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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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La tormenta perfecta

Sólo han pasado 40 días desde entonces, y hoy otra encuesta de este diario abre un nuevo escenario impactante: la posibilidad de que el PSOE sea rebasado también por Podemos

Foto: Pedro Sánchez en un mitin en Gijón (Efe)
Pedro Sánchez en un mitin en Gijón (Efe)

El 30 de octubre El Confidencial publicó la primera estimación de voto en la que Ciudadanos sobrepasaba al PSOE. Varias encuestas posteriores de otros medios han ido confirmando ese diagnóstico que hoy es ya un escenario mayoritariamente aceptado.

Sólo han pasado 40 días desde entonces, y hoy otra encuesta de este diario abre un nuevo escenario impactante: la posibilidad de que el PSOE sea rebasado también por Podemos y quede relegado a la cuarta posición. Si lo de octubre fue un shock, esto es apocalíptico: no recuerdo algo de esta magnitud desde el 1-7 de Alemania a Brasil en el último Mundial de fútbol.

La entrada del Partido Socialista en caída libre es el dato más espectacular de la encuesta, pero el panorama general que en ella se pinta no tiene desperdicio. Tormenta perfecta, ciclogénesis explosiva, bomba meteorológica: elijan la denominación climática que más les guste para describir el insólito fenómeno electoral que se avecina en España.

Creo que sería un error de visión corta relacionar este penúltimo revolcón de las expectativas únicamente con algún hecho reciente, como el debate del lunes pasado. El impacto del debate (en realidad de los dos debates, porque han funcionado como dos actos de una misma obra) ha funcionado quizás como un acelerador de partículas, pero todos los elementos estaban dados de antemano. Más bien creo que al aproximarse el momento de la decisión ha cristalizado un proceso profundo y sostenido que la sociedad española ha incubado durante los últimos cuatro años, y que no ha dejado de avisar cada vez que se han abierto las urnas.

Sin contar a los indecisos, cerca de diez millones de personas anuncian ya que votarán a un partido distinto del que votaron en 2011

Lo único que distingue a esta encuesta de las anteriores es que ha llegado a tiempo de recoger los movimientos del voto hasta hace 48 horas. Por lo demás, sus datos acentúan tendencias que estamos viendo desde hace tiempo. Y como la corriente es de fondo y de largo aliento, no hay motivo para esperar que la rueda gire en sentido contrario en los pocos días que quedan.

Hay elecciones de alternancia gobierno-oposición, que son las que hemos vivido hasta ahora; y elecciones de cambio drástico que transforman el sistema de partidos. Sin contar a los indecisos, cerca de diez millones de personas anuncian ya que votarán a un partido distinto del que votaron en 2011, y casi todos apoyarán a partidos que entonces no existían. Añadan a los que se abstuvieron y ahora participarán y a los que votarán por primera vez, que en su mayoría se inclinan también por los partidos nuevos: esa es la dimensión del terremoto.

No nos fijemos sólo en el naufragio del PSOE, porque el del PP no es menor. De los casi 11 millones de votantes que tuvo, cerca de tres millones ya han decidido pasarse a Ciudadanos y medio millón más se han ido a otros partidos.

Tres millones de votantes del PP aún se lo están pensando, y casi todos ellos dudan entre el PP y C’s. Pero resulta que los votantes del PP de 2011 valoran mejor a Albert Rivera que a Rajoy; que uno de cada tres prefiere a Rivera como Presidente del Gobierno; y que en el muy poblado espacio del centro Ciudadanos aventaja claramente en intención de voto al PP. Así que el reparto de esos indecisos no pinta muy promisorio para el partido del Gobierno.

La caída del PP está decantada desde hace tiempo. No recupera pero, de momento, se sostiene a duras penas ligeramente por encima del 25%

Si el PP mantiene –por ahora- la primera posición es exclusivamente por el apoyo de los más mayores. De hecho, sólo es líder destacado entre los que tienen más de 65 años.

Por cierto, esta encuesta confirma la brecha generacional que disocia más que ninguna otra cosa el comportamiento electoral de los españoles. Por debajo de 45 años, Ciudadanos y Podemos tienen bastantes más votantes que el PP y el PSOE. Sólo a partir de esa edad los dos partidos clásicos recuperan algo de su primacía. La caída del PP, no obstante, está decantada desde hace tiempo. No recupera pero, de momento, se sostiene a duras penas ligeramente por encima del 25%.

Lo del PSOE es otra historia. Empezó esta carrera aspirando a competir con el PP por la medalla de oro; llegado el mes de octubre ya estaba defendiendo la medalla de plata frente al acoso de Ciudadanos; hace unos días descubrió con pasmo que Podemos amenaza con arrebatarle la de bronce; y la encuesta de DYM es la primera –y no la única ni la última, ya verán- que lo saca del podio. Todo esto en tres meses.

La campaña del PSOE es una calamidad, pero sería superficial atribuir este desparrame final de votos a una campaña errática. Como sería injusto pretender que en sólo 15 meses Pedro Sánchez se ha cargado a un partido de 136 años. No, Sánchez no es el origen de la crisis del Partido Socialista; más bien es su síntoma más extremo.

¿Tiene algún margen de recuperación el PSOE? No mucho por el lado del liderazgo, ya que sólo el 38% de los votantes socialistas de 2011 señalan a Sánchez como su presidente preferido (al 20% le gusta más Iglesias y al 19% Rivera). No sé, quizá el anuncio de esta catástrofe provoque una reacción paradójica de defensa: para mucha gente progresista una cosa es que Sánchez pierda– lo que no conmueve a casi nadie- y otra que el PSOE y todo lo que significa entre en peligro de liquidación. Así que sus rivales harían bien en ser más comedidos en sus prematuros cantos fúnebres.

Ciudadanos continúa su escalada: según esta encuesta, ya mira de lejos a sus perseguidores y está a sólo tres puntos del PP. Albert Rivera es el líder preferido como Presidente, su partido es el más votado en el estratégico espacio del centro y figura en todas las combinaciones de coalición de gobierno que cuentan con mayor respaldo. Pero su campaña consiste en dejarse llevar por la ola favorable sin apenas arriesgar, y puede que no sea suficiente. Los debates le han ayudado poco.

La campaña del PSOE es una calamidad, pero sería superficial atribuir este desparrame final de votos a una campaña errática

Podemos salió del bache y avanza propulsado por la sangría del PSOE, por la potencia de sus confluencias con nacionalistas de izquierda y por el tirón de sus alcaldes. Ganar las alcaldías de varias de las mayores ciudades del país con la poco meditada ayuda del PSOE ha sido un negocio fabuloso para Podemos. Además, gracias a los debates y a al gran desempeño de su ejército de activistas en la red, en la fase final de la campaña ha cambiado el “momentum” ambiental: todo el viento de cola lo tenía Rivera y ahora lo tiene Iglesias.

Está claro, en todo caso, que el eje de “lo nuevo frente a lo viejo” se impone abrumadoramente como el motor principal de la decisión de voto en estas elecciones. Según esta encuesta, Podemos y Ciudadanos ya sumarían casi tantos votos (42,3%) como el PP y el PSOE (43,7%).

Dicen que en la jornada electoral tiende a intensificarse la última tendencia. Si esto ocurriera también ahora, no se puede descartar que en el sprint final cada emergente rebase a su clásico: C’s al PP y Podemos al PSOE. Pero también es cierto que el PP y el PSOE siguen siendo dos maquinarias políticas de mucho respeto y que nunca hay que despreciar su acreditado instinto de supervivencia. Nos espera una semana apasionante.

El 30 de octubre El Confidencial publicó la primera estimación de voto en la que Ciudadanos sobrepasaba al PSOE. Varias encuestas posteriores de otros medios han ido confirmando ese diagnóstico que hoy es ya un escenario mayoritariamente aceptado.

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