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La penúltima versión de Pablo Iglesias: socialdemócrata y patriota
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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La penúltima versión de Pablo Iglesias: socialdemócrata y patriota

En el tránsito de la lucha contra el poder a la lucha por el poder ha representado una amplia gama de personajes y la tonalidad de su discurso ha recorrido todos los registros de la escala musical

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias. (Reuters)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias. (Reuters)

Para estas elecciones, Pablo Iglesias ha estrenado una nueva versión de su versátil personalidad: el Iglesias de la temporada de verano 2016 se presenta como un político socialdemócrata y patriota. Esta vestimenta durará previsiblemente hasta el 26 de junio. Después, dependerá de los resultados.

Nos hemos acostumbrado a su camaleonismo político. En el tránsito de la lucha contra el poder a la lucha por el poder ha representado una amplia gama de personajes, ha adoptado sucesivas identidades ideológicas y la tonalidad de su discurso ha recorrido todos los registros de la escala musical. De hecho, los analistas aún discuten sobre la naturaleza política del líder de Podemos.

En la política existen grandes principios o valores: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Luego está el proyecto político, que es el modo en que pretendes aplicar tus principios a un lugar y a una época determinados. De ahí sale la estrategia, que es el conjunto ordenado de acciones con que llevarás a cabo el proyecto. Y por último están las tácticas, que son los movimientos ante cada coyuntura.

Lo que hace Iglesias es invertir el orden de los factores. Para él, la táctica es lo primero y principal, y a ella subordina todo lo demás. Se fija un objetivo inmediato y se adaptan a él el planteamiento estratégico, el relato sobre el proyecto y la definición ideológica.

Cuando trataba de excitar el malestar social por la crisis, el único eje relevante era el enfrentamiento de los de arriba contra los de abajo. Lo que él mismo llamó “politizar la frustración” de los ciudadanos.

Para Iglesias, la táctica es lo primero. Se fija un objetivo inmediato y se adaptan a él la estrategia, el relato sobre el proyecto y la definición ideológica

Cuando hubo que explicar antes del 20-D la negativa a un acuerdo con IU, impugnó radicalmente la vigencia de la izquierda como referencia (“son unos cenizos, que se queden con su bandera roja y nos dejen en paz”). Y añadía: “Eso es lo que querría la derecha, el PP y el PSOE. El PSOE estaría encantado de decir 'mi rival es una coalición entre Podemos e Izquierda Unida” (el caso es que no veo yo ahora muy encantados a los socialistas con esa coalición).

Cuando después de las elecciones quiso sabotear un acuerdo de gobierno con el PSOE, este resultó ser “el partido del tráfico de influencias y del crimen de Estado, el que tiene las manos manchadas de cal viva”.

Se repiten las elecciones y ahora sí conviene juntarse con IU y otros 15 partidos más para asegurar el 'sorpasso'. Entonces vienen los emocionados abrazos nada menos que con Anguita, el patriarca vivo de los “cenizos de las banderas rojas”.

El plan en esta campaña es dar por hecha la derrota del PSOE y atraer a los desmoralizados votantes socialistas hacia la única alternativa de poder al PP, que sería Unidos Podemos. Para ello se lanza un mensaje comercialmente atractivo: pásese de la vieja socialdemocracia a la nueva socialdemocracia. Una invitación cómoda, nada traumática: actualice su modelo sin cambiar de producto.

Y por si alguien siente escrúpulos por abandonar a su partido de toda la vida, otro mensaje tranquilizador: no se preocupe, que no vamos a dejar tirado al PSOE. Les ofreceremos gobernar juntos, porque nos hemos dado cuenta de que necesitamos una alianza con la vieja socialdemocracia.

Sostiene Iglesias que lo único que separó la identidad socialdemócrata de la comunista fue la geoestrategia, la división del mundo en dos bloques enfrentados

Vieja o nueva, la socialdemocracia tiene tres elementos que constituyen su esencia: la democracia representativa, la economía de mercado regulada y el papel activo de los poderes públicos para reducir las brechas sociales.

El populismo no cumple con ninguno de esos tres requisitos. Mantiene una relación difícil con la democracia representativa y su compromiso con la libertad es selectivo; desconfía de la economía de mercado, y mientras la socialdemocracia crece cuando la desigualdad se reduce, el populismo se alimenta política y electoralmente de exacerbar las injusticias.

Marx y Engels eran socialdemócratas, dice el profesor Iglesias. No es que yo pretenda desafiar su autoridad académica, pero para mí que más bien eran partidarios de la dictadura del proletariado. En un libro del camarada Lenin titulado 'La revolución proletaria y el renegado Kautsky', el personaje más admirado por Iglesias expresó muy claramente su opinión sobre los socialdemócratas de la época, también llamados por los comunistas socialtraidores o socialchovinistas.

Sostiene Iglesias que en el siglo XX lo único que separó la identidad socialdemócrata de la comunista fue la geoestrategia, la división del mundo en dos bloques enfrentados. Se ve que para él la cuestión de la libertad política y económica era una diferencia poco relevante.

Pero él mismo nos da la clave cuando afirma que en la contienda política “los significantes son lo de menos”. Este es exactamente el juego: tengo un significado que solo yo conozco y en cada momento le coloco el significante que más me conviene. En esta campaña, me interesa que sea “nueva socialdemocracia”.

Su versión del patriotismo no es la del nacionalismo español al uso. Sus raíces se encuentran más bien en el componente populista bolivariano de Podemos

Lo del patriotismo sí es un elemento más genuino del discurso podemita. He echado la cuenta y por cada mención a la palabra 'igualdad', Iglesias pronuncia 12 veces la palabra 'soberanía'. Muy socialdemócrata no parece, pero resulta revelador.

Su versión del patriotismo no es la del nacionalismo español al uso. Sus raíces se encuentran más bien en el componente populista bolivariano de Podemos: el “Tenemos patria” de Chaves o “El mismo sol, la misma patria” del kirchnerismo.

Se puede ser soberanista y europeísta, sostiene Iglesias. Pues a mí me parece que no. Porque la esencia del proyecto europeísta es la transferencia progresiva de soberanía de los estados nacionales a la Unión Europea. Todos los euroescépticos del continente, estén a la derecha o a la izquierda, comparten la defensa de las soberanías nacionales frente al federalismo europeo. Y sí, Podemos es tan euroescéptico como el resto de los partidos populistas de Europa.

Para averiguar la verdad de lo que pasa es mejor recurrir a Íñigo Errejón. Este es más transparente, seguramente porque da más valor a la coherencia en las ideas. Por ejemplo, acaba de decir lo siguiente: “El socialdemócrata se está convirtiendo en una especie semejante al lince ibérico: sale en los libros pero es muy difícil de encontrar. No hay. Es una especie reformista que no hace reformas”.

Pues ya ha encontrado Errejón un lince ibérico socialdemócrata: su amigo Pablo, quién lo iba a decir después de tantos años planeando juntos la destrucción de la socialdemocracia.

También admite Errejón que “es obvio que nosotros y Marine Le Pen estamos en las antípodas. Y sin embargo, sí hay un hilo (…) la pulsión de reconstruir un pueblo que pueda ejercer la soberanía popular recorre muchos países y es uno de los vectores más importantes ahora en la política europea”.

Se agradece la claridad, Íñigo. Porque en lo que se refiere a Pablo, su identidad actual siempre será la penúltima, y nunca sabremos cuál será la próxima.

Para estas elecciones, Pablo Iglesias ha estrenado una nueva versión de su versátil personalidad: el Iglesias de la temporada de verano 2016 se presenta como un político socialdemócrata y patriota. Esta vestimenta durará previsiblemente hasta el 26 de junio. Después, dependerá de los resultados.

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