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Las primarias del PSOE liquidan la legislatura
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Las primarias del PSOE liquidan la legislatura

El diálogo con el PSOE comenzó a funcionar porque la gestora socialista adoptó el modelo de la oposición útil. Ese modelo ha colapsado con la victoria de Pedro Sánchez

Foto: Mariano Rajoy. (Reuters)
Mariano Rajoy. (Reuters)

Uno de los efectos trascendentes de las primarias del PSOE es que esta legislatura, que arrancó con cuatro meses de retraso entre grandes dolores de parto, ha devenido inviable.

Desde el principio se vio que todo venía prendido con alfileres. Un Parlamento fragmentado, un Gobierno en amplia minoría y ningún acuerdo de coalición o de legislatura para apuntalar la estabilidad. La única esperanza consistía en consolidar el apoyo de Ciudadanos y mantener abierta la interlocución con el PSOE para alcanzar acuerdos, especialmente en las reformas de fondo. Esa fue la apuesta de Rajoy.

Lo primero solo se ha cumplido en parte. Ciudadanos suele coincidir con el Gobierno en la política socioeconómica, pero se distancia o se pasa a la oposición en casi todo lo demás, especialmente en lo que se refiere a reformas políticas y lucha contra la corrupción.

Foto: Pedro Sánchez, al finalizar su mitin en el Muelle de la Sal de Sevilla, este 19 de mayo. (EFE)

Lo segundo, el diálogo con el PSOE, comenzó a funcionar porque la gestora socialista, consciente de la posición estratégica de su partido en la Cámara y necesitada de convalidar la abstención, adoptó el modelo de la oposición útil. Con él arrancó algunas conquistas relevantes y logró abrir espacios de negociación sobre grandes reformas bloqueadas durante largo tiempo.

Ese modelo se paralizó al iniciarse la carrera por la secretaría general del PSOE. Y ha colapsado y con él la legislatura con la victoria de Pedro Sánchez.

En ese breve periodo se comenzó a abrir la puerta de acuerdos trascendentales: por ejemplo, la reforma de las pensiones y la reconstrucción del Pacto de Toledo. O el sistema de financiación autonómica. O un pacto educativo que lleva décadas esperando. O una nueva ley de seguridad ciudadana, o la recuperación de una radiotelevisión pública presentable. Incluso se vislumbró la posibilidad de reconsiderar algunos de los aspectos más tenebrosos de la reforma laboral.

Ninguno de esos acuerdos verá la luz. El partido del 'no es no' ya no está disponible para conversar

Ninguno de esos acuerdos verá la luz. Todas las reformas importantes pasan obligatoriamente por el diálogo entre el Gobierno y el primer partido de la oposición. Pero el partido del 'no es no' ya no está disponible para conversar sobre nada: hacerlo sería traicionar el mensaje de confrontación que ha devuelto a Pedro Sánchez el liderazgo del PSOE.

La decisión estratégica de los socialistas es terminante: combate sin tregua contra el PP y competencia con Podemos por el liderazgo de la oposición (competencia que requiere colaboración frecuente contra el enemigo común). Dada la composición de la Cámara, esa decisión destruye la base de sustentación de la legislatura.

Tampoco se iniciará el proceso de la reforma constitucional. Los partidarios de esa reforma debemos ir despidiéndonos de ella, al menos con este Parlamento.

Queda la otra gran cuestión de Estado, Cataluña. Cuando se precipiten los acontecimientos y llegue la hora de la verdad, el PSOE de Pedro Sánchez estará en un aprieto. Ciertamente, no podrá dejar de ponerse del lado de la ley. Pero ahí está su discurso oportunista sobre la “nación de naciones” y su secreta aspiración de asaltar La Moncloa con el consentimiento necesario de los independentistas. En la tesitura insurreccional que se avecina, todo lo que el Gobierno puede esperar de esta versión del PSOE es un apoyo retórico, lleno de reservas y de matices.

Sigamos. La precaria mayoría presupuestaria está hoy en el alero. El diputado de Nueva Canaria —el voto 176— resulta ser un devoto sanchista, así que el secretario general reelecto podría arruinar el negocio al Gobierno.

Quevedo, sé fuerte, pensará Rajoy. Pero aunque logre retener ese voto rociando de millones a las Islas Canarias como ha hecho con el País Vasco, a la vuelta del verano hay que presentar otro Presupuesto y estaremos en los mismos apuros. Y al año siguiente otro, y otro más, hasta llegar a 2020. ¿Ustedes lo creen posible?

(Por cierto, en la situación anterior, el PSOE tenía la ocasión de negociar provechosamente sus enmiendas al Presupuesto. Ahora puede hacer un paquetito con todas ellas y tirarlas a la papelera, porque no pasará ni una).

El Gobierno va a sufrir una verdadera cacería en el Parlamento con el tema de la corrupción

El Gobierno va a sufrir una verdadera cacería en el Parlamento con el tema de la corrupción. Lo que más detesta Mariano Rajoy, lo único que de verdad lo desestabiliza, es tener que ir al Congreso a dar explicaderas sobre la corrupción de su partido. Pues se va a hartar de hacerlo, porque ni siquiera tiene el control de la Mesa ni de la Junta de Portavoces. Y para ese feo asunto solo puede contar con sus 137 diputados.

Además, siempre está la espada de Damocles de una moción de censura. La mayor tentación de Pedro Sánchez: los votos del PSOE, de Unidos Podemos, de Bildu y de los independentistas catalanes suman 175. Enfrente estarían el PP y Ciudadanos, 169 votos. Y todo dependería de los cinco del PNV y de la diputada de Coalición Canaria. Una situación límite. Eso sí, estén seguros de que no lo anunciarán previamente ni consultarán a las bases, lo que daría tiempo al presidente a disolver la Cámara. Lo harán por sorpresa, como se hacen estas cosas cuando van en serio.

Volados los puentes entre el PP y el PSOE, esta es una legislatura sin horizonte. Sin producción legislativa, sin espacio para acuerdos, con la izquierda echada al monte, los independentistas fuera del juego y unos dudosos aliados, Ciudadanos y el PNV, para sujetar una mayoría escuálida que no resiste la gripe de un diputado.

En la práctica, estamos de nuevo en una situación similar a la que había antes de la investidura: un Parlamento colgado y un Gobierno en funciones. Esto se puede prolongar unos meses, un año quizá, pero es impensable sostenerlo hasta 2020.

Los argumentos para convocar elecciones son muy poderosos, y el de Cataluña no es el menor de ellos. Además, tiene varios alicientes: lograr una mayoría absoluta de centro-derecha; hundir a Pedro Sánchez con una tercera derrota; polarizar al país entre una mayoría de gobierno y una oposición de izquierdas liderada por Podemos, con el PSOE desarbolado y en posición subalterna. Es decir, un Gobierno sin alternativa.

El único problema es decidir el cómo y el cuándo. El mayor obstáculo es el calendario judicial, que trae a mal traer a Mariano y a su partido. Si no fuera por eso, a estas alturas ya estaría tomada la decisión y pensada la fecha. Pero en cuanto se alivie un poco la presión de tribunales, estaremos votando de nuevo. Porque esta legislatura, que nació de culo, se quedó en la cuneta en la noche de las primarias.

Uno de los efectos trascendentes de las primarias del PSOE es que esta legislatura, que arrancó con cuatro meses de retraso entre grandes dolores de parto, ha devenido inviable.