hay que trasladar la incipiente mejoría macroeconómica a empleos que merezcan tal nombre; hay que empezar a reparar los múltiples destrozos causados en la sociedad; y hay que construir un modelo de competitividad económica y de cohesión social que no será viable si se pretende regresar sin más al caducado Estado del Bienestar del siglo XX.

La segunda tarea es reformar el sistema político, que hoy es ampliamente criticado pero que, si no se abandonan los brindis al sol y se toma de una vez el asunto en serio (reforma constitucional incluida), pronto será impugnado masivamente y habremos dejado que se eche a perder el único edificio institucional habitable que los españoles hemos sido capaces de construir en siglos.

Y la tercera es alcanzar un nuevo pacto territorial. Empezando por lo más urgente, que es recuperar a Cataluña para la convivencia española. Pero también apuntalar y dar una forma reconocible a todo lo que en 1978 se montó a tientas y después se ha ido cosiendo a remiendos. El Estado descentralizado no se hace con sentencias del Tribunal Constitucional, por muy cómodo que ello le resulte a Rajoy.

También hay otros protagonistas en el escenario. Nace un nuevo sistema de partidos que aún debe cristalizar. Han cambiado todos los liderazgos excepto uno, así que hoy tenemos a un veterano, antiguo de nacimiento y alérgico a la acción, frente a un pelotón de debutantes que de momento sólo han demostrado lo bien que posturean: el culturismo político como sucedáneo de la fortaleza, todo un hallazgo.

Y estamos ante la elección más abierta: no sólo hay múltiples combinaciones de gobierno, sino una enorme incógnita sobre quién estará en La Moncloa. Unos repiten como un mantra que sólo hay dos candidatos posibles; otros insinúan que ya son tres; y yo creo que, según como vengan las cosas, puede haber varios más y no necesariamente entre los que a día de hoy encabezan las listas.

Ninguno de los líderes actuales, viejos o nuevos, tiene capacidad política y autoridad moral para generar los consensos que va a necesitar esta labor de gigantes

La cuestión es que no aparece hoy quien sea capaz de hacer que las tres agendas –la del país, la de la sociedad y la del dirigente- sean la misma cosa. No se ve quién puede encabezar la triple tarea de consumar la recuperación, reformar el sistema político y armar un pacto territorial que incluya a Cataluña, pero también al País Vasco y a todos los demás. Ninguno de los líderes actuales, viejos o nuevos, tiene capacidad política y autoridad moral para generar los consensos que va a necesitar esta labor de gigantes. Porque si algo está claro es que lo que hay que hacer no podrá dictarlo desde el BOE un gobierno minoritario con un parlamento fragmentado y un liderazgo gaseoso.

Miro y miro, y no lo veo. Critica Timothy Garton Ash a los partidos norteamericanos: “Deben elaborar una estrategia global para los próximos 20 años, pero parecen incapaces de generar algo que no sea una frase jugosa para los próximos 20 minutos”. Pues eso mismo vale para esta España nuestra, pero aquí las frases ni siquiera son jugosas sino insoportablemente rituales y manidas.

Porque se vota por expectativas, estas son unas elecciones sin dueño. Los indecisos vamos a tenerlo realmente difícil.

Permítanme comenzar recordando dos conocidos episodios históricos.

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