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¿Es terminal la crisis del PSOE?
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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¿Es terminal la crisis del PSOE?

Si llega un día en que la sociedad perciba que el PSOE se ha convertido en un estorbo para España, una historia de casi 140 años habrá llegado a su final más triste

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

Para comprender lo que está sucediendo estos días en el interior del Partido Socialista, hay que ir al origen. En el verano de 2014, tras la dimisión de Rubalcaba, varios dirigentes de gran ascendencia y poder orgánico entregaron la dirección del partido a alguien a quien desconocían por completo. Una semana después, ya se habían arrepentido, pero era tarde. Santa Rita, lo que se da no se quita.

Esta es la tensión que ahora ha estallado como una bomba de racimo. Quienes lo auparon sin pensar han tratado inútilmente de enmendar su error. Y él, Pedro Sánchez, se ha dedicado exclusivamente a defender a dentelladas una posición de poder que jamás hubiera alcanzado por sus propios méritos. El resto del trabajo hasta el siniestro total lo han ido haciendo las urnas.

En estos dos años, Pedro Sánchez no ha producido una idea política digna de ser recordada ni ha prestado un servicio especialmente valioso a su país. Pero sí ha demostrado que está bien dotado para tres cosas:

Sabe hacer prestidigitación con el calendario. Desde el 20-D, todo su juego ha consistido en enredar la agenda institucional con la agenda orgánica de su partido y con su propia agenda personal, de tal forma que las dos primeras operaran a favor de la tercera. En eso ha mostrado una maestría insuperable.

Varios dirigentes de gran ascendencia entregaron la dirección a alguien a quien desconocían. Una semana después ya se habían arrepentido, pero era tarde

Ahora bien, situar la elección de secretario general pocos días antes del final del plazo para convocar elecciones y el congreso partidario en plena campaña es tan paroxísticamente provocador que solo puede deberse a la desesperación. Entre otras cosas, supone poner al Rey contra la pared, obligándolo a gestionar su tarea constitucional de ordenar una posible investidura en apenas seis días.

Sabe escaquearse como nadie de los fracasos. No existe un líder partidario capaz de mantener el puesto con la cuenta de resultados que presenta Sánchez: una serie de derrotas electorales en cadena y una organización fracturada. Pero el caso es que nuestro hombre siempre encuentra la forma de salir vivo de los descalabros. Esta vez lo ha hecho lanzando una nube de tinta que nos ponga a todos a hablar de algo que no sea lo que ocurrió el domingo en Galicia y en el País Vasco.

Y, sobre todo, es tan temerario como pusilánimes sus opositores. Llevo dos años escuchando: “A eso no se atreverá”. Pues sí, siempre se atreve.

Para Sánchez, repetir las elecciones es preferible a que gobierne quien las gana si está en tu mano evitarlo. Me parece una subversión de la democracia

En su entrevista de ayer en la SER, habló claro y dijo tres cosas importantes:

Preguntado por la perspectiva de unas terceras elecciones, respondió: “Unas elecciones nunca son una mala solución”. ¡Acabáramos!. Es la primera vez en ocho meses que expresa su verdadero pensamiento sobre esto; hasta ahora, se había atenido al discurso políticamente correcto de que las terceras elecciones son un desastre que debe ser evitado a toda costa.

Para el señor Sánchez, obligar a repetir las elecciones es preferible a que gobierne quien las gana si está en tu mano evitarlo. Pues me parece una subversión de la democracia que debe ser combatida sin contemplaciones.

Muchos pensamos que las terceras elecciones son la peor solución de todas las posibles. La democracia es más importante que el Gobierno, y permitir que el voto ciudadano deje de ser decisorio y que la soberanía se traslade del pueblo a las cúpulas partidarias causa un daño a la democracia infinitamente más pernicioso que soportar el peor Gobierno que se pueda imaginar.

"¡Pedro, líbranos de Rajoy!", gritaba Iceta hace unos días. Es una peculiar forma de librarnos de Rajoy hacerle crecer mientras tú encoges en cada elección

Dijo también Sánchez que trabaja para que no gobierne Rajoy. Mentira. A lo que su plan conducirá en la práctica es a que Rajoy gobernará cómodamente tras ganar tres elecciones consecutivas y con más de 150 escaños en lugar de los 123 que tuvo hace un año. "¡Pedro, líbranos de Rajoy!", gritaba Iceta hace unos días. Es una peculiar forma de librarnos de Rajoy hacerle crecer mientras tú encoges en cada elección que se repite.

Y el tercer sinceramiento de la entrevista: no pienso dimitir aunque pierda la votación en el comité federal. Lo que propone Pedro Sánchez a sus críticos es lo siguiente: yo te lanzo un órdago y fijo las reglas y los plazos. Si pierdes tú, se acabó la partida. Pero si pierdo yo, la partida continúa… hasta que yo gane. La cosa no puede ser más obscenamente ventajista. Y además un error táctico, porque da la razón a quienes en esta misma hora abogan por una solución expeditiva sin esperar siquiera a una votación que ha quedado desvalorizada de saque por el mismo que la provocó.

Descodifiquemos la jugada. Habiendo perdido el apoyo de la dirigencia, Sánchez necesita un refrendo plebiscitario, el que sea. Cuando le rechacen la propuesta de elegir secretario general el 23 de octubre, quedará solo una semana para meternos en elecciones. Y en ese momento, dará el cambiazo: sustituirá la votación de secretario general por unas primarias para elegir candidato electoral. Como nadie más que él quiere ser candidato en unas elecciones malditas, logrará el mismo efecto: él tendrá su plebiscito y todos tendrán que apoyarlo porque no se ataca al candidato en campaña. Lo buscado, una sola voz (por cierto, ¿cuándo el PSOE, partido coral desde que existe, ha tenido una sola voz?).

Cuando le rechacen la propuesta de elegir secretario general el 23-O, quedará una semana para meternos en elecciones. Y en ese momento, dará el cambiazo

Todo esto nos importaría un pito si solo fuera una querella doméstica de un partido en decadencia. Pero resulta que, por desgracia, ese partido tiene la llave del gobierno de España. Así que, mientras la tenga, todos dependemos de lo que en él ocurra.

En conclusión:

Salvo giro milagroso, vamos a elecciones el 18 de diciembre. Rajoy las quiere para ganarlas más claramente y Sánchez las necesita para volver a perderlas, pero quedarse a vivir en la cuarta planta de Ferraz, 70.

El panorama ante esas elecciones es que las derechas están crecidas —lo hemos visto hace tres días— y las izquierdas como unos zorros. Aumentará la abstención y adivinen quiénes serán los que mayoritariamente se quedarán en casa.

José Antonio Zarzalejos diagnosticó el lunes que Pedro Sánchez es un peligro público (un peligro para el interés público, se entiende). Nada que enmendar a su análisis, pero me permito añadir algo: existe el riesgo de que ese diagnóstico se traslade de la persona a la institución. Y si llega un día en que la sociedad perciba que el PSOE se ha convertido en un estorbo para España, una historia de casi 140 años habrá llegado a su final más triste.

Para comprender lo que está sucediendo estos días en el interior del Partido Socialista, hay que ir al origen. En el verano de 2014, tras la dimisión de Rubalcaba, varios dirigentes de gran ascendencia y poder orgánico entregaron la dirección del partido a alguien a quien desconocían por completo. Una semana después, ya se habían arrepentido, pero era tarde. Santa Rita, lo que se da no se quita.

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