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La carrera de caracoles
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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La carrera de caracoles

Desde que Rajoy tiene la manija y marca las reglas y los ritmos, el camino hacia la investidura se ha convertido en eso: una desesperante y lenta competición

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, durante una rueda de prensa en el Congreso. (EFE)
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, durante una rueda de prensa en el Congreso. (EFE)

Una de las torturas más refinadas que se me ocurren para un periodista es obligarlo a retransmitir una carrera de caracoles en plena canícula agosteña, dando al relato la emoción de una final olímpica. También lo es para quienes, sin ser periodistas, tratamos de analizar las cosas que pasan en la política sin que ustedes se mueran de aburrimiento.

Desde que Rajoy tiene la manija y marca las reglas y los ritmos, el camino hacia la investidura se ha convertido en eso: una desesperante carrera de caracoles. Si se tratara de coches de Fórmula 1 o de caballos de pura sangre, el pronóstico podría ser incierto. Pero en una carrera de caracoles hay un favorito indiscutible, no vale la pena apostar.

Pese a todo, seguir la carrera tiene su dificultad: cada avance infinitesimal puede ser superfluo o puede resultar determinante, en cada centímetro puede decidirse todo, una sola palabra dentro de un discurso puede ser un vacuo brindis al sol –lo más frecuente– o contener la clave que todo lo explique. Es mortalmente tedioso, pero hay que mantenerse siempre atento para no perder algo importante.

En esta rarísima primera semana de agosto en la que nadie sabe si nos estamos yendo de vacaciones o decidiendo el futuro del país, nos ha caído encima el habitual diluvio de naderías y engañifas que no cesa desde que votamos por primera vez, allá por Navidad. Pero entre tanta morralla, tres palabras aparentemente inocentes y un gesto mediático nos han demostrado que aunque los caracoles parezcan inmóviles, la carrera prosigue e incluso el ritmo se ha acelerado.

El martes, tras visitar al Rey, Rajoy pronunció la primera palabra clave: “eventual”, refiriéndose a su investidura. Muchos tardaron en darse cuenta de lo que había ahí dentro, pero con ese simple vocablo estaba mostrando su plan y desvelando la mitad de la película.

Entre tanta morralla, tres palabras aparentemente inocentes y un gesto nos han demostrado que aunque los caracoles parezcan inmóviles, la carrera prosigue

Quien ha redactado mil declaraciones de ese tipo sabe que en la palabra más inocente puede estar el meollo de la cuestión. Todo está medido al milímetro, lo que se dice y lo que se omite. Mariano hubiera podido anunciar “el Rey me ha encargado una investidura eventual” y ahorrarse todo lo demás, lo importante ya estaba dicho.

Efectivamente, la investidura de Rajoy será eventual hasta que deje de serlo, y dejará de serlo cuando el eventual candidato-caracol decida que se dan las condiciones para convocarla (entonces la presidenta del Congreso recibirá la correspondiente instrucción, que cumplimentará con toda presteza), o que no se dan esas condiciones, en cuyo caso se pasará por la Zarzuela para declinar el encargo y ofrecer algún atajo que nos conduzca a las elecciones lo más rápidamente posible.

Ese sería el momento del segundo consenso: “Señores, ya que no hemos sido capaces de ponernos de acuerdo para formar gobierno, al menos acordemos una fórmula que nos permita no tener que esperar hasta Navidad para votar de nuevo”. A eso se refiere cuando habla de hacer “una reflexión con los partidos” si la negociación fracasa.

Ahora asistiremos a un larguísimo rigodón negociador, con muchas idas y venidas y unas cuantas semanas malgastadas hasta llegar a la meta prefijada

La segunda palabra clave la pronunció Rivera: “alternativa”. Más bien, no alternativa a la candidatura de Rajoy. En el mismo instante en que dejó caer el veto, con él cayó el velo y se abrió la compuerta para desmontar el andamiaje que separa a Ciudadanos del voto afirmativo. Ahora asistiremos a un larguísimo rigodón negociador, con muchas idas y venidas y unas cuantas semanas malgastadas hasta llegar a la meta prefijada.

Habrá un forcejeo con visos de incertidumbre, un acuerdo sobre el presupuesto y el techo de gasto, un hermoso paquetito de medidas de regeneración y de reforma política para dar el necesario toque épico-reformista –quizá acompañado de algunas connotadas cabezas– y todo estará listo para el casorio.

Con 170 votos en el bolsillo, ya puede convocarse la investidura. Rajoy habrá seguido el camino que le indicó Sánchez, negociar con los afines (como el propio Sánchez, también él negoció con esos mismos afines, que empezaron en el 'no' y terminaron en el 'sí', pasando por la abstención).

Falta la tercera pata: el PSOE. Y ahí han aparecido la tercera palabra clave y el movimiento mediático necesario.

El PSOE tiene que afrontar sucesivamente una decisión sobre el gobierno de España (o abstención o elecciones) y una contienda por el liderazgo interno

La palabra es “diálogo interno”, y la pronunció Zapatero el jueves. También como de casualidad, pero les aseguro que no sin una tortuosa ronda de consultas previas. Observen que ha pedido “diálogo”, no “acuerdo”. Porque el problema actual en el PSOE no es que discrepen, es que no se hablan. Se vigilan, pero no se comunican.

El PSOE tiene que afrontar sucesivamente una decisión comprometida sobre el gobierno de España (o abstención o elecciones) y una contienda por el liderazgo interno. Es el cruce de ambos procesos lo que los tiene paralizados. Todos saben que en el momento en que Rajoy disponga de 170 votos para su investidura, habrá que comerse un sapo. Pero ninguno de los posibles contendientes en la batalla orgánica está dispuesto a comerse ese sapo en solitario y comprometer su posición ante “las bases”; ni siquiera a ponerlo sobre el plato.

Así que no les queda otra que compartir el mal trago: bocadito para ti, bocadito para mí, esta por papá y esta por mamá. Pero eso hay que hablarlo, y el simple hecho de iniciar la conversación es ya una derrota. Sobre todo para quien ha hecho bandera del 'triple no': no-es-no-es-no-es-no. El siempre voluntarioso Zapatero se ha prestado a enviar una señal desde la otra orilla para intentar romper el hielo, aun a riesgo de que le rompan a él la crisma.

El movimiento mediático se produjo el miércoles. Tras dos años protegiéndolo, 'El País' abrió editorialmente la veda para acosar a Pedro Sánchez (“Es irresponsable no dejar gobernar y no ofrecer una vía alternativa clara”, rezaba el subtítulo). Así como los progres de los sesenta necesitamos que 'Cahiers du Cinéma' nos autorizara a tomarnos en serio el cine de John Ford, los clásicos más clásicos del PSOE se desorientan mucho cuando no están sincronizados con la agrupación de Miguel Yuste.

Ahora sí existe esa sincronización: el manifiesto de los exministros, la declaración de González desde Buenos Aires y la carga de la flamante caballería opinática de 'El País' forman parte de la misma movida. Y lo que vendrá.

Así que no les queda otra que compartir el mal trago: bocadito para ti, bocadito para mí, esta por papá y esta por mamá. Pero eso hay que hablarlo

En resumen:

Se aproxima el acuerdo entre el PP y Ciudadanos para sumar 170 votos. Se resistirá, pero llegará.

Cuando eso ocurra, la señora Pastor recibirá instrucciones de convocar la investidura con el tiempo justo –ni un segundo más– para que los socialistas, en pleno efecto vértigo, decidan si se reparten el sapo o rompen la baraja.

Si hacen lo primero, habrán avalado un acuerdo de gobierno cocinado por otros, para regocijo de Iglesias y los suyos. Si optan por lo segundo, lo que les espera no es exactamente una urna, sino el calabozo electoral y el ocaso político. O susto o muerte.

¿Ven cómo una carrera de caracoles puede dar mucho de sí? No sé a qué espera el COI para reconocerla como disciplina olímpica.

Una de las torturas más refinadas que se me ocurren para un periodista es obligarlo a retransmitir una carrera de caracoles en plena canícula agosteña, dando al relato la emoción de una final olímpica. También lo es para quienes, sin ser periodistas, tratamos de analizar las cosas que pasan en la política sin que ustedes se mueran de aburrimiento.

Mariano Rajoy Ciudadanos Pedro Sánchez