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Juego de damas en el PP
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Juego de damas en el PP

En la última semana hemos visto en acción a las tres mujeres que ya están inscritas en la carrera y tienen adjudicado un lugar en los cajones de salida: Soraya, María Dolores y Cristina

Foto: La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría (i), junto a María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa. (EFE)
La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría (i), junto a María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa. (EFE)

No sé si Mariano Rajoy alberga el propósito de repetir como líder y candidato en las próximas elecciones. Supongo que dependerá de cuándo y cómo se resuelva esta legislatura. Pero sí estoy bastante seguro de dos cosas: a) que cualesquiera que sean sus intenciones, no las conoce ni su sombra; y b) que resuelto de antemano el congreso del PP, todo lo que se mueve en ese partido se mueve en clave sucesoria. Y no porque se dé por hecho que habrá sucesión, sino por si las moscas (creo recordar que la batalla en el PSOE por la sucesión de Felipe González comenzó en 1988 y no concluyó hasta nueve años más tarde, aunque algunos pensamos que aún está abierta).

En la última semana, hemos visto en acción a las tres mujeres que ya están inscritas en la carrera y tienen adjudicado un lugar en los cajones de salida: Soraya, María Dolores y Cristina.

Ayer vimos a Sáenz de Santamaría ejerciendo de copresidenta del Gobierno en la Conferencia de Presidentes. Ella fue la arquitecta de la reunión en las bambalinas; y su protagonismo durante la jornada fue superior al del propio Rajoy, que por momentos pareció estar allí como invitado de lujo.

Foto: Conferencia de Presidentes Autonomicos celebrada ayer en el Senado en Madrid. (Cordon Press)

Digo lo de 'copresidenta' porque Rajoy ha puesto a Soraya a operar en las tres pistas centrales de la acción política del Gobierno:

a) El poder territorial. La vicepresidenta puede no tener mucho ascendiente en Génova, pero le ha caído en las manos algo mucho más importante en términos partidarios: ella administra la relación del Gobierno con las comunidades autónomas y con los ayuntamientos. Lo que significa que todos los gobiernos autonómicos y alcaldes del PP dependen en gran medida de sus decisiones.

b) El Parlamento. El escenario en el que se juega cada semana la estabilidad del Gobierno. Es difícil exagerar el poder que eso da dentro de un Ejecutivo en minoría. Todos los proyectos de los ministerios tienen que pasar por una aduana obligatoria: que desde la vicepresidencia se dictamine si tienen o no los votos necesarios en el Congreso. Por muy bueno que sea un proyecto y muy influyente el ministro que lo proponga, si en Semillas Selectas (el edificio en el que reinan Moragas y Santamaría) se baja el pulgar, queda aparcado hasta nueva orden.

c) Cataluña. Un regalo envenenado, sí; pero regalo al fin y al cabo. La operación de Estado más importante —y más arriesgada— que tiene que realizar este Gobierno. Es duro, pero es bola de partido para ella, y tiene el saque.

Si logra sacar adelante un nuevo sistema de financiación autonómica, garantizar la subsistencia parlamentaria del Gobierno y puntuar en lo de Cataluña, su ventaja será insuperable.

Rajoy tiene la baraja en su mano y reparte las cartas. De momento, ha logrado que parezca que hay debate en el PP sin que se observe división

Hemos visto también a la nueva versión de Cospedal actuando en el tema del Yak-42. Que me aspen si no hay un excelente consultor de estrategia y comunicación trabajando para ella. Hay multitud de detalles que quizá pasen inadvertidos para la mayoría, pero que son inconfundibles para los del oficio.

Voces maliciosas sugieren que el salto a los medios del informe del Consejo de Estado fue un misil tierra-aire de procedencia sorayesca dirigido a su gran rival. Si fuera así, lo menos que puede decirse es que Cospedal no solo neutralizó el impacto, sino que lo transformó en un proyectil propulsor de su propia imagen. Y lo hizo con una profesionalidad que no había mostrado desde que apareció en la política española. Comparen a la Cospedal de aquella patética rueda de prensa del 'pago en diferido' a Bárcenas con la del lunes en la comisión de Defensa y díganme si detrás de esa transformación no hay muchas horas de trabajo profesional.

Muchos pensamos en su día que el nombramiento de Cospedal en Defensa era un primer paso para apartarla sin deshonor de la secretaría general del PP. No sé si en origen era así o no (los designios de Mariano son inescrutables), pero lo cierto es que hoy está en la carrera principal. Para ello cuenta con todas la oportunidades que ofrece un ministerio de Estado: máxima visibilidad mediática con mínimo coste político. Hay que ser muy burro o tener muy mala suerte para que un ministro de Defensa o de Exteriores se enajene a la opinión pública.

Hemos visto, en fin, a Cristina Cifuentes sembrando el camino que debería conducirla a convertirse en la segunda versión de Gallardón: la progre del PP, la dirigente popular que gusta a los que no votan al PP. La estrategia está calcada, no en vano tiene en su equipo a la directora de comunicación (Marisa González) que modeló y construyó desde la sombra al 'personaje Gallardón'.

Cifuentes enarbola la bandera de las primarias en el PP, una bandera renovadora, atractiva mediáticamente y, a la vez, políticamente inocua, puesto que en el congreso del PP solo habrá un candidato (como en el de Podemos y en el de Ciudadanos: para bien o para mal, aquí los únicos que hacen primarias de verdad son los socialistas).

Ahora que los de Ciudadanos están considerando entrar en los gobiernos que dependen de ellos, tengo para mí que la Comunidad de Madrid será la primera experiencia-piloto de esa coalición.

Eso sí, entre tanto juego de damas, no pierdan de vista al gallego. No al supergallego de La Moncloa, sino al gallego de la Xunta (cuya sede, qué cosas, es el Palacio de Rajoy en Santiago). Núñez Feijóo pretende llegar a la meta como lo hizo su mentor y jefe político: sin emitir un sonido ni hacer un movimiento de más, simplemente esperando. En su versión galaica, esta es una carrera de eliminación en la que, como en el ajedrez, gana el que comete el penúltimo error (y si no cometes ninguno, no puedes perder). La historia los avala.

Mientras tanto, Rajoy tiene la baraja en su mano y reparte las cartas. De momento, ha logrado que parezca que hay debate en el PP sin que se observe división. Lo contrario que en la izquierda, en la que unos y otros se las arreglan para que se vea división sin debate.

No sé si Mariano Rajoy alberga el propósito de repetir como líder y candidato en las próximas elecciones. Supongo que dependerá de cuándo y cómo se resuelva esta legislatura. Pero sí estoy bastante seguro de dos cosas: a) que cualesquiera que sean sus intenciones, no las conoce ni su sombra; y b) que resuelto de antemano el congreso del PP, todo lo que se mueve en ese partido se mueve en clave sucesoria. Y no porque se dé por hecho que habrá sucesión, sino por si las moscas (creo recordar que la batalla en el PSOE por la sucesión de Felipe González comenzó en 1988 y no concluyó hasta nueve años más tarde, aunque algunos pensamos que aún está abierta).

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