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La lección del Brexit: el que rompe, se rompe
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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La lección del Brexit: el que rompe, se rompe

Todos los populismos que buscan obtener ventaja política de las fracturas sociales terminan ingiriendo su propia medicina de división y enfrentamiento

Foto: Manifestantes muestran su desacuerdo con el Brexit durante una protesta ante el Parlamento en Londres. (EFE)
Manifestantes muestran su desacuerdo con el Brexit durante una protesta ante el Parlamento en Londres. (EFE)

La frase no es mía, sino del expresidente Zapatero. Pero expresa con acierto una gran verdad de nuestro tiempo. En el mundo globalizado, el que provoca fracturas en su espacio termina inexorablemente fracturándose a sí mismo.

En la física rige la ley de impenetrabilidad de los cuerpos, pero en la política del siglo XXI la penetrabilidad de los estados y de las sociedades es máxima. Sublevarse contra esa realidad resulta tan contra natura que quien lo intenta para proteger su integridad, la destruye.

Hoy es el triste día en que aplicamos ese principio al Brexit británico. Pero es igualmente aplicable al 'procés' secesionista de Cataluña: cuanto más avanzan por ese camino, más se rompe Cataluña por dentro. O a los Estados Unidos de Trump, que si sigue deshaciendo tratados comerciales, provocará una nueva recesión global que quebrará a la propia economía norteamericana.

Pese a haber ganado la presidencia y la mayoría en las dos cámaras, hoy el Partido Republicano está mucho más dividido que sus rivales demócratas. Es más: como explicaba ayer Pablo Pombo, se están creando las condiciones para que Trump se vea sometido a un 'impeachment' por alta traición impulsado por su propio partido. El que rompe, se rompe.

Si en Francia ganara Le Pen, habría una quiebra dramática del país. En realidad, todos los populismos que buscan obtener ventaja política de las fracturas sociales terminan ingiriendo su propia medicina de división y enfrentamiento. Que se lo digan a Podemos.

Es mucho mayor y más irrecuperable el daño que ese país se ha producido a sí mismo que el que sufrirá el resto de Europa, siendo este inmenso

A Europa le costará seguir adelante sin Reino Unido, pero Reino Unido no se recuperará jamás del britanicidio que hoy ha firmado Theresa May. Es mucho mayor y más irrecuperable el daño que ese país se ha producido a sí mismo que el que sufrirá el resto de Europa, siendo este inmenso.

No hablo solo de las consecuencias económicas del Brexit. La fractura se manifestará en todo el organismo del país:

Para empezar, el rencor generacional. Los menores de 50 años votaron masivamente por quedarse en Europa. Los mayores, por irse. En dos o tres décadas, la mayoría de los 'brexiters' ya no estarán en este mundo, y las generaciones vivas jamás perdonarán a sus padres y abuelos lo que les hicieron aquel funesto día de 2016.

Ese referéndum abrió también varias brechas sociales: los ricos frente a los pobres, los de mayor nivel educativo frente a los menos formados, la población urbana frente a la rural, el norte frente al sur. Lejos de cicatrizar, esas brechas perdurarán y se harán más dolorosas a medida que los efectos del Brexit se trasladen a la vida cotidiana.

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Y, por supuesto, la fractura del Estado que se avecina. Theresa May aprieta el botón del Brexit para irse de la Unión Europea y simultáneamente el Parlamento escocés reclama un nuevo referéndum para irse de Reino Unido. Es muy probable que esta vez lo consigan.

Habrá que ver, por otra parte, qué sucederá en Irlanda del Norte, que también votó por permanecer en Europa. No digo que vaya a reaparecer el IRA, pero la causa de los partidarios de romper con Reino Unido y reconstruir una Irlanda unida dentro de la UE recibe en el día de hoy un impulso enorme.

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David Cameron se llevará a la tumba la responsabilidad histórica de haber conducido a su país y a Europa a este desastre. Pero los progresistas no olvidaremos la traición culpable de los dirigentes del partido laborista, que desde siempre encabezó la causa europeísta en Reino Unido y a la hora de la verdad se arrugó de forma cobarde, oportunista y suicida.

Los laboristas pecaron en el referéndum de pasividad irresponsable. Con un mayor esfuerzo por su parte aquel resultado se habría invertido, pero dejaron solo a Gordon Brown defendiendo la causa justa. Y han vuelto a acobardarse cuando el Tribunal Supremo les dio la ocasión de enmendar el destrozo (recordemos que en la Constitución británica, la soberanía reside en el Parlamento).

Tony Blair propone una solución bastante razonable: que el Gobierno negocie con la Unión Europea las condiciones del Brexit, pero que se vuelva a consultar a los ciudadanos cuando la negociación concluya y ya se conozcan sus términos concretos. Ni siquiera para eso tiene el respaldo de su partido.

Ahora está de moda denigrar a la generación de dirigentes laboristas que sacó al Labour del agujero y le devolvió la mayoría electoral y el gobierno. Lo cierto es que con alguien como Brown o Miliband al frente de ese partido, nada de esto habría sucedido.

Jeremy Corbyn es hoy el ejemplo más acabado de la izquierda reaccionaria en Europa. Por desgracia, le han aparecido imitadores por doquier (alguno ronda por estos pagos). Tienen en común que les encanta competir en las votaciones internas y parlotear sobre 'la militancia' mientras coleccionan derrotas abrumadoras en las elecciones de verdad.

Corbyn ha ganado dos veces en su partido con un discurso retrógrado y endogámico. Eso sí, la derecha puede vivir tranquila porque el partido laborista no estará en condiciones de volver a ganar unas elecciones al menos en un par de lustros. Como le sucede al Partido Socialista francés, cuyo candidato corbyniano se debate entre la cuarta y la quinta posición en la primera vuelta y está descartado de la segunda. De lo del PSOE, ya hablaremos.

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Cuando en 1957 se firmó el Tratado de Roma, más de la mitad de los actuales estados miembros de la UE (entre ellos, España) estaban bajo dictaduras comunistas o fascistas, y otros aún se recuperaban de las ruinas de la guerra. La historia demuestra que la inclinación natural de las naciones de Europa no es la paz ni la democracia, sino las guerras y las dictaduras. La Unión Europea nació precisamente para corregir ese destino fatídico.

Por esa razón, para los que defendemos ante todo la libertad y la paz, la actitud hacia la unidad europea es hoy una línea divisoria más determinante que la que separa a la izquierda de la derecha. Desde mis ideas socialdemócratas, me siento más próximo a un conservador demócrata y europeísta que a un izquierdista autoritario o eurófobo.

A partir de hoy, la Unión Europea queda mutilada de uno de sus miembros más importantes, pero el autodenominado Reino Unido ha comenzado también a desmembrarse. Repitámoslo cuantas veces sea necesario para no olvidarlo: el que rompe, se rompe.

La frase no es mía, sino del expresidente Zapatero. Pero expresa con acierto una gran verdad de nuestro tiempo. En el mundo globalizado, el que provoca fracturas en su espacio termina inexorablemente fracturándose a sí mismo.

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