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Sansón y el debate imposible de los seis Pedros
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Ignacio Varela

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Sansón y el debate imposible de los seis Pedros

Desde el verano de 2014, Pedro Sánchez ha ido encadenando discursos políticos de signo distinto y ha presentado hasta seis textos programáticos diferentes

Foto: El exsecretario general del PSOE y candidato a las primarias de este partido, Pedro Sánchez. (EFE)
El exsecretario general del PSOE y candidato a las primarias de este partido, Pedro Sánchez. (EFE)

El lunes por la mañana habrá debate en Ferraz. Para el público en general será más bien peñazo, marrullero y plagado de topicazos y zancadillas codificadas, indescifrables para las personas normales. Sería mucho más interesante, si pudiera hacerse, un debate entre las múltiples versiones de Pedro Sánchez: ahí sí habría emoción, verdadero contraste y un surtido de posiciones variopintas.

Desde el verano de 2014, Pedro Sánchez ha ido encadenando discursos políticos de signo distinto y ha presentado hasta seis textos programáticos diferentes. Hay que reconocerle una producción tan copiosa como tornadiza.

Su primer texto de referencia fue la resolución de la conferencia política del PSOE de noviembre de 2013 (en cuya redacción participó defendiendo posiciones más próximas al liberalismo social que a su actual izquierdismo corbynista). De aquel documento de inspiración rubalcabiana se alimentó durante meses. Le oías un discurso o una entrevista, te ibas a la página correspondiente de la conferencia política y ahí estaba, literal.

Visto lo visto después, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero podrían cantarle aquello de “no me quieras tanto y quiéreme mejor”

Por cierto, en su primer discurso como secretario general hay perlas como esta: “Felipe y José Luis, os aseguro que reivindicaré todos y cada uno de los días de los gobiernos socialistas de los dos grandes presidentes…" (etcétera). Visto lo visto después, González y Zapatero podrían cantarle aquello de “no me quieras tanto y quiéreme mejor”.

Pero volvamos a los programas encadenados. Primero vino el programa electoral del 20-D ('El cambio que une'). Después, el titulado 'Programa para un gobierno progresista y reformista', de febrero de 2016. Apenas un mes más tarde, el acuerdo de gobierno con Ciudadanos, que a su vez fue la base del programa que presentó en su investidura. En junio llegaron la segundas elecciones y con ellas un nuevo programa (que se llamó 'Un SÍ por el cambio' y dio paso a la doctrina del “No es No”, que hace poco ha mutado de nuevo en "Sí es Sí").

Cuando se lanzó a la carrera de las primarias para recuperar el trono, presentó su quinto documento programático: “Por una nueva socialdemocracia”. Pero le duró poco, porque a tres días del debate se ha visto obligado a retirarlo de la circulación y sacar “Por una nueva socialdemocracia II”, con significativas variaciones sobre la primera versión. Un movimiento preventivo, cubriendo sus flancos más vulnerables frente a los seguros ataques de sus dos contendientes en el debate.

Seis programas en 18 meses: sale a programa cada tres meses, y todos ellos distintos entre sí. Una lectura atenta de sus textos permite descubrir cómo va haciendo cabriolas sobre el alambre para justificar posiciones cambiantes sobre cuestiones trascendentes.

Algo parecido sucede con su discurso. Uno recuerda al emergente líder renovador del congreso de 2014; al patriota de la macrobandera de España inundando el escenario en 2015; al ecléctico candidato con ínfulas de estadista en la investidura pactada con Ciudadanos; al feroz 'noesnoísta' del 1 de octubre; al resentido caudillo destronado que se lamenta de no haber consumado el pacto con Podemos y con los independentistas; hace dos semanas en La Vanguardia, al converso paladín de Cataluña como nación y España como nación de naciones; y el jueves mismo, al equilibrista que sustituye el frente de las izquierdas por una vaporosa “mayoría social” y se refugia en el burladero de las “naciones culturales” para escapar del lío en el que se había metido. Tras el recorrido, no se puede creer que todos sean la misma persona.

Foto: El candidato a la secretaría general del PSOE, Pedro Sánchez, participa en una carrera nocturna en L'Hospitalet de Llobregat. (EFE) Opinión
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Ignacio Varela

Sánchez viene jugando más de la cuenta con las cosas de comer. Por ejemplo, la definición constitucional de España. Sus primeros pronunciamientos fueron estrictamente ortodoxos: en su primer programa electoral se afirmaba enfáticamente la idea de “El Estado autonómico fundado indisolublemente en la unidad del sujeto constituyente, el pueblo español”. Lo más lejos que llegó fue a “reconocer las singularidades de las distintas nacionalidades y regiones” y a “revisar el Título VIII para desarrollar el concepto de Estado federal”.

La palabra “nación” aplicada a algo distinto de España –concretamente, a Cataluña y al País Vasco– apareció por primera vez en su vocabulario hace escasamente un mes (lo hizo, claro, en un periódico catalán en plena campaña de primarias). Hace dos días, en la Casa del Reloj de Madrid, vinieron los “donde dije digo, digo Diego”.

También ha transitado de “El PSOE tiene que trabajar codo a codo con Podemos” a una difusa “alianza social de progreso”

La rotunda afirmación “Cataluña es una nación y España una nación de naciones”, y la reclamación de que se cambie la Constitución para reconocer esa realidad, se ha transformado en este increíble tirabuzón: “La Constitución, en sus artículos 148 y 149, diseña un espacio en el ejercicio de las políticas culturales como competencia compartida entre todas las administraciones. Es el mejor ejemplo de la consciencia de nuestros constituyentes acerca de la plurinacionalidad cultural de España”.

Como la competencia cultural es compartida, eso significa que somos plurinacionales. Tanto ruido para tan pocas nueces… ¿por qué no lo explicó exactamente así en La Vanguardia?

También ha transitado de “El PSOE tiene que trabajar codo a codo con Podemos” a una difusa “alianza social de progreso”, mayormente con los sindicatos. Y del “tenemos que hacer mestizaje ideológico” del discurso de investidura al desafiante “aquí está la izquierda” de ahora.

En fin, esta (penúltima) versión del ideario sanchista deja caer, 'en passant', una gran mentira y una gran verdad.

Como no habrá debate entre los seis Pedros, sino entre Díaz, López y la última versión de Sánchez, pongamos la atención en el 21 de Mayo

La mentira: “Aquel PSOE de Pablo Iglesias que consultaba a la militancia las grandes decisiones”. O se equivoca de Pablo Iglesias o tiene que repasar la historia de su partido. El fundador del PSOE creía en los órganos partidarios y jamás montó un plebiscito o cosa parecida para tomar una decisión.

La verdad: “La socialdemocracia no tiene ningún problema con el multipartidismo”. Gracias, Pedro, por la revelación.

Como no habrá debate entre los seis Pedros –que sería apasionante– sino entre Díaz, López y la última versión de Sánchez, pongamos la atención en el día 21. Entonces es cuando Pedro-Sansón tratará de hacernos revivir el pasaje bíblico:

“Dijo: ¡Muera Sansón con los filisteos! Y sacudiendo con grande fuerza las columnas, cayó la casa sobre todos los príncipes y sobre el resto de la multitud que allí había: y mató muchos más muriendo, que había muerto antes cuando vivía”.

El lunes por la mañana habrá debate en Ferraz. Para el público en general será más bien peñazo, marrullero y plagado de topicazos y zancadillas codificadas, indescifrables para las personas normales. Sería mucho más interesante, si pudiera hacerse, un debate entre las múltiples versiones de Pedro Sánchez: ahí sí habría emoción, verdadero contraste y un surtido de posiciones variopintas.