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¿Son las mujeres más civilizadas que los hombres?
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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¿Son las mujeres más civilizadas que los hombres?

Los datos demuestran que están por encima en todo aquello que tiene que ver con el civismo democrático, que son más tolerantes, más cultas, más solidarias y más amantes de la paz

Foto: Una mujer participa en una manifestación del Día Internacional de la Mujer. (EFE)
Una mujer participa en una manifestación del Día Internacional de la Mujer. (EFE)

Violencia de género, violencia machista, terrorismo machista… Llámenlo como quieran. Lo que importa es saber por qué tantos especímenes humanos del género masculino sienten ese bestial impulso de maltratar a las mujeres –a veces hasta la muerte– por el hecho de serlo.

El diagnóstico más elemental nos remite inmediatamente a la inclinación a la violencia y al afán de posesión, dos atavismos inoculados secularmente en las mentes masculinas desde que los primates se pusieron a caminar sobre dos patas. Seguro que intervienen otros muchos factores, pero me parece poco dudoso que esos dos están en la base de la patología.

Pero tirando del hilo, podríamos llegar a descubrir que la desigualdad realmente existente entre las mujeres y los hombres, a favor de ellas, es la que tiene que ver con la civilidad, entendida como “el comportamiento de la persona que cumple con sus deberes de ciudadano, respeta las leyes y contribuye así al funcionamiento correcto de la sociedad y al bienestar de los demás miembros de la comunidad”.

Los hombres delinquen más que las mujeres. En 2016, en España hubo 300.000 condenas. El 88% de los delitos fueron cometidos por hombres

¿Son las mujeres de hoy más civilizadas que los hombres? Podemos analizarlo desde los comportamientos (lo que hacen) o desde las actitudes (lo que sienten y piensan). Para lo primero, y centrándonos en España, recomiendo una lectura detenida del informe del INE 'Mujeres y hombres en España', que ofrece una radiografía completa de la realidad de uno y otro sexo en nuestra sociedad. Para lo segundo, las encuestas del CIS proporcionan información interesante y útil.

Sin abrumar con cifras, repasemos algunos datos:

Los hombres delinquen infinitamente más que las mujeres. En 2016, en España hubo casi 300.000 condenas por distintos delitos y faltas. El 88% de los condenados fueron hombres y el 12% mujeres.

La relación es abrumadora. Por cada homicidio cometido por una mujer hay 10 cometidos por hombres. Lo mismo sucede en los demás delitos de violencia contra las personas o las cosas. Pero también en los delitos contra la propiedad: robos, estafas, fraudes de todo tipo (incluido el fiscal). La situación se reproduce en todas las categorías: delitos contra la comunidad, contra la seguridad colectiva, contra los derechos y la dignidad de las personas… ¿Y qué decir de la seguridad vial? Según la DGT, los hombres provocan la mayoría de los accidentes mortales y reciben el triple de multas al volante que las mujeres –digo yo que no será porque la policía nos tenga manía–.

No solo están mejor educadas desde el punto de vista del civismo y la urbanidad; también están más preparadas. En España hay ya más mujeres que hombres graduadas en educación superior. Participan más en actividades culturales. Y, ¿saben qué? Leen más. El 66% de mujeres leen libros frente al 57% de los hombres (en todo caso, con cifras diminutas: 5,8 libros al año para las mujeres y 4,2 para los hombres).

placeholder En España hay ya más mujeres que hombres graduadas en educación superior. (EFE)
En España hay ya más mujeres que hombres graduadas en educación superior. (EFE)

También son más solidarias. Hay más mujeres que hombres participando en actividades comunitarias o realizando trabajos voluntarios no remunerados, generalmente ligados a asociaciones o colectivos de interés público.

En resumen: si atendemos a su comportamiento como seres sociales, los datos demuestran que las mujeres son más respetuosas con la ley, están mejor formadas y tienen una mayor sensibilidad comunitaria. Ello se agudiza si tomamos como referencia a las generaciones más jóvenes: por debajo de 40 años, ellas les dan un baño a ellos en todos los indicadores cívicos.

En cuanto a las actitudes, las opiniones y los valores, el CIS viene mostrando sostenidamente que las mujeres españolas:

Tienen mayor apego a los principios democráticos y confían más en las instituciones;

Se sienten más vinculadas a los valores de la colectividad frente al individualismo;

Valoran en mayor medida los servicios públicos que crean cohesión, como la sanidad, la educación y los sistemas de protección social;

Muestran más disponibilidad para ayudar a los demás, especialmente en el ámbito familiar.

Y por lo que se refiere a la política:

Las mujeres españolas (y en general, las europeas) votan menos a los partidos populistas, cuyo electorado es mayoritariamente masculino;

Están menos contaminadas por las renacidas plagas del apocalipsis de nuestro tiempo: el nacionalismo, la xenofobia, el racismo y –por supuesto– el sexismo.

Rechazan las soluciones violentas y el belicismo, y apuestan con más convicción por el diálogo y la negociación como método para resolver los conflictos.

Ideológicamente, tienden menos al extremismo y se sitúan en posiciones de moderación, dentro de un espacio templadamente progresista. De hecho, el PSOE lleva casi quince años sosteniéndose electoralmente sobre el voto femenino (¡quién se lo iba a decir a Indalecio Prieto, que en 1932 no quería reconocer el derecho de voto a las mujeres porque, decía, “ellas votarán lo que les diga su confesor”!).

Hay que lograr que dejen de maltratarlas, pero me parece insuficiente. Si somos realistas, lo que hay que hacer es ponerlas a gobernar

A la vista de todo ello, repito la pregunta: ¿son más civilizadas que los hombres? Pues si los datos demuestran que están claramente por encima en todo aquello que tiene que ver con el civismo democrático, que son más tolerantes, más cultas, más solidarias y más amantes de la paz y de la seguridad colectiva, todo eso se llama civilidad. Y la conclusión puede resultar difícil de digerir, pero para mí es clara: sí, en general son mejores ciudadanas.

Como además leen más y se preparan mejor, son más empáticas hacia el sufrimiento ajeno y demuestran sentido práctico y capacidad para manejar la complejidad (virtudes que definen a un buen político), lo más probable es que sean también mejores gobernantes. Por ejemplo: siempre me he preguntado qué sucedería con el conflicto más insoluble del mundo si en todos los países de Oriente Medio estuviera al mando una mujer en lugar de la colección de autócratas fálicos que hasta ahora solo han sabido ofrecen a sus pueblos dosis masivas de fanatismo, odio, guerra y miseria.

A lo mejor la violencia machista, además de un atavismo adquirido durante siglos, contiene en nuestros tiempos una respuesta reaccionaria ante una nueva evidencia que para muchos puede ser insoportable. Claro que hay que lograr que dejen de maltratarlas, pero me parece insuficiente. Si somos realistas, lo que hay que hacer es ponerlas a gobernar.

Por mi parte, lo tengo claro: en mi próxima reencarnación, quiero ser civilizado como una mujer.

Violencia de género, violencia machista, terrorismo machista… Llámenlo como quieran. Lo que importa es saber por qué tantos especímenes humanos del género masculino sienten ese bestial impulso de maltratar a las mujeres –a veces hasta la muerte– por el hecho de serlo.

Barómetro del CIS Delincuencia Homicidios