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La Guerra de los Tres Plebiscitos en el PSOE
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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La Guerra de los Tres Plebiscitos en el PSOE

Es una pena que en esta lucha táctica llena de embustes no tengan cabida la vida de los ciudadanos, los problemas de España o ni siquiera el futuro del socialismo

Foto: Urna para la elección del candidato a la secretaría general en la sede del PSOE.(EFE)
Urna para la elección del candidato a la secretaría general en la sede del PSOE.(EFE)

Bajo el influjo de la pandemia populista, todas las votaciones adquieren carácter plebiscitario. Las últimas elecciones norteamericanas fueron un plebiscito sobre Donald Trump. Vivimos la reciente elección en Holanda como un plebiscito sobre el nacional-populismo de Wilders. Y es seguro que la segunda vuelta de las presidenciales en Francia será un plebiscito sobre Le Pen, casi da igual quién le pongan enfrente.

Las primarias del PSOE también vienen contaminadas de aires plebiscitarios. Terminará funcionando como un referéndum con apariencia formal de elección. En esa lógica de referéndum, se combate más por imponer la pregunta que por exponer las respuestas. Por eso las respuestas (las ideas, las propuestas, los programas) han devenido irrelevantes.

Toda la contienda consiste en determinar qué planteamiento plebiscitario se impondrá finalmente. Esta es la historia de la Guerra de los Tres Plebiscitos socialistas:

Cuando Patxi López precipitó su lanzamiento, soñó con una confrontación a dos con Susana Díaz que se transformara en un plebiscito negativo para la andaluza. Trató de bloquear el paso a Pedro Sánchez para aglutinar a todos los antisusanistas: tanto los que apoyaron a Sánchez a piñón fijo (por ejemplo, él mismo y todo su estado mayor) como los que se opusieron al sanchismo pero no logran digerir el susanismo. “Ni Su ni Sa”, se decía.

Como la maniobra se concibió y ejecutó con torpeza proverbial, provocó el efecto contrario: el ex secretario general, cual Bonaparte enfurecido por la traición de sus coroneles, irrumpió en la escena y el planteamiento estratégico de Patxi López saltó por los aires.

Lo que ahora le queda es ejercer de 'casco azul' en el campo de batalla. Con un discurso vacuo y rutinario sobre la unidad, intenta blandamente plebiscitar el hecho mismo del conflicto. Pero lo que realmente busca es que, partiéndose el voto en tres, el ganador de mayo no alcance el 50% y necesite un suplemento de legitimidad en el congreso de junio. Allí acudirá entonces el bueno de Patxi, ofreciendo su paquetito de delegados como prenda integradora a cambio de alguna compensación (¿quizá la portavocía parlamentaria?).

La candidatura de Susana Díaz contiene desde el primer instante un plebiscito sobre Pedro Sánchez: que no vuelva. Ese fue el significado del aparatoso acto del 26 de marzo. Allí se juntaron todos los que se horrorizan, cargados de razones, ante el posible regreso del “alien” Sánchez, y no ven otra forma de impedirlo que respaldar a Susana, les guste o no la baronesa.

El plebiscito anti-Sánchez se plantea retrospectivamente, rememorando su triste legado como secretario general: una sucesión calamitosa de derrotas electorales, un cisma en el partido y un año de bloqueo político en el país.

Pero también de forma prospectiva, anticipando lo que ocurrirá si Sánchez recupera el poder: una purga masiva de dirigentes en los congresos territoriales, la desestabilización de todos los presidentes autonómicos socialistas orquestada desde Ferraz y la segura convocatoria de unas elecciones generales que se saldarán con una mayoría absoluta de PP+C’s y el PSOE maltrecho y deshecho.

Sería un escenario terrorífico para cualquier socialista, pero no tanto para Sánchez, que a partir de ahí tendría las manos libres para construirse un partido a su medida, pequeñito pero leal, replicando el “modelo Corbyn”. Finalmente se haría realidad aquello de “el PSOE de Pedro Sánchez” que tanto repitieron sus cortesanos tras su elección en 2014.

Se advierte un giro en la campaña de Sánchez. Ya no es tanto un plebiscito sobre la abstención, sino sobre el llamado “golpe de estado” del 1 de Octubre

Sánchez también plantea esta elección como un plebiscito. Inicialmente fue sobre la investidura de Rajoy: todo su discurso hasta ahora se ha basado en la orgullosa reafirmación del 'noesnoísmo' frente a la traición vergonzante de la abstención.

Pero en los últimos días se advierte un giro interesante en la campaña del ex secretario general. Ya no es tanto un plebiscito sobre la abstención, sino sobre el llamado “golpe de estado” del 1 de octubre.

Los estrategas de Sánchez han advertido dos cosas: primero, que aquel comité federal dejó una huella dolorosa y profunda en el colectivo socialista. Segundo, que el relato sanchista sobre el 1 de octubre se ha impuesto en la opinión pública interna y externa. Ante la negligente ausencia de un relato alternativo, ha quedado establecida como veredicto la versión de que el secretario general fue víctima de un golpe destituyente.

Ello le da la ocasión de pedir el voto para castigar a los supuestos golpistas y restaurar en la jefatura al caudillo derrocado, en nombre de la democracia interna y enarbolando la sagrada bandera de La Militancia. Algo así como el regreso apoteósico de Perón a la Argentina, que precedió al desastre total.

Este guion permite a Sánchez interpretar el papel ideal de todo líder populista: aparecer a la vez como héroe y como víctima. Si funciona –si le permiten que funcione-, es una combinación imbatible.

Observen que los tres plebiscitos se montan sobre proposiciones discursivas tan rudimentarias como tramposas:

López: Todo el problema del PSOE es la división. Rechacen a quienes hacen la guerra (Pedro y Susana), apoyen a quien predica la paz (el bueno de Patxi), restablezcamos la concordia en la familia y todos los problemas del socialismo español quedarán resueltos (y seremos felices y comeremos perdices). Es el voto hogareño y fugitivo de la realidad.

Díaz: Como “el PSOE es mucho PSOE y siempre lo será”, el único problema son las derrotas. Extirpemos el tumor sanchista que nos ha hecho perder, vótenme a mí y los conduciré de nuevo a la tierra prometida del “PSOE ganador”, el de Felipe y Zapatero, aquella cosa gloriosa de cuando éramos jóvenes. Es el voto taumatúrgico y milagrero, con un toque de nostalgia.

Ahora sólo se trata de decidir sobré qué tramposa dicotomía se votará el 21 de mayo. El día después queda muy lejos

Sánchez: el problema son los oscuros conspiradores que derrocaron al legítimo líder de La Militancia para humillarnos y entregar el gobierno a La Derecha. Recuperemos la dignidad perdida, castiguen el contubernio de próceres renegados y señores feudales y repongan en el trono al único que reina en nombre de Las Bases. Es el voto justiciero y vindicativo, el de la ira que nace de la impotencia.

El que imponga su juego plebiscitario se llevará el gato al agua. Es una pena que en esta lucha táctica plagada de embustes no tengan cabida la vida de los ciudadanos, los problemas de España o ni siquiera el futuro del socialismo. Ahora solo se trata de decidir sobré qué tramposa dicotomía se votará el 21 de mayo. El día después queda muy lejos.

Bajo el influjo de la pandemia populista, todas las votaciones adquieren carácter plebiscitario. Las últimas elecciones norteamericanas fueron un plebiscito sobre Donald Trump. Vivimos la reciente elección en Holanda como un plebiscito sobre el nacional-populismo de Wilders. Y es seguro que la segunda vuelta de las presidenciales en Francia será un plebiscito sobre Le Pen, casi da igual quién le pongan enfrente.

Susana Díaz Patxi López Pedro Sánchez