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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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¡Mas, vete ya!

La sectarización de la vida política en Cataluña durante estos cinco años ha hecho palidecer los peores tiempos de la crispación en España

Foto: El presidente en funciones de la Generalitat, Artur Mas. (Reuters)
El presidente en funciones de la Generalitat, Artur Mas. (Reuters)

Artur Mas tomó posesión como presidente de la Generalitat de Cataluña el 27 de diciembre de 2010. Ahora intenta -de momento, sin éxito- que lo elijan para seguir siéndolo durante cuatro años más. Pero más allá de la enrevesada coyuntura, cinco años de gobierno dan derecho a que se valore su trabajo con los criterios que se aplican a cualquier gobernante. ¿Está Cataluña mejor o peor que hace cinco años? ¿Ha contribuido el Gobierno de Mas a mejorar la vida de los catalanes y a fortalecer su país o lo contrario?

Cuando inició su Presidencia, la política catalana era unánimemente considerada como un oasis de serenidad y sentido común frente al crispado encanallamiento del debate político en España, en el que durante demasiado tiempo las interjecciones ocuparon el lugar de las reflexiones, los insultos expulsaron a los argumentos y por cada sustantivo se vertían 10 adjetivos.

Hoy, lo menos que puede decirse es que ya no hay espacio para un debate político racional en Cataluña. A nadie le importa lo que nadie dice, sino en qué bando está cada uno. Si eres de los míos, tienes bula para soltar cualquier disparate; si eres de 'los otros', eres traidor y no mereces ni siquiera ser escuchado.

La sectarización de la vida política en Cataluña durante estos cinco años ha hecho palidecer los peores tiempos de la crispación en España, y mira que el listón estaba alto.

La Cataluña que Mas recibió era reconocida por la tolerancia y el diálogo; lo que entrega es una sociedad dramáticamente escindida

Muchos, dentro y fuera de España, hemos visto Cataluña como un ejemplo admirable de una sociedad compleja y mestiza, capaz de mantener sus señas de identidad y a la vez proporcionar altos niveles de convivencia y respeto entre gentes de orígenes muy diversos. Hoy, quien no comulgue con la causa independentista tiene muchos motivos para sentirse extranjero en aquella tierra.

La Cataluña que Mas recibió era reconocida por la tolerancia y el diálogo; lo que entrega es una sociedad dramáticamente escindida, con una trinchera brutal que separa a las familias, a los amigos, a los compañeros de trabajo. Hoy, hablar de política en Cataluña, en cualquier entorno social, es un ejercicio complicado.

Mas recibió un país que ya entonces estaba, como todos, afectado por la crisis económica, pero que mantenía niveles de prosperidad envidiables y un grado muy razonable de cohesión social con prestaciones y servicios públicos bastante eficientes.

Se lanzó con pasión a la política de los recortes sociales; todas las decisiones antisociales que hoy se le reprochan a Rajoy fueron antes practicadas por el Gobierno de Artur Mas. Algún día podrá evaluarse en profundidad el daño social que este Gobierno de derechas -aunque ahora se ponga de rodillas ante la extrema izquierda revolucionaria- ha producido en la sociedad catalana.

Ni siquiera ha logrado la eficiencia económica: uno de los problemas que hacen inviable su alocado proyecto de secesión exprés es el gigantesco endeudamiento de Cataluña, su incumplimiento sistemático de todos los objetivos de control del déficit a pesar de los recortes y el desastre de una Administración pública paralizada durante meses porque lo único que importa es que los cargos públicos dediquen su tiempo y el dinero de los contribuyentes a impulsar el 'procés'.

Uno de los problemas que hacen inviable su alocado proyecto de secesión exprés es el gigantesco endeudamiento de Cataluña

Durante muchos años, Cataluña ha aportado estabilidad política a España, y a cambio ha obtenido una gran influencia en sus decisiones. Muchos gobiernos de ambos partidos, PSOE y PP, han sobrevivido gracias al apoyo responsable de los nacionalistas catalanes. Siempre recordaremos la dramática sesión del 12 de mayo de 2010 en el Congreso, cuando Rajoy, en un alarde increíble de irresponsabilidad, estuvo a punto de arrojar el país al precipicio de la quiebra y el rescate con el único propósito de echar a Zapatero. Fueron los diputados de CiU los que salvaron in extremis aquella situación.

Hoy, Cataluña se ha desestabilizado a sí misma y está desestabilizando España; el otrora influyente nacionalismo catalán carece de cualquier interlocución constructiva con cualquier fuerza política española; en momentos de preocupación por la estabilidad del Gobierno que salga del 20-D, nadie cuenta con ellos para ningún posible acuerdo de gobernabilidad, y, cosas de la vida, los nacionalistas vascos liderados por el lendakari Urkullu aparecen como contrapunto de sensatez y responsabilidad frente al desatinado aventurerismo del presidente catalán. Y no creo que nadie pueda decir que el PNV ha renunciado a la defensa de la identidad vasca ni de su proyecto político: es sencillamente una cuestión de responsabilidad y de cordura.

Artur Mas recibió el control de un poderoso instrumento político: un partido político de amplio espectro implantado en todos los sectores de la sociedad, con experiencia de gobierno y un gran apoyo electoral: en las elecciones que le dieron la Presidencia, CiU obtuvo 62 escaños en el Parlamento de Cataluña.

No sólo ha provocado la ruptura con Unió, sino que hoy CDC está en proceso de disolución tras reducir su fuerza parlamentaria a menos de la mitad

Lo ha destruido en cinco años. No solo ha provocado la ruptura de una fructífera coalición de décadas con su socio de Unió, sino que hoy Convergència Democràtica de Catalunya está en proceso de disolución tras haber reducido su fuerza parlamentaria a menos de la mitad. En estas elecciones generales no se presentará con sus siglas: se han inventado una marca fantasma para ocultarlas.

Convergència siempre fue una fuerza política centrada y con vocación institucional. Cuando Artur Mas decidió subirse en marcha al carro independentista, entregó de hecho el timón de Cataluña y de su Gobierno a ERC y a las organizaciones promotoras de la secesión, como la que encabeza la señora Forcadell, convertidas en poderes fácticos que dictan las decisiones de los responsables políticos.

Ahora ha dado un paso más. Ver al líder del centro-derecha catalán, un político del 'establishment' donde los haya, el 'conseller' de Economía en los tiempos de esplendor del 3%, suplicando el apoyo y asumiendo como propio el discurso de una organización asamblearia de extrema izquierda que no oculta su vocación de acabar con la economía de mercado y romper la Unión Europea, es ridículo si no fueran tan graves las consecuencias que ese chantaje puede traer para su pueblo.

La demostración más clara de su derrota el 27-S está a la vista: puede aprobar declaraciones secesionistas pero es incapaz de dar un gobierno a Cataluña

Mas tiene empantanada la política catalana desde las elecciones del 27 de septiembre. La demostración más clara de su derrota en esas elecciones está a la vista: puede aprobar declaraciones secesionistas pero es incapaz de dar un Gobierno a Cataluña, que afronta un periodo de vacío de poder y, quizás, unas nuevas elecciones que solo empeorarán las cosas, porque lo que se prevé en ellas es un crecimiento aún mayor de la CUP, que desde su actual 8% es quien decide hoy el destino de Cataluña. Y el obstáculo, lo que tiene a Cataluña sumida en el bloqueo político y en el desgobierno, es Artur Mas y su ambición de perpetuarse en el poder pagando cualquier precio por ello.

La egolatría y la desmesura han de tener un límite. Se mire por donde se mire, la Cataluña de 2015 es manifiestamente peor que la de 2010: más débil, más dividida, menos próspera, con más incertidumbre y vista con perplejidad por el mundo entero como la fuente de un conflicto incomprensible.

Artur Mas ha hecho ya demasiado daño a su país, a su partido y a su causa. Se ha merecido de sobra que desde su propia grada le griten, como a los directivos y entrenadores fracasados, aquello de: ¡Arturo, vete ya!

Artur Mas tomó posesión como presidente de la Generalitat de Cataluña el 27 de diciembre de 2010. Ahora intenta -de momento, sin éxito- que lo elijan para seguir siéndolo durante cuatro años más. Pero más allá de la enrevesada coyuntura, cinco años de gobierno dan derecho a que se valore su trabajo con los criterios que se aplican a cualquier gobernante. ¿Está Cataluña mejor o peor que hace cinco años? ¿Ha contribuido el Gobierno de Mas a mejorar la vida de los catalanes y a fortalecer su país o lo contrario?

Artur Mas Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) CiU