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Mientras España espera, el circo continúa
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Mientras España espera, el circo continúa

La principal dificultad para encontrar una fórmula viable de gobierno no son las diferencias ideológicas entre partidos: ninguno dará un paso que lo debilite electoralmente, por si hay que volver a las urnas

Foto: Combo de los carteles electorales de Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias. (Reuters)
Combo de los carteles electorales de Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias. (Reuters)

Se supone que los partidos deberían estar seriamente tratando de formar un Gobierno. Pero hasta ahora solo hemos visto gestos para la galería, amagues y regates, gambitos, pases negros y jugadas de farol, viajes a Portugal (¿qué se nos habrá perdido en Portugal en esta circunstancia?), surtidos de chulerías, brindis al sol y juegos de manos: nada por aquí, nada por allá, ¡ale-hop!, apareció un conejo, digo un acuerdo. ¿Con quién? Ya veremos. ¿Para qué? Usted quiere saber demasiado… Celebremos que llegó la nueva política.

La principal dificultad para encontrar una fórmula viable de gobierno no son las diferencias ideológicas o programáticas entre los partidos: es que ninguno de ellos dará un paso que lo debilite electoralmente por si acaso hay que volver a las urnas. Todo se supedita a situarse ventajosamente para las esperadas y/o temidas elecciones de mayo. Han pasado cinco semanas y no han hecho ni un miligramo de política para el país, solo comunicación para sí mismos.

Rajoy y Sánchez han escenificado un rigodón grotesco para que sea el otro el primero al que le partan la cara en el Congreso. Pase usted primero; no, por favor, faltaría más, pase usted que a mí me da la risa… Ambos saben que ninguno de los dos está en condiciones de presentarse a la investidura y ganarla, y mucho menos de formar un Gobierno que se sostenga. Porque la única forma sería que bailaran juntos, y eso da mucha vergüenza decirlo y mucho miedo hacerlo “después de todo lo que ha pasado entre nosotros”.

Uno de los designios de Mariano en esta hora es hacer que el insolente Pedro lo acompañe a la tumba política

Yo creo que Rajoy ya se ha autodescartado, pero no lo dice para no abrir antes de tiempo la carrera de la sucesión en su partido. Pero tiene un plan: trata de preservar la posibilidad de que alguien del PP lo intente cuando se rompa la burbuja del acuerdo de las izquierdas con los independentistas. Busca cargarse de razón ante la opinión pública, y para ello hará ofertas cada vez más generosas. No descarten que a última hora se muestre dispuesto al sacrificio patriótico de apoyar a Rivera como presidente, lo que sea con tal de poner a Sánchez contra las cuerdas. Porque uno de los designios de Mariano en esta hora es hacer que el insolente Pedro lo acompañe a la tumba política.

Rajoy es uno de esos tipos para los que solo hay dos categorías de problemas: los que se solucionan con el tiempo y los que no tienen solución. Un devoto de la vida contemplativa y virtuoso de la inacción. Esta vez, su movimiento político más remarcable y talentoso ha consistido precisamente en un no-hacer: le lanzan el pase para que remate de cabeza y él se agacha sin avisar para que el balón se estampe en la cara del que viene detrás. Lo sorprendente es que haya sorprendido.

Sánchez dice 'Gobierno' donde quiere decir 'partido' y dice 'partido' donde quiere decir 'yo'. Todas y cada una de sus acciones desde el 20-D tienen clave interna. Se trata de neutralizar como sea a los que quieren cortarle la cabeza dentro de su partido y jugar con el calendario institucional para que su candidatura en las probables elecciones de mayo sea un hecho consumado.

El PSOE se siente en la posición que en el ajedrez llaman 'zugwang': está obligado a mover pieza pero ve que cualquier movimiento que haga le perjudica

Su sueño hubiera sido llegar al comité federal de este sábado con un encargo real de formar Gobierno: a un candidato presidencial nominado por el Rey no se le toca un pelo sin que parezca alta traición. Pero el jefe del Estado ha visto la jugada y le ha fijado la entrevista para el martes: primero te aclaras con los tuyos y luego vienes a verme.

Así que tiene que jugar su segunda carta, que es mantener a toda costa la ilusión de un Gobierno de izquierdas. Mientras esa fantasía siga viva, él se siente invulnerable, porque Díaz y compañía tendrían que cargar con el peso de cerrar el camino de La Moncloa a su propio secretario general. Y si pasa la valla del comité federal, evita que le convoquen un congreso para el 30 de marzo y además consigue una sesión de investidura que obligue a su partido a cerrar filas tras él, estamos en casa: habrá elecciones y será candidato sí o sí. Cuenta para ello con la acreditada pusilanimidad política de sus correligionarios.

Mientras tanto, Sánchez vende humo: dice que trabaja sin descanso por un acuerdo con Podemos pero llega al comité federal con las manos vacías, sin haber siquiera iniciado las conversaciones para ese acuerdo ni señalado sobre qué bases de programa común se sostendría ese Gobierno. Lo que va a pedir el sábado es un cheque en blanco para seguir flotando.

La resolución de este gigantesco enigma político español se está jugando en el tablero del interior del PSOE. Y el PSOE está bloqueado porque, como lúcidamente ha visto Julio Llamazares, se siente en la posición que en el ajedrez llaman 'zugwang': ese momento en el que estás obligado a mover pieza pero ves que cualquier movimiento que hagas te perjudica.

Iglesias alienta la pelea interna en el PSOE para que se destrocen entre sí pero no tanto como para matar a Pedro Sánchez, momentáneo compañero de viaje

Los socialistas perciben -en mi opinión, erróneamente- que todas las salidas tienen para ellos más costes que beneficios. Se estremecen solo de pensar en un acuerdo con el PP y C’s; sienten el pánico de verse atrapados en un Gobierno por Pablo Iglesias y una cohorte de nacionalismos radicales, y tiemblan cuando se asoman al abismo de un nuevo vapuleo electoral. Viven atenazados por el miedo. Un buen amigo mío suele decir: “En la duda, haz lo correcto”. Pero dudo de que puedan siquiera distinguir qué es lo correcto, porque para eso hay que usar las gafas de lejos y hace tiempo que las perdieron.

Iglesias, como buen perro de presa, ha olido la sangre y el miedo de su rival y se dispone a sacar todo el partido posible. Mientras trata de contener la diáspora de sus confluencias (la penúltima ha sido la de Compromís, exigiendo para la Comunidad Valenciana un concierto económico como el del País Vasco y Navarra), alienta la pelea interna en el PSOE para que se destrocen entre sí pero no tanto como para matar a Sánchez, momentáneo compañero de viaje. Siempre fiel a sus raíces, en su último artículo-proclama en 'El País' resucita la antigua táctica de la Tercera Internacional contra los partidos socialdemócratas: enfrentar a las “honradas bases socialistas” con sus dirigentes “socialtraidores”. Todo ello sin que nadie le dé la respuesta que merece. Esto con Guerra no pasaba, se lo digo yo.

Y a Rivera ahí lo tienen, comprando lotería. El premio menor -pero premio al fin y al cabo- sería evitar las elecciones: virgencita, que me quede como estoy. El premio gordo sería que en una de estas revueltas de la vida se produzca una carambola a muchas bandas y se vea con 40 diputados y en La Moncloa. Que puede ocurrir. De hecho, me temo que con esta tropa aquí puede ocurrir cualquier cosa menos algo sensato.

En cuanto a España y los españoles, de momento que esperen.

Se supone que los partidos deberían estar seriamente tratando de formar un Gobierno. Pero hasta ahora solo hemos visto gestos para la galería, amagues y regates, gambitos, pases negros y jugadas de farol, viajes a Portugal (¿qué se nos habrá perdido en Portugal en esta circunstancia?), surtidos de chulerías, brindis al sol y juegos de manos: nada por aquí, nada por allá, ¡ale-hop!, apareció un conejo, digo un acuerdo. ¿Con quién? Ya veremos. ¿Para qué? Usted quiere saber demasiado… Celebremos que llegó la nueva política.

Ciudadanos Mariano Rajoy Pedro Sánchez