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Encuesta CIS: los votos estancados y los escaños revolucionados
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Encuesta CIS: los votos estancados y los escaños revolucionados

El mapa político resultante de esta estimación es muy distinto al del 20-D. La revolución no está en los votos, sino en los escaños, y el hecho diferencial es la alianza entre Podemos e IU

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Esta vez no podrá decirse que las encuestas no son de fiar porque cada una dice una cosa distinta. Todas las que se han hecho públicas desde el 3 de mayo se parecen entre sí como gotas de agua. La tendencia que señalan es unánime. Esta vez, si se equivocan, lo harán todas juntas.

Lo que pasa es que hay encuestas y encuestas. Unas se limitan a describir la realidad y otras tienen tal potencia mediática que actúan como hechos políticos que marcan el clima de la campaña y las estrategias de los partidos. En nuestras elecciones, siempre hay un antes y un después de la encuesta del CIS.

En términos puramente aritméticos, se diría que los votos de los ciudadanos apenas se han movido desde el 20-D:

+0,5% para el PP, -0,8% para el PSOE, +1,2 para Unidos Podemos y sus socios, +0,7 para Ciudadanos… son movimientos casi insignificantes, todos dentro del margen de error estadístico de un estudio como este.

Estabilidad que se confirma al comprobar que el tráfico de votos entre los grandes partidos es mínimo y, además, los intercambios se compensan entre sí. En el balance de lo que recibe y lo que entrega, el PSOE gana apenas 20.000 votos al PP, pero pierde 85.000 con Ciudadanos y algo más de 50.000 con UP. El verdadero problema de los socialistas es ese 24% de sus votantes del 20-D (1,3 millones) que están en la indecisión o en la abstención.

Por otra parte, la cacareada recuperación de votos del PP respecto a C’s de momento es poca cosa: apenas 13.000 de ventaja para los populares en el saldo neto.

Y sin embargo, el mapa político resultante de esta estimación es muy distinto al del 20-D. La revolución no está en los votos, sino en los escaños, y el hecho diferencial es la alianza entre Podemos e Izquierda Unida. Por ahora, retienen íntegro el capital electoral previo de ambos socios -incluso tienden a incrementarlo-, y certifican lo que todo el mundo sabía: que con este sistema electoral un 25% agrupado es mucho más que un 21% y un 4% por separado.

Con este sistema electoral, un 25% agrupado es mucho más que un 21% y un 4% por separado

En las elecciones del 20-D, Izquierda Unida recibió 923.000 votos de los que solo le sirvieron los 190.000 que tuvo en Madrid; los demás los desperdició. Pero cuando ese paquete se agrega a los 5,2 millones de Podemos y sus socios, se obra el milagro y se obtiene la fantástica recompensa de recolectar entre 17 y 21 escaños más, casi con los mismos votos.

Los escaños que gana la nueva sociedad salen de todas las demás cestas. Así se explica que tanto el PP como Ciudadanos avancen en votos pero retrocedan en escaños; y que al PSOE, con un descenso no tan pronunciado en su porcentaje, le vuelen entre 10 y 12 escaños de su ya magro paquete del 20-D.

El 'sorpasso' estaba cantado desde el instante en que se consumó la alianza entre Iglesias y Garzón. Y esa alianza comenzó a incubarse en plena Navidad, cuando Pablo Iglesias decidió que no tenía por qué conformarse con ser la fuerza subalterna de un Gobierno de Sánchez cuando la hegemonía en la izquierda estaba a su alcance en una segunda vuelta electoral. Todo lo que ha hecho el líder de Podemos durante estos meses ha sido volver locos a los socialistas, haciéndoles perseguir la ensoñación de una investidura que nunca tuvo la intención de darles, y esperar su momento, este momento.

Si provocas voto útil en uno de los polos, ayudas a que se produzca el mismo efecto en el lado opuesto

Por otra parte, el PP debería ser cuidadoso con su estrategia de la polarización, porque funciona como un espejo: si provocas voto útil en uno de los polos, ayudas a que se produzca el mismo efecto en el lado opuesto. Casi más importante que quedar primero es la ventaja que le sacas al segundo. En 2015, el PP estableció una distancia de casi siete puntos con el PSOE; ahora tiene a UP a solo 3,6 puntos. Eso también se nota en los escaños.

Uno de los elementos determinantes del resultado de estas elecciones será la participación. En la encuesta previa al 20-D, el 76% anunciaba que iría a votar con toda seguridad (la participación real fue del 73%). Los que ahora dan la misma respuesta son el 71%, cinco puntos menos. Todos los demás indicadores de participación sugieren también un descenso.

Para husmear en lo puede venir, veamos cómo se manifiestan los votantes de cada partido en el 20-D:

La impresión que dan estos datos es que el voto del PP y de Unidos Podemos es más firme y el del PSOE y C’s, notablemente más frágil. Lo que se confirma al preguntar por la intención de voto: el PP y Unidos Podemos tienen tasas de fidelidad próximas al 75% y las del PSOE y C´s son casi 10 puntos inferiores.

En cuanto a los liderazgos, veamos qué calificación obtienen los líderes del público en general y de sus propios votantes:

Que empiecen a caer algunos tópicos, como el de la arruinada imagen de Rajoy. Sí, es claramente el líder peor valorado por el público en general y el que más rechazo provoca. Pero también es el que mejor nota recibe de sus votantes. Y en una elección como esta, en la que mantener la fidelidad de la feligresía propia es más esencial que nunca, eso vale oro. En todo caso, no parece que la cuestión del liderazgo vaya a ser la más determinante en esta ocasión; la gente parece haberse resignado a la idea de que esto es lo que hay y con estos bueyes hay que arar.

Finalmente, la estimación del CIS nos presenta una distribución de fuerzas en el Parlamento que abre un escenario muy distinto al de la legislatura infelizmente degollada:

Con este panorama, puede que algunos se arrepientan de haber apostado por cien pájaros volando en lugar del que tuvieron en la mano. Pensándolo bien, quizá 123 escaños para uno y 90 para el otro no estaban tan mal y, con un poco de largueza en la mirada, podrían haber permitido avanzar por un camino razonable de reformas pactadas. Quizá Felipe González vuelve a tener razón al prever que lo difícil a partir del 26-J no va a ser investir a un presidente, sino gobernar este país que parece empeñado en no tener arreglo.

Esta vez no podrá decirse que las encuestas no son de fiar porque cada una dice una cosa distinta. Todas las que se han hecho públicas desde el 3 de mayo se parecen entre sí como gotas de agua. La tendencia que señalan es unánime. Esta vez, si se equivocan, lo harán todas juntas.

Barómetro del CIS Ciudadanos