Es noticia
A las elecciones se viene llorado
  1. España
  2. Una Cierta Mirada
Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

Por

A las elecciones se viene llorado

Dicen que hay una pauta según el resultado final suele intensificar la última tendencia. Así, no sería extraño ver al PP sobre el 30% y a Unidos Podemos superando el 25%

Foto: Preparativos para las elecciones generales del 26-J. (EFE)
Preparativos para las elecciones generales del 26-J. (EFE)

Se acabaron las encuestas públicas (aunque no las privadas). Dicen que hay una pauta según la cual el resultado final suele intensificar la última tendencia. Si fuera así, no sería extraño ver en la meta al PP por encima del 30% y a Unidos Podemos superando el 25%, mientras el PSOE pasaría apuros para no caer por debajo del 20% y C’s sufriría para conservar su porcentaje del 20-D.

En términos políticos, el escenario que se vaticina supone que la izquierda tendrá más escaños que la derecha -y menos dificultades para negociar el apoyo o la abstención de los nacionalistas. Que el PP, pese a formar la minoría más numerosa, sólo podrá gobernar si los socialistas renuncian a coaligarse con Unidos Podemos. Y que Pablo Iglesias tendrá que convencer al PSOE (no sólo a Sánchez) de que acepte compartir el gobierno como socio minoritario.

El escenario que se vaticina supone que la izquierda tendrá más escaños que la derecha, y menos dificultades para negociar con los nacionalistas

Hablemos de la situación en la que quedarían, si se cumplen estas previsiones, los dos partidos clásicos de la política española:

El PSOE perdería el liderazgo de la izquierda y se vería en la posición típica que define a los partidos bisagra: no pueden aspirar a encabezar un gobierno, pero son complemento necesario y tienen en su mano inclinar la mayoría parlamentaria en uno u otro sentido. De histórico partido de gobierno a partido bisagra: es una mutación traumática y el tránsito no resultará sencillo ni pacífico. El PSC ya conoce la experiencia.

Pedro Sánchez equivocó gravemente la estrategia tras el 20-D; y ante una segunda elección que pudo y debió haber evitado a toda costa, ha hecho un planteamiento de la campaña totalmente contraindicado, el discurso del lamento autocontemplativo y del reproche estéril.

Lo primero que hizo fue cerrar de un portazo todas las vías de diálogo con el PP en cualquiera de sus variantes. Un movimiento que sólo tiene sentido asumiendo que, con 90 escaños, lo que toca es ejercer la oposición. Pero con tropa tan exigua quiso jugar a formar gobierno, y así se convirtió en rehén de Pablo Iglesias, puesto que él mismo se había metido en un restricted choice: o acuerdo con Podemos o fracaso.

Después se lanzó a la aventura de una investidura imposible con sólo 130 votos. Ahora recrimina sin cesar al PP y a Podemos que no dieran paso a aquel gobierno ultraminoritario. ¿Por qué habrían de hacerlo? Al PP lo repudió con malos modos; y lo que presentó a Podemos fue un contrato de adhesión, exigiéndole que apoyara a cambio de nada un acuerdo negociado con un tercer partido.

[Lea aquí la entrevista de El Confidencial con Íñigo Errejón]

Iñigo Errejón dijo hace unos días en El Confidencial: “La cuestión fundamental en estas elecciones es qué gobierno, para favorecer a quién y con quién se va a formar ese gobierno. Y las formaciones políticas que no lo pueden responder están en apuros”.

Estas no son unas elecciones normales. El único punto del orden del día de esta convocatoria es resolver la cuestión del Gobierno. Y el PSOE carece de respuesta

Tiene toda la razón. Estas no son unas elecciones normales. El único punto del orden del día de esta convocatoria es resolver la cuestión del Gobierno. Y resulta que el PSOE a estas alturas carece de respuesta para esa cuestión. Se sabe desde el principio que el PP ofrece una gran coalición con el PSOE o, en su defecto, que se permita gobernar al más votado; que Rivera se apunta a cualquier fórmula en la que no estén Rajoy como presidente ni Podemos como socio; se sabe que Iglesias propugna una coalición paritaria de izquierdas entre Podemos y el PSOE. Pero nadie sabe qué diantre propone Sánchez, salvo un vaporoso “Sí al cambio” que no significa nada.

Pedro Sánchez supeditó todo a una investidura que en realidad era principalmente un plan de supervivencia personal. De esa forma logró sobrevivir unos meses pero, fracasado el intento, ha dejado a su partido a los pies de los caballos. Me pregunto si intentará una jugada parecida en la misma noche del 26-J (“Hay mayoría de izquierdas, acabo de hablar con Pablo Iglesias y vamos a iniciar las negociaciones de forma inmediata”, bla, bla, bla).

El PSOE jamás debió permitir verse abocado a estas elecciones. Entre otras cosas, porque estaba cantada la alianza Podemos-IU, que garantizaba el sorpasso por la pura inercia de la agregación de votos.

Y ya en la campaña, todo lo que se le ha ocurrido para pedir el voto es convertir a su partido en un coro plañidero, gimiendo y protestando porque Podemos tiene la inaudita pretensión de superar al PSOE. ¡Vienen a por nosotros!, claman los socialistas, escandalizados. Naturalmente, ¿qué esperaban? Es claro que Iglesias y los suyos pretenden ganar al PSOE y ocupar su espacio político. Y lo hacen con todo derecho, faltaría más. ¿Han olvidado que esto es una competición? ¿O acaso creyó Sánchez que con la secretaría general del PSOE le entregaban un título de propiedad perpetua del territorio de la izquierda? Ese título no es hereditario: lo ganaron y mantuvieron sus antecesores con el sudor de su frente, y ahora él se encamina a perderlo de la misma manera.

En todo caso, si durante estos seis días el PSOE quiere paliar el desastre, debería pensar en algo más estimulante que seguir llorando sobre la leche derramada. Como diría Mariano, a las elecciones se llega llorado.

Pero hablemos también de Mariano. Si los socialistas finalmente no se embarcan en un Ejecutivo dominado por Iglesias, puede que el PP tenga una oportunidad de hacer valer sus escaños y acceder al Gobierno. Pero será una negociación difícil y escarpada, en la que los populares deben disponerse a entregar piezas importantes. La primera de ellas, Rajoy. Por supuesto, el PP es libre de elegir a su candidato; pero los otros partidos son igualmente libres de decidir si lo votan o no. En este caso, ni Ciudadanos ni el PSOE pueden hacer pasar a sus diputados por el aro de respaldar la investidura de Rajoy.

El PP y el PSOE padecen hoy las consecuencias del egoísmo de sus líderes y de la cobardía de sus grupos dirigentes. Ambos estarían mejor sin Sánchez y Rajoy

Siendo esto así y sabiéndose desde hace meses, ¿no hubiera sido más productivo hacer el cambio antes? El PP es el partido más votado con el dirigente socialmente más rechazado. ¿Alguien duda de que su posición competitiva en esta elección sería notablemente mejor con un liderazgo renovado? El momento de haberlo hecho estuvo claro: el día que Rajoy rehusó ante el Rey presentarse a la investidura. Un candidato que gana las elecciones y ni siquiera se siente con fuerzas para intentar formar gobierno, debe extraer las consecuencias de ello. Por no hacerlo ha perjudicado a su partido y podemos desembocar, además, en el caso anómalo de que presida el gobierno alguien que no ha pasado por las urnas.

El PP y el PSOE padecen hoy las consecuencias del egoísmo de sus líderes y de la cobardía de sus grupos dirigentes. Ambos partidos estarían mejor en estas elecciones sin Sánchez y sin Rajoy. Es más, sin Rajoy y sin Sánchez quizá no habría elecciones el domingo y España tendría ya un gobierno funcionando. Pero eso nunca lo sabremos.

Se acabaron las encuestas públicas (aunque no las privadas). Dicen que hay una pauta según la cual el resultado final suele intensificar la última tendencia. Si fuera así, no sería extraño ver en la meta al PP por encima del 30% y a Unidos Podemos superando el 25%, mientras el PSOE pasaría apuros para no caer por debajo del 20% y C’s sufriría para conservar su porcentaje del 20-D.

Ciudadanos