Es noticia
El mundo, frente a Trump: ¿y España?
  1. España
  2. Una Cierta Mirada
Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

Por

El mundo, frente a Trump: ¿y España?

Ya hemos visto cómo ha sido el arranque de Trump​ tras instalarse en la Casa Blanca. Piensen qué quedará del mundo civilizado tras 207 semanas más como la que acabamos de vivir

Foto: Manifestación contra el veto sobre la inmigración de Donald Trump en París. (EFE)
Manifestación contra el veto sobre la inmigración de Donald Trump en París. (EFE)

"Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra. Elegisteis el deshonor, y tendréis también la guerra".

Winston Churchill en 1938

Lo que hace un nuevo gobernante en sus primeros días en el cargo nunca es casual. Cada decisión, cada gesto y cada palabra están calculados al detalle; y todos ellos contienen un mensaje y una declaración de intenciones.

Ya hemos visto cómo ha sido el arranque de Trump tras instalarse en la Casa Blanca. Ahora piensen qué quedará del mundo civilizado tras 207 semanas más como la que acabamos de vivir, y tiemblen.

En solo unos días, ha hecho explícita su hostilidad hacia la América latina, incluidos los millones de estadounidenses que tienen ese origen. Se ha puesto a la labor de desestabilizar a la Unión Europea, alentando su disgregación y la crecida de las fuerzas nacional-populistas. Ha sentado las bases para un choque frontal con China. Ha colocado la dinamita que hará volar el entramado de acuerdos multilaterales del comercio internacional. Y con su salvaje veto a 230 millones de personas de siete países, ha rociado de gasolina el conflicto de Oriente Medio, levantando de paso un banderín de enganche para el reclutamiento de terroristas. Que se aventure a tocar el acuerdo nuclear con Irán —que lo tocará—, y estaremos muy cerca del incendio final en la zona más peligrosa del mundo.

En el frente interno, ha dado ya señales inequívocas de su voluntad de pasar por encima de la Constitución y violar las sagradas libertades civiles, en especial la libertad de expresión. Y sí, puede hablarse sin exagerar del inicio de un nuevo 'apartheid' en Estados Unidos. En esta ocasión, no será tanto la segregación racial de los negros —que también—, sino la segregación social y cultural de los hispanos. El suyo no es un muro únicamente con México, sino con toda la América que se expresa en español.

Millones de norteamericanos sienten ya que hay un peligro real de que la democracia en ese país degenere en una autarquía electiva. Aunque no será sin resistencia interna: veremos movilizaciones populares que dejarán pequeñas las de los años sesenta contra la guerra de Vietnam. No sé si llegará a haber un 'impeachment' en el Congreso, pero el 'impeachment' en la calle será masivo y permanente.

La comunidad internacional ha comenzado a reaccionar. ¿Todos? No. Entre las voces de protesta resuena el silencio cobarde del Gobierno de España

No pretendo llevar los paralelismos históricos más allá de lo razonable. Pero salvando todas las diferencias del contexto y de la circunstancia histórica, más pronto que tarde el mundo se verá ante una disyuntiva parecida a la que se planteó en los años treinta: ante el monstruo, apaciguamiento o resistencia. Chamberlain o Churchill.

La comunidad internacional ha percibido rápidamente la dimensión de la amenaza y ha comenzado a reaccionar. Los organismos internacionales y los gobiernos de los países más importantes (incluso el de su gran aliado, el Reino Unido) han alzado la voz ante el comportamiento del energúmeno que habita en el despacho oval.

¿Todos? No. Entre las voces de protesta resuena el silencio, cobarde a fuer de cauteloso, del Gobierno de España. Sin embargo, si hay un país con motivos para alistarse en la resistencia al nuevo totalitarismo, es precisamente España. Porque la ofensiva trumpista contiene un ataque a los dos elementos más medulares de nuestra posición en el mundo: la pertenencia a la Unión Europea y la vinculación a la comunidad iberoamericana.

La ofensiva trumpista contiene un ataque a los dos elementos más medulares de nuestra posición: la pertenencia a la UE y la vinculación a Iberoamérica

Todos conocemos bien cómo son nuestros vecinos franceses en lo tocante a su influencia cultural. Pues bien: imaginen que en el continente americano hubiera 20 países (400 millones de habitantes) cuyo idioma oficial fuera el francés. Imaginen que, además, 40 millones de ciudadanos estadounidenses tuvieran al francés como su lengua materna. Que Nueva York fuera la segunda ciudad del mundo con mayor número de francoparlantes, por encima de París, y que en California el francés y el inglés estuvieran al 50%.

Imaginen a continuación la clase de escándalo que estaría montando Francia —el Gobierno, los partidos políticos, las embajadas, el mundo de la cultura, la sociedad entera— ante una agresión como la que se gesta desde la Casa Blanca contra todo lo que huela a hispanidad (en realidad, el ataque va contra todo lo que huela a diversidad: es decir, contra la raíz misma del espíritu americano).

Si ese nuevo 'apartheid' fuera acompañado además del inocultado propósito de desarticular a la Unión Europea —haciendo pinza para ello con el viejo enemigo de la Guerra Fría—, París lideraría sin vacilar el frente de la denuncia y la resistencia. A estas alturas, se estaría montando una cumbre de los estados 'francoamericanos' y alentando a la OEA y a la ONU a tomar cartas en el asunto. Pero Madrid, de momento, no sabe ni contesta.

La política de Trump nos proporciona una gran oportunidad. Un Gobierno con sentido estratégico debería estar ya movilizando a su diplomacia

El caso es que la política de Trump no supone solo una amenaza para España en su doble condición de país europeo e iberoamericano. Por otro lado, nos proporciona una gran oportunidad.

Es obvio que esta Administración estadounidense, además de levantar muros (México) y reactivar embargos (Cuba), se desentenderá de todo lo que suceda por debajo del Río Grande. Los países latinoamericanos sufrirán antes y más que nadie la ruptura unilateral de los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. Un Gobierno español con sentido estratégico debería estar hoy mismo movilizando a su diplomacia, estimulando a nuestros empresarios, reactivando los mecanismos de cooperación económica y animando a las instituciones culturales para multiplicar la presencia de España en Latinoamérica. Si no lo hacemos nosotros, otros lo harán.

Ya sé que la relación con Estados Unidos es muy importante para España y que ha pasado por momentos difíciles. Pero la apocada pasividad del Gobierno de Rajoy ante lo que está sucediendo no solo es políticamente vergonzante, sino objetivamente contraria a los intereses de nuestro país.

En los años treinta, Churchill tuvo razón frente a Chamberlain: no era la hora del apaciguamiento, sino de la resistencia activa ante una amenaza muy real contra la paz y la libertad. Solo espero que cuando lleguemos a esa misma conclusión, esta vez no sea demasiado tarde.

"Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra. Elegisteis el deshonor, y tendréis también la guerra".

Unión Europea Mariano Rajoy