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Por qué Ciudadanos pierde en las urnas lo que gana en las encuestas
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Por qué Ciudadanos pierde en las urnas lo que gana en las encuestas

C's ha demostrado que es capaz de moverse bien en la política ordinaria, pero fracasa en las campañas porque cree que una correcta gestión política le da la campaña hecha

Foto: El candidato de Ciudadanos a la Presidencia del Gobierno, Albert Rivera, durante un acto en Valencia el pasado 29 de mayo. (EFE)
El candidato de Ciudadanos a la Presidencia del Gobierno, Albert Rivera, durante un acto en Valencia el pasado 29 de mayo. (EFE)

Los pronósticos de voto a Ciudadanos se dispararon unas semanas antes del 20-D. Su crecida parecía imparable, pero se desinfló durante la campaña. Su resultado fue muy digno para un partido nuevo, pero lejos de lo que se llegó a esperar. Además, la llave de los acuerdos de gobierno cayó en manos del PSOE y C's y quedó relegado a un papel secundario en el escenario poselectoral.

Ahora parece estar repitiéndose la jugada. Rivera maniobró inteligentemente con sus 40 escaños, recuperó protagonismo negociador; Ciudadanos es quien menos astracanadas ha hecho durante la pesadilla que hemos padecido entre diciembre y mayo. Gracias a todo ello, su posición ante la opinión pública volvió a mejorar.

Pero llegó el 3 de mayo, se convocaron las elecciones y el globo de Ciudadanos comenzó de nuevo a perder aire. Las encuestas más recientes los presentan reteniendo a duras penas su voto del 20-D, y el impacto de la alianza Podemos-IU los convierte en la víctima más probable de la Ley D’Hondt, el partido con más votos desperdiciados. Es posible que, si se queda en el porcentaje que tuvo en diciembre, obtenga menos escaños.

¿Por qué Ciudadanos sube como la espuma durante las precampañas y se desfonda en las campañas? Sería fácil atribuirlo a las deficiencias técnicas de sus estrategias de campaña y a la impericia de sus equipos, pero es insuficiente para explicar el fenómeno. Creo que hay un conjunto de razones que ayudan a comprenderlo:

1. El voto de Ciudadanos es más volátil que el de sus adversarios. Algunos datos al respecto:

En el 20-D, los votantes de C’s fueron los que tenían su voto menos decidido de antemano y los que dudaron en mayor medida.

Solo la mitad de ellos dicen haber votado plenamente convencidos, mientras el 37% lo hicieron con ciertas dudas y el 12% reconocen haber elegido a ese partido como mal menor. Además, un 14% admite que, de haber sabido el resultado de antemano, su decisión habría sido distinta.

De los 3,5 millones de personas que votaron a Ciudadanos, el 58% (más de 2 millones) provenían del PP, el 18% del PSOE y el 17% de UPyD

La razón de voto que más mencionan en primer lugar es el liderazgo de Albert Rivera (para los votantes del PP la principal motivación es la capacidad de gobierno, para los del PSOE la costumbre -“es el partido al que voto siempre”- y para los de Podemos la simpatía ideológica).

2. Además, es un voto no consolidado. De los 3,5 millones de personas que votaron a Ciudadanos, el 58% (más de 2 millones) provenían del PP, el 18% del PSOE y el 17% de UPyD. Nueve de cada 10 votantes de C’s eligieron esa papeleta por primera vez en unas generales, y por motivos más ambientales que estructurales. De momento, es un voto prendido con alfileres.

3. Su motor es potente pero de recorrido corto, más de moto que de camión, y se activa en coyunturas precisas. Les pasa como a los surfistas: los lleva la ola, pero al no haber una corriente de fondo que sostenga ese avance, si la ola pierde fuerza quedan varados en el camino.

4. Está asociado a las fórmulas transversales de gobierno, que caducaron el 2 de mayo. La polarización actual nos presenta dos fórmulas netas: o un gobierno de centro-derecha PP-C’s (en el que al partido de Rivera le correspondería un papel subalterno) o una coalición de izquierdas PSOE-Podemos. En semejante escenario, el voto a los gobiernos mestizos pierde sentido como voto útil.

Ciudadanos y el PSOE son los protagonistas de la única propuesta de gobierno que llegó a ser votada en el Congreso. La suya es, a los ojos del público, una solución ya ensayada y fracasada. Lo que los deja desprovistos de una oferta de gobierno propia y creíble en estas elecciones.

5. Su discurso electoral carece de lo que en el 'marketing' llaman 'reason why': una razón de voto motivadora y emocionalmente operativa.

Es un partido anfibio. Y lo que es peor, se exhibe como tal y y pretende hacer de ello su fortaleza electoral. Pero el caso es que ni los mamíferos desean verse bajo el agua ni a los peces les apetece que los lleven a tierra firme.

Cada vez que Albert Rivera repite que tras las elecciones negociará indistintamente con el PP o con el PSOE, no atrae votos, los ahuyenta. Los que habitan en la frontera con el PSOE recelan de que su voto a C’s termine aprovechando al PP; y los que provienen del PP ya han comprobado que su voto puede usarse para apoyar a Sánchez. Crea desconfianza en ambas orillas.

Mientras se negocia un gobierno, la versatilidad es un mérito que se valora positivamente. Pero llegado el momento de decidir el voto, nos gusta saber cuál será el destino de nuestra papeleta. No encontrarán a nadie que diga que votará a Ciudadanos porque puede pactar igual con el PP que con el PSOE. Y sin embargo, ese es el mensaje que más repite Albert Rivera. Lo que está ofreciendo es más bien una 'reason why not' votar a su partido.

Cada vez que Albert Rivera repite que tras las elecciones negociará indistintamente con el PP o con el PSOE, no atrae votos, los ahuyenta

6. Es un partido montado en torno a una persona. Pero Rivera se ha sometido en estos meses a una sobreexposición en la contienda política que le ha hecho perder lo mejor que tenía: la frescura. Antes era la nueva derecha. Ahora ya no es nuevo, y muchos votantes conservadores dudan de que sea derecha mientras los progresistas siguen sospechando que efectivamente lo es. Mal asunto intentar convertir el hermafroditismo político en una razón de voto.

7. Ciudadanos ha demostrado que es capaz de moverse bien en la política ordinaria, pero fracasa en las campañas porque parece creer que una correcta gestión política se la da hecha. Esperan que por sembrar acuerdos durante la negociación cosecharán automáticamente votos en la elección. Craso error.

El voto ciudadano no es como las notas escolares, con aprobados y suspensos por buen comportamiento: es algo mucho más complejo, que se nutre de levantar expectativas, afirmar identidades, suscitar emociones y suministrar soluciones. Justamente las cuatro cosas en las que Ciudadanos flojea cuando llega el momento de la verdad.

Rivera se ha sometido en estos meses a una sobreexposición en la contienda política que le ha hecho perder lo mejor que tenía: la frescura

8. En esta campaña se ha quedado sin adversario de referencia. Puede atacar al PP o al PSOE, pero ello contradice su mensaje central de que está dispuesto a sentarse a negociar un gobierno con cualquiera de ellos. Y si elige combatir a Podemos, tanto el PP como el PSOE aparecen como instrumentos más potentes para quien considere prioritario frenar a la alianza de Pablo Iglesias.

En resumen: Ciudadanos es el perfecto ejemplo del partido IKEA. Un objeto atractivo y aparentemente sencillo y multifuncional en la estantería, pero que se transforma en un cachivache imposible de montar cuando lo tienes en casa. Y tengo la impresión de que tras cuatro meses de frustrante bricolaje político, en esta elección indeseada lo que se demanda son muebles de una pieza que vengan ya montados de fábrica.

Los pronósticos de voto a Ciudadanos se dispararon unas semanas antes del 20-D. Su crecida parecía imparable, pero se desinfló durante la campaña. Su resultado fue muy digno para un partido nuevo, pero lejos de lo que se llegó a esperar. Además, la llave de los acuerdos de gobierno cayó en manos del PSOE y C's y quedó relegado a un papel secundario en el escenario poselectoral.

Ciudadanos Izquierda Unida