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El consultismo, enfermedad infantil de la democracia
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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El consultismo, enfermedad infantil de la democracia

Los referendos han sido frecuentemente un recurso de las dictaduras para enmascarar la opresión con una pátina de legitimidad

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias, junto con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (Reuters)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, junto con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (Reuters)

Debo seguir a la gente, ¿acaso no soy su líder?

Benjamin Disraeli

José Ignacio Torreblanca evocaba recientemente aquel referendo convocado por Pinochet en 1978 en que preguntaba a los chilenos “si respaldaban al presidente en su defensa de la dignidad de Chile frente a la agresión internacional desatada en contra de nuestra Patria”. Leyéndolo, me vino a la memoria aquel otro referendo que montó aquí Fraga en 1966, en el que en varias provincias se contaron más votos positivos que los votantes que había es el censo.

Los referendos han sido frecuentemente un recurso de las dictaduras para enmascarar la opresión con una pátina de legitimidad. No es casual: de todas las formas de votación popular, es la que más se presta a la manipulación, la demagogia y el fraude.

También se celebran consultas directas y referendos en las democracias, claro. En algunos países (Suiza es el ejemplo más conocido) son parte estructural del sistema político y se hacen con toda normalidad sobre todo tipo de materias. Pero en la mayoría de las democracias representativas son algo muy inusual que solo se utiliza en casos excepcionales.

Casi todos -incluso los celebrados en libertad- han sido más una trampa plebiscitaria, una maniobra oportunista o una forma de eludir la responsabilidad

Siempre he desconfiado de ese tipo de votaciones. No solo por una cuestión ideológica (el viejo debate entre democracia representativa y democracia directa), sino porque a lo largo de mi vida he visto muy pocos referendos honrados. Casi todos -incluso los celebrados en libertad- han sido más una trampa plebiscitaria, una maniobra oportunista o una forma de eludir la responsabilidad de los dirigentes más que una forma limpia de tomar colectivamente una decisión política. Pero el caso es que la resurrección del populismo ha traído consigo un nuevo auge del consultismo, especialmente en la izquierda. Aquí el que no organice consultas con cualquier pretexto, vengan o no a cuento, es un carcamal de la vieja política. Pues para mí, el que las monta para engañar o para engrandecer su poder o para protegerse de sus propios errores es simplemente un jeta. Sí, se llama Tsipras (entre otros).

Sería honrada una consulta que cumpliera al menos los siguientes requisitos: primero, que se celebre en el momento útil para tomar una decisión, y no para ratificar 'ex post' algo ya resuelto en la práctica; segundo, que verse sobre lo que dice versar y no se rodee de otras implicaciones sesgadamente amenazantes; tercero, que la materia de la que trata pueda reducirse a una respuesta simple entre un sí o un no, y cuarto, que la pregunta sea comprensible y leal, sin trucos semánticos.

Pues bien, tanto la consulta de Sánchez a sus bases como la de Iglesias a las suyas han incumplido groseramente los cuatro requisitos. Ambas han sido igualmente extemporáneas, tramposas en cuanto al contenido, burdamente manipuladoras y descaradamente oportunistas; y en cuanto a la limpieza de las preguntas, corramos un tupido velo: me parecen insultantes.

Sánchez montó su consulta cuando ya se había casado con Rivera, habían celebrado la boda por todo lo alto, se había consumado el matrimonio y faltaban 48 horas para saber si era niño o niña (¿qué hubiera hecho ante un no, suspender la investidura?). Pidió aval para “varios acuerdos” cuando solo existía uno, que ni siquiera se mencionaba en la pregunta, y sustraía cualquier alternativa, la opción era el sí o el vacío.

Iglesias podría haber preguntado a sus bases si deseaban que Podemos apoyara la investidura de Sánchez. Hubiera tenido lógica dentro de la lógica populista. Pero no lo hizo. Él decidió rechazar la investidura, después montó un simulacro de negociación, a continuación rompió la negociación… y al séptimo día, consultó. Por pudor les ahorro un comentario detallado del texto de la doble preguntita: me gustaría saber cómo habrán logrado que el 12% vote no para vestir el muñeco.

Cada día que pasa, a Íñigo Errejón se le pone más cara de Trotski

Curiosamente -pero no por casualidad-, ambos han montado sus consultas cuando tenían problemas internos con sus aparatos partidarios. Sánchez necesitaba obtener un cheque en blanco para negociar, someter a su díscolo comité federal y domar a los barones y baronesas que le han estado tocando las narices desde el 20-D: en definitiva, que se sepa quién manda aquí. Iglesias, por su parte, ha iniciado una purga en su politburó y necesita preparar el terreno para consumarla cuando llegue el momento. Cada día que pasa, a Íñigo Errejón se le pone más cara de Trotski: ya no lo convocan a las reuniones de la 'mesa chica' y pronto empezará a desaparecer de las fotografías.

Ninguna de las dos consultas ha tratado realmente sobre acuerdos de gobierno, todo lo que había que decidir sobre eso ya se había desarreglado de antemano. El único objetivo en ambos casos ha sido fortalecer el poder de los líderes dentro de sus respectivos partidos. No han sido consultas políticas, sino plebiscitos personales: Sánchez sí o Sánchez no, Iglesias sí o Iglesias no, esa ha sido la única y verdadera cuestión. El resultado estaba tan asegurado como el sol en Canarias, y todo el mundo lo ha interpretado en esa clave. “La consulta de Podemos otorga todo el poder a Pablo Iglesias”, titulaba ayer 'El País'. ¿Ven como no engañan a nadie?

Una cosa es participar y otra que te participen. Y ahora hay mucho más de lo segundo que de lo primero

Lo que más me llama la atención es el sumiso candor con el que avezados analistas, que por lo general asoman los espolones de años y tienen más conchas que un galápago, se tragan este cuento chino de las “consultas a las bases” y aceptan como ejemplares ejercicios de democracia lo que obviamente son farsas que ya ni siquiera se molestan en parecer serias, dado lo fácil que es colocar la mercancía. Aquí plantas una urna en medio de la calle y ya eres el rey del mambo, a ver quién te levanta la voz cuando estás “consultando a las bases”.

En realidad, lo único importante que ha demostrado Pablo Iglesias en esta ocasión es que dispone de un ejército de 150.000 personas conectadas por Internet y dispuestas a movilizarse y participar en cualquier cosa que se les proponga. En términos de estrategia electoral, es un “arma de difusión masiva” que en España solo tiene Podemos.

A esto de las consultas lo llaman democracia participativa. Pero a mí me parece que una cosa es participar y otra que te participen. Y últimamente hay mucho más de lo segundo que de lo primero.

Debo seguir a la gente, ¿acaso no soy su líder?

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